Viernes, 24 de octubre de 2014 | Hoy
MUSICA › KOKI Y PAJARIN SAAVEDRA PRESENTAN SU ESPECTACULO FLECHAS DE LA TRIBU
Los hermanos santiagueños participan de la nueva película de Carlos Saura, pero también se hacen tiempo para su propio proyecto: hoy en el ND/Teatro mostrarán su conocida mixtura de música y baile y adelantarán canciones de su primer disco, Cuando canto y bailo.
Por Sergio Sánchez
En un escondido y fabril galpón de La Boca, uno de los lugares elegidos por el director español Carlos Saura para rodar su nueva película, los bailarines santiagueños Koki y Pajarín Saavedra se toman un descanso de tanta cámara y se sientan a charlar con Página/12 sobre el espectáculo que presentarán hoy en el ND/Teatro. Estos referentes de la danza folklórica del país están a cargo de la parte coreográfica de Zonda, folklore argentino, la película musical que Saura estrenará en 2015. “Estamos agradecidos de haber sido convocados para participar de esta película. Es una experiencia inédita, un nuevo modo de abordar el folklore argentino”, apunta Koki, y resalta que la música y la danza están puestas en el mismo plano en el film. Sin embargo, el motivo de la entrevista va por otro lado. Es que, junto con su compañía Nuevo Arte Nativo, los bailarines presentarán hoy a las 21 en el espacio ubicado en Paraguay 918 su último espectáculo, Flechas de la Tribu, en el que combinan danza y música en vivo. “Las flechas tienen que ver con todo aquello que nos impacta, nos emociona, nos inspira”, define Koki o Jorge Juan Saavedra, según el DNI. Peteco Carabajal y Laura Ros serán los invitados especiales de la noche.
Las noticias no se agotan ahí. Los bailarines, que también exploran en la música, tienen listo su primer disco, Cuando canto y bailo (Acqua Records), que en estos días saldrá a la calle. En el disco, integrado por trece composiciones propias, Koki toca la guitarra, Pajarín la percusión, y ambos se ocupan de la voz. “El espectáculo coincide con la salida del disco, pero no se trata de la presentación, aunque sí vamos a cantar algunas de las canciones que grabamos ahí”, aclara Koki. “Las labores que nosotros hacemos desde lo sonoro con la percusión, con el zapateo, nos abren un mundo muy interesante”, explica Pajarín –Carlos Orlando Saavedra– acerca de la concepción del disco. “Como no teníamos la premura de los músicos, que necesitan de un disco para abrirse camino, las canciones pudieron madurar”, resalta Koki y describe: “Es un disco que refleja las influencias de la música afro e indígena en los ritmos de Argentina”. En líneas generales, Cuando canto y bailo es un disco rítmicamente ubicado en el noroeste argentino y que no precisamente está pensado para que las canciones se puedan bailar. “Está el ritmo de la chacarera, pero no está la métrica coreográfica de la chacarera. Hemos estado más concentrados en lo que hace a la música, no a la danza”, explica Koki. Y su hermano cuenta que, de todas formas, hay algunos temas que tienen ya una coreografía.
Acostumbrados al riesgo artístico, los hermanos decidieron abrir Flechas de la Tribu con música de Miles Davis. Dice Pajarín: “A través de su música queríamos hacer un homenaje a él y al mismo tiempo a lo afro. El jazz es una música que atraviesa el tiempo y el espacio, en todos lados se escucha”. Además, la música del Altiplano, el Litoral y el centro del país serán representadas a través de coreografías y música ejecutada en vivo. El espectáculo también incluye grabaciones de “El cóndor pasa”, el chamamé del Chango Spasiuk “Mi pueblo, mi casa, la soledad”, “La aparecida”, de Dino Saluzzi, y “Añoranzas”, de Julio Argentino Jerez.
–¿La danza ocupa el lugar que merece en el ambiente del folklore o se la ubica en lo accesorio?
Koki: –Me parece que es un tema al que hay que prestarle atención. Y depende del lugar desde donde uno se pare a mirar. Porque si es desde el baile, a nivel cantidad, se baila mucho. No sólo en las provincias, sino también en Buenos Aires, tanto en Capital como en el conurbano. Las danzas están vigentes, tienen mucha vitalidad, la gente le dedica tiempo, se forman ballets. Pero después están los festivales de música folklórica. Ahí el panorama cambia. En los festivales la danza está ubicada en un segundo plano, como algo de relleno, no como protagonista. No decimos esto desde un lugar de queja, porque no asumimos la danza como algo accesorio, sino como una forma de vida. Nosotros hemos tenido la posibilidad de modificar algunas cosas que de antemano no eran favorables, como hacer poner un piso acorde en Cosquín. Es decir, colocar unas planchas de madera sobre lo que había, porque no se podía bailar. El piso era desparejo. Por ejemplo, la danza clásica precisa el tapete para bailar y es lógico, porque evita que el bailarín se fracture una pierna. Para el bailarín folklórico el piso también es importante. ¿Cómo hacés sonar un piso de cemento? ¿Cómo zapateás? También hay que sonorizar el piso para que se escuche el zapateo y más aún en un festival. Nosotros venimos haciendo todo ese trabajo y hemos logrado cosas que no estaban establecidas.
Pajarín: –Debido a nuestras convicciones y nuestro trabajo, hemos logrado hacernos un espacio. Pero no para creérnosla, sino porque evidentemente el género de la danza folklórica estaba subestimado, utilizado de manera peyorativa o para que descanse el público y se vaya a comer un choripán. Entonces, fue ocurriendo algo halagador, pero que es fruto de nuestras convicciones. En el plano general sí hay una crisis creativa en la cuestión de la danza. De todas formas, me parece que, lentamente, la danza se está visualizando. Sin embargo, es importantísimo que pueda presentarse la danza de una manera distinta, aggiornada, acorde con los tiempos. Así como el traje de gaucho o de una paisana puede ser un disfraz si no se lo lleva con autoridad, también un jean o una zapatilla puede ser un disfraz si no se representa bien. Pero en el caso “profesional” de la danza hay un estancamiento, todavía se siguen viendo creaciones coreográficas que ya tienen muchísimos años. Las creaciones pueden llegar a atravesar el tiempo. Pero para que subsista algo en el tiempo, tiene que estar en el tiempo, nos tiene que producir algo. La danza es un arte, pero también tiene sus limitaciones.
–¿A qué se debe el estancamiento creativo?
Pajarín: –Creo que confluyen muchas cosas. La danza no está separada de los procesos sociales, culturales, políticos. No se trata de culpabilizar, pero sí de tener responsabilidades. El músico, quizá, tiene una labor más individual. En cambio, la danza es algo colectivo, más coral, siempre se da de a varios. Un músico puede crear solitariamente, pero en la danza no se puede. En el tiempo de la dictadura el músico se podía encerrar solo y hacer sus creaciones. En cambio, ¿un bailarín qué iba a hacer si no se podía reunir? Se vio afectada una cosa importante: el cuerpo. El cuerpo no se mueve en libertad, se mueve condicionado. La conciencia se ve alterada. Pero hoy en día, donde la democracia ya tiene muchos años, nosotros pensamos que ya hay que empezar a cambiar algunas cosas. Esto no quiere decir que haya que negar la tradición. Todo lo contrario. La tradición es una cosa dinámica y en libertad. Pero hay que ejercerla, porque si no caemos en lo que nosotros estamos criticando. La tradición es algo que ocurre en algún momento, pero que va ocurriendo, es un devenir constante. Lo que pasa es que a veces hay una confusión de conceptos: se cree que tradición quiere decir “viejo”. Tradición es todo, es lo que vamos eslabonándonos como seres humanos. El gaucho tenía una ropa, habitó un momento, pero ya no es más. Hace mucho que no es más. Pero dar como presente eso es una equivocación. Y confundir al público con ese tipo de ideas no nos parece correcto. Para bailar, cierta vestimenta puede resultar incómoda. Es anacrónico.
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