Domingo, 13 de julio de 2014 | Hoy
MUSICA › A LOS 62 AÑOS, MURIO TOMMY, EL ULTIMO MIEMBRO FUNDADOR DE LOS RAMONES
La muerte de Thomas Elderyi, baterista original y autor de “Blitzkrieg Bop”, significa sin dudas un fin de época. El músico participó de los primeros y fundamentales tres discos, luego ofició de productor.
Por Mario Yannoulas
La noticia se disparó desde una cuenta de Twitter y mostró una aguda pero elocuente simpleza. Tommy Ramone falleció a las 12.15 del mediodía del viernes, a los 62 años, en su residencia de Ridgewood, Queens, Nueva York. Lejano, extraño y a la vez familiar, como todos los Ramones, Erdélyi Tamás –así su nombre de nacimiento– estuvo a la altura de su apellido artístico porque, además de haber sido fundador y primer baterista de los Ramones, tuvo la mentalidad necesaria como para torcer la historia. Aun así, los créditos no suelen repartirse de acuerdo a lo justo, y su nombre no figura en la estampa de las remeras que hoy lucen desde anarco-punks hasta modelos televisivas. Baterista sencillo, prolijo y contundente –cualidad que su sucesor inmediato, Marky, llevó a la perfección–, fue la médula musical y emocional de los primeros Ramones, aquellos que grabaron los iniciáticos Ramones y Leave Home, y el ya consagratorio Rocket to Russia.
Nacido en Hungría a fines de los ’40, procedente de una familia judía que sufría constantes persecuciones nazis, Tommy se radicó desde chico en los Estados Unidos, donde compartió la adolescencia con John Cu-mmings –futuro Johnny Ramone– y con quien decidió armar una banda de garaje. Poco después, convencido de que había que tocar más rápido para espantar el polvo que el rock sinfónico echaba sobre el rock, tomó el lugar de Joey en la batería –espacio que nadie quería ocupar– y, en cambio, lo convenció de que tomara un micrófono. El mito estaba en marcha.
Pero apenas traspasada la barrera de la mitad de los ’70, Tommy Ramone volvió a hacer historia cuando compuso “Blitzkrieg Bop”, himno generacional y de género –y hasta canto de guerra en los partidos de béisbol–, cuya arquitectura de tres acordes y un puñado de consignas llanas cambió para siempre la fisonomía de la música moderna. Mientras bandas como los Sex Pistols hacían su trabajo al otro lado del Atlántico, aquellos primeros Ramones, aunque más detallistas y menos incendiarios, usaban canciones de dos minutos para cargar de identidad al sonido de las nuevas generaciones, diciendo que querían oler pegamento o cantándole a alguna chica que querían ser sus novios. El rock volvía a las fuentes del rock and roll pero empapado de furia callejera, y cuatro lánguidos andrajosos estaban en la cima del mundo, aun sin saberlo. Tras dejar su puesto una vez editada la placa en vivo It’s Alive, volvió como coproductor para Too Tough to Die, un trabajo de sonido oscuro y pesado, propio de la era más ochentosa del cuarteto.
“Hay muchas similitudes entre el punk y la música vieja”, ilustró a propósito del proyecto artístico que lo ocupó durante los últimos años de su vida: el dúo de country y bluegrass Uncle Monk, que compartía con la poco célebre Claudia Tienan, y donde, además de cantar, tocaba guitarra, mandolina, banjo y dobro. “Cualquiera puede agarrar un instrumento y empezar a tocar”, concluía acerca de su primer disco epónimo con el grupo, fiel al mandato punk del hazlo-tú-mismo. Su leyenda, vinculada al corazón mítico de la música, también tuvo un dato de color: en 1970 fue productor de Band of Gypsys, el disco en vivo que es testimonio de los proyectos que Jimi Hendrix tenía para su carrera muy poco antes de morir.
Su muerte a causa de un cáncer en las vías biliares lo convirtió en el último de los Ramones originales en perder la vida –Dee Dee cayó por sobredosis, Joey y Johnny también fueron víctimas del cáncer–, y además en el único que jamás pisó la Argentina. Por eso, como miembro, Tommy jamás pudo disfrutar sobre las tablas de la fama mundial del grupo, que encontraba en el país su máxima expresión. Envuelto en este reflujo de datos, y como alguna vez él mismo analizó, Tommy Ramone fue parte necesaria de algo mayor que el pulso de la música: la fuerza de las ideas. La misma que hizo que bandas tan disímiles como Television, Patti Smith, The Velvet Underground y los Ramones –todas habitués del hoy extinto CBGB neoyorquino– fueran considerados cultores de una misma ética.
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