Mar 20.01.2015
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MUSICA › EL CENTRO CULTURAL TORQUATO TASSO CUMPLE VEINTE AñOS

Tiempo de celebración

El local de San Telmo, creado en una época en la que se ninguneaba al tango, es hoy clave para el género y también para la música de raíz. El jueves arrancará un ciclo con Tomás Lipán y Bruno Arias.

› Por Cristian Vitale

Hubo un Tasso prediluviano, romántico. Lo habían creado, entre otros, Federico Moya y Hernán Greco, justo en la mitad de la década del ’90. La idea era llevar orquestas de tango y ponerlas a tocar en la onda milonga popular. Primero compraron un equipo de sonido, luego otro de luces –austeros y precarios, ambos–, y después una tarima que intentaba ser un escenario. Lo mínimo y necesario, al cabo, para ofrecer alguna guarida a un tango aún ninguneado. “Los comienzos del Tasso, como todo comienzo, fueron muy difíciles, y más con algo así, que en los primeros ’90, era soñar un proyecto a contrapelo de la época, una época de extranjerización y de vergüenza por las expresiones nacionales”, evoca hoy Moya, uno de los emprendedores originarios. “Teníamos la idea de llevar las orquestas de tango y dar conciertos en el marco de una milonga popular, como se había dejado de hacer hacía ya cuarenta años en la Argentina. Y realizarlo fue toda una epopeya”, contextualiza el productor, que rondaba los 26 años por entonces. Y no le faltan razones: a dos años de una apertura que más o menos anduvo, un comando de forajidos desvalijó el lugar y sucedió el diluvio: se llevaron dos computadoras, el equipo de sonido, el de luces y todos los cables posibles. “El golpe fue tremendo, demoledor, y todo el equipo estalló en llanto... lo único que nos quedó fue un teléfono de esos a disco”, detalla Moya.

Si en 2015 el Tasso postdiluviano puede cumplir veinte años y festejarlos con una programación veraniega –que arrancará el jueves con la cumbre norteña entre Tomás Lipán y Bruno Arias– es, en buena parte, porque aquella vez un puñado de artistas solidarios les pusieron el pecho a la balas. Porque el gran Alberto Castillo, por caso, se negó a que le levantaran el concierto por el desvalije y tocó gratis un mes. Porque lo mismo hizo el Sexteto Mayor –otro crédito del lugar– y así con todos los que estaban programados al momento del robo. Con Julián Plaza, El Arranque, La Chicana, la orquesta Color Tango de Roberto Alvarez y la de Beba Pugliese. O con Leopoldo Federico y Susana Rinaldi, que terminaron transformándose en padrinos del lugar. “Todos tocaron sin cobrar un solo peso durante un año, cuidando el lugar y sacándolo adelante como si fuera de ellos. Y así es como pudimos comprar nuevamente todo el equipamiento, todo el sistema de luces y sonido y un nuevo escenario, esta vez uno de verdad”, agradece Moya.

A ese escenario “de verdad” se subirán durante enero, dicho está, Lipán y Bruno Arias, y los viernes y sábados del mes, La Chicana. “En sus primeros años, el Tasso era un Centro Cultural donde había milonga, o sea la gente iba a bailar. Lo de siempre: Di Sarli, Pugliese, D’Arienzo... Pero allí se encontraba a La Chicana con sus tangos raros, milongas y valses rebeldes para agarrarle el compás. Algunos puteaban, pero Federico y Hernán (Greco) habían decidido, como nosotros, dar la lucha. No olvidaré nunca lo que las noches del Tasso me han regalado, lo que han aportado a mi identidad como cantante de tango, escuchar a Castillo con su paso arrastrado y en sombras por la pista, hasta que ganaba el escenario y se convertía en el muchacho de sus mejores años. A Leopoldo Federico con su entusiasmo y su humor. A Pane, a Dino Saluzzi, a la Rinaldi. Este lugar es parte de mi historia, de momentos que jamás olvidaré, porque han hecho gran parte de lo que soy”, agradece Dolores Solá, pata femenina de La Chicana, grupo que también cumple veinte años. “Fue una batalla contra la ignorancia, la tilinguearía, el cipayismo cultural, el esnobismo y el facilismo... y pocos fueron los que se sumaban a la lucha, había que ser testarudo e idealista”, sentencia la Solá.

Bruno Arias, otro de los programados para enero, evoca que la casa de Defensa al 1500 fue uno de los primeros lugares en que pudo tocar tras su llegada a Buenos Aires, mediando la primera década del siglo, “de la mano de Jaime Torres”. “Es un templo de la música y sobre todo del tango, por eso estoy muy contento de participar de estos veinte años y poder compartir el escenario con un referente de mi provincia como Tomás”, marca el jujeño. Los festejos proseguirán durante todo febrero con una oferta que muestra la apertura y el eclecticismo del CCT, pese a su prosapia tanguera, claro: todos los jueves de febrero subirán a escena los uruguayos Laura Canoura-Hugo Fattoruso; los primeros dos viernes y sábados del mes hará lo propio otra figura de la casa, Lidia Borda; y los últimos, alguien que a menudo también juega de local: Luis Salinas.

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