MUSICA › EL DISCO DE FERNANDA MORELLO Y GUILLO ESPEL
Bajo el título de Once mujeres, el dúo fue más allá del simple concepto de cover o versión, buscando iluminaciones diferentes a las canciones de Spinetta, Serrat, Björk, Beatles y Tom Jobim.
› Por Diego Fischerman
Los orígenes de las canciones son de lo más diversos. Las une, aparentemente, el hecho de estar dedicadas a mujeres. Pero hay, para darles cohesión, algo mucho más poderoso: el toque de la pianista Fernanda Morello y la escritura del compositor Guillo Espel que, sin atarse a ningún protocolo particular, y mucho menos a las leyes de los géneros académicos o populares, logra que en todas sus versiones –o “paráfrasis”, como acota Morello, citando el título que Franz Liszt utilizaba para sus lecturas sobre composiciones de otros– haya un estilo.
El disco, en el que ambos confluyeron, se llama Once mujeres. Fue publicado por Acqua y allí se avecinan, se iluminan mutuamente y otorgan nuevos significados la Lucía de Serrat, la Isobel de Björk, Amparo de Jobim y Ekathé de Spinetta. Allí campean Julia y Eleanor Rigby, de Los Beatles y, también, quien estuvo en principio de todo: “María”, de Aníbal Troilo y Cátulo Castillo. “Fernanda me había pedido una versión de esta canción, que para ella tenía una importancia afectiva muy grande, y después simplemente apareció la idea de ampliar el proyecto a otras canciones dedicadas a mujeres”, dice Espel a Página/12.
“Hacía tiempo que tenía ganas de hacer algo alrededor de canciones que me gustaran más allá de lo puramente musical, desde una lógica privada y emocional”, completa Morello, que presentará el disco en vivo este jueves a las 21 en Hasta Trilce (Maza 177). En el concierto estará presente la concepción gráfica de Tienda Creativa (que también trabajó en el diseño del disco), y habrá un trabajo de ambientación de Martín Roig. “‘María’ fue la primera canción que me enseñó mi mamá. Y eso abre la puerta a una pregunta absurda que, sin embargo, los intérpretes nos hacemos y que tiene que ver con cuál es el contenido de la música”, relata.
En estas piezas, que sólo en una primera instancia pertenecen a otros autores, Espel utilizó un inmenso abanico de procedimientos, tomados de las tradiciones más variadas. A veces, la canción es un fondo contra el que se proyecta otra figura, en ocasiones aparece apenas, aunque se respire todo el tiempo, y en otras los desvíos son mínimos. “Las canciones tienen significaciones sociales y emotivas”, afirma Espel. “Pero son, también, materiales. ‘Julia’, por ejemplo, tiene procedimientos electrónicos que no son los que Los Beatles hubieran utilizado, pero que tienen que ver con un manejo consciente de aquello con lo que ellos se movían de manera más ingenua. Hay, en todo caso, una estética de trabajo que se acerca a la que podían tener McCartney con Lennon y George Martin.” Morello, por su parte, confiesa haberse acercado a estas paráfrasis de la forma menos premeditada. “No hay, para mí, una diferencia entre tocar estas piezas e interpretar Schumann o Debussy. La idea no era hacer un disco de covers. Creo que se trata de composiciones. Y para mí era fundamental que se tratara de canciones. Porque la letra, que no está dicha, tuvo en todos los casos un peso enorme a la hora de tomar decisiones sobre la interpretación. Toqué muchísimo como pianista acompañante de lieder –las canciones del Romanticismo alemán– y para mí siempre fue fundamental pensar las cuestiones pianísticas a partir de lo que estaba diciendo la letra. Aunque eso tuviera sentido sólo para mí, yo sentía que estaba cantando con el piano.”
Espel, fundador del trío La Posta y actual integrante de un cuarteto que lleva su nombre, ha estrenado numerosas obras orquestales y de cámara, y también ha realizado infinidad de trabajos como arreglador y director musical de artistas como Abel Pintos, por ejemplo. “Nunca me preocuparon las diferencias entre géneros. No me preocupan cuando escucho música, es decir, no siento que deba descender en mis apetencias para disfrutar de Jobim o de McCartney en lugar de Brahms o Beethoven. Y tampoco siento que deba trabajar a media máquina cuando toco música de tradición popular. Uno tiene en la cabeza lo que ha escuchado y lo que ha aprendido. Es imposible estar dividido en dos. Obviamente, cada vez que compongo, se trate de una canción o de una obra para orquesta, todo aquello que me constituye está allí para ser elegido. Y obviamente, también, uno no elige todo, todo el tiempo. Eso está y uno decide por dónde va a ir en cada caso.”
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