Jue 04.12.2014
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MUSICA › ARIEL ARDIT PRESENTA EN EL TEATRO OPERA SU DISCO HOMENAJE A ANíBAL TROILO

“Hay que escaparle a la versión cerrada”

Tras los cinco años poniéndole voz a El Arranque, el cantor se animó a una carrera solista que lo encuentra ahora comandando su orquesta típica. En ese contexto grabó un tributo que visita algunos “lados B” de Pichuco y clásicos a los que nunca se había animado.

› Por Cristian Vitale

Ariel Ardit va hasta la Orquesta El Arranque, donde casi empezó a cantar tangos; vuelve al hoy, a la Típica que fogonea. Y compara: “Uno está en todo, en la tapa, el diseño, el vestuario de la orquesta, la carpeta de los atriles, las fechas, todo”. Una cosa era la horizontalidad de quehaceres que expresaba la orquesta, donde puso cara y voz durante cinco años; otra es la capacidad de gestión, riesgo y decisión que le urge tener hoy, como cabeza de una orquesta que banca con su nombre. Por caso, sacar un disco homenaje a Troilo y pensarle una tapa incisiva: un fotomontaje con él y Pichuco al lado. “Con todo respeto, la idea fue tratar de acercarme a una época. Juntar en una idea la época de Troilo con un cantor de ahora. Lo pensé naturalmente, pero cuando vi la foto dije ‘uy, mirá si alguien lo toma mal’. Pero el que me conoce sabe que lo hago con mucho respeto, con cariño. Es un deseo grande de ‘empatar’ dos generaciones”, orienta el cantor.

El resultado depende de quien escuche Aníbal Troilo 100 Años, que el cantor de tangos publicó con su orquesta típica y que estrenará hoy a las 21 en el Teatro Opera (Corrientes 860). “Muchas veces cerré los ojos y me vi entrando en la orquesta de Troilo en lugar de Marino, de Floreal Ruiz o de Fiorentino... es la orquesta que más me gusta, tiene un significado especial”, dice Ardit sobre su homenaje al gran bandoneonista, compositor y director nacido hace cien años. Un disco con dieciséis piezas arregladas por Andrés Linetzky, entre las que no sólo aparecen los inoxidables “Sur”, “Che bandoneón”, “La última curda” o “Garúa”, sino también lados B (“La cantina”, “Valsecito amigo”) y “Angelito gordo”, homenaje escrito por Javier Sánchez. “Hay muchas maneras de abordar a Troilo: su nocturnidad, las anécdotas, el personaje porteño, la amistad, pero habitualmente se deja de lado la parte más importante, la música. Andrés hizo arreglos cuya consigna era homenajear a la formación orquestal de Troilo como compositor, sin caer en la imitación”, explica el cantor nacido hace cuarenta años en Córdoba y radicado en Buenos Aires hace más de treinta.

“La idea del homenaje provino de Andrés. Le dije que todo el mundo iba a hacer Troilo, pero me hizo cambiar de idea: ‘Vos sos un cantor de orquesta típica, tenés una vida propia, y ese formato es el más distintivo y original para hacer el homenaje a Troilo’. Me convenció”, se ríe Ardit, que atravesó seis años, cuatro discos y más de cien ciudades del mundo con El Arranque y luego inició un trayecto solista que derivó en tres discos (Doble A, Lado B, en homenaje a Homero Manzi, y Ni más ni menos), y la formación de su orquesta, con Linetzky como volante de creación y tres CD como pruebas de su impronta: A los cantores (en vivo), Yo lo canto hoy y el flamante tributo. “Yo empecé en el tango haciendo lados B, primero por una cuestión de sentirme público y no querer cantar siempre lo mismo, y segundo como una especie de ardid para encontrar personalidad y no caer en comparación directa con las versiones de las grandes voces del tango. Por eso, con 40 años encima, es la primera vez que canto ‘Garúa’, ‘Romance de barrio’ o ‘Sur’. No los había cantado porque eran de Rivero o de Goyeneche, y no sentía que pudiera aportarles algo”, admite.

–¿Cuál fue el punto de inflexión para atreverse?

–El centenario de Troilo. Fue la mejor excusa para abordarlos dentro de un contexto. Y el tiempo, claro, fue lo mejor que pasó, porque me permitió meterme en la piel de estos tangos con más vivencias encima como hombre, como persona. Es el mejor momento para cantar y entender estos temas.

–¿Qué es eso que llama “especial” en Troilo?

–Algo que me pasó al descubrir la entretela de su música. Lo más importante no es ni lo que suena ni el modo en que tocaba el bandoneón. Lo más importante es lo que sugiere, algo que descubrí cantando sus temas. Me pasó con “Garúa”. Suena raro que un cantor, a los 40 años, diga que descubrió “Garúa”, pero tuve sensaciones que no estaban ni en la música ni en la letra; estaban en el medio, en algo que por ahí no tiene que ver puntualmente con la idea de la mujer, de caminar bajo la lluvia. A mí me pasó de relacionarlo con una ausencia que puede ser un amigo o tu viejo. Y con todos los tangos de Troilo experimenté lo mismo. Sensaciones que no estaban puntualmente en la letra ni en la música.

–¿Otro ejemplo?

–“Sur.” Si la escuchás por cualquier cantor de la época parece una obra cerrada, pero cuando entrás a indagar el porqué, o a cantarla, descubrís cosas escondidas para el tipo que se anime a transitarlas sin caer en una copia. Creo que hay que escaparle a lo clásico, a la versión cerrada, terminada, y tratar de encontrar algo. Es un desafío, porque cuando empezás a bucear, eso está. Yo admiro a Rivero, a Marino, a Fiorentino, pero no quiero ser ellos: la idea es abrir un cuaderno en blanco.

–¿Y qué sugiere “Total pa`qué sirvo”?

–Es un tango que a mí me refiere a la milonga. Es de la primera orquesta de Troilo y, junto con “Toda mi vida”, le tratamos de respetar la modalidad rítmica de la época bailable del ’40. Es una historia que podés contar de distintas maneras. Un tipo que se entera que la mujer está en otra historia, y él le dice que no se siente poca cosa, que le gustaría medirse frente a frente con el otro... una onda ¿por esto me dejaste?, y eso no pasa de moda. Se canta o se cuenta de otra manera, nada más.

–¿Y entre los lados A?

–Hablé de “Sur” y también está “Desencuentro”: tangos que yo tenía por Rivero, por Rufino, por Goyeneche, por Rubén Juárez, y que imaginaba que tenía que cantar cuando fuera grande, porque aún me siento joven. De hecho, en un contexto que no fuera un homenaje a Troilo, hubiese dicho no. Pero lo cierto es que cuando Troilo los escribió por ahí tenía la edad mía, no había que ser tan grande (risas). Las vivencias hacían grandes a esos tipos.

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