MUSICA › DANTE SPINETTA, EMMANUEL HORVILLEUR Y UNA FIESTA FUNK EN LA PLAYA
El concierto en el parador Destino Arena demostró la buena salud de la banda, que después de febrero se tomará una pausa para encarar un nuevo disco. Con la relajación que impone semejante contexto, Dante y Emmanuel analizan pasado, presente y futuro de IKV.
› Por Eduardo Fabregat
Desde Mar del Plata
La noche ya cayó sobre el faro de Mar del Plata, pero el verano decidió extender su influencia más allá de la caída del sol: por las playas del sur corre una brisa fresca, pero nadie necesita abrigo. Y en caso de necesitarlo, el calor llega desde el escenario, allí donde Dante Spinetta y Emmanuel Horvilleur están provocando un trance hipnótico con el cántico “Illya, Illya Kuryaki and the Valderramas”. Y de pronto salen de allí y vuelven a darle rienda suelta a la aplanadora funk con el final de “Abarajame”, que hace hormiguear a los saltos a 15 mil personas y le pone punto final a una velada impecable. Es el cierre de la versión marplatense del Personal Fest Verano, pero es también una nueva prueba del enorme caudal de música que desata la banda cuando gana un escenario, sea en el Luna Park o en el relajado contexto del parador Destino Arena.
No es un fin de semana cualquiera para Mar del Plata: a una temporada de por sí exitosa se suma el detalle de un Superclásico, y las calles literalmente estallan. A mediodía, en la rambla se cruzan camisetas de los dos bandos sin mayor conflicto: ya llegará el momento de los cánticos hirientes, pero el clima que invita a volcarse a la playa relega un rato el eterno enfrentamiento futbolístico. Bajo un sol que acribilla, un sacrificado laburante metido en un acolchado disfraz de lobo marino pone lo mejor de sí. Pero ahí, el centro de La Feliz, impera el paisaje familiar: la composición demográfica recién cambia abruptamente al llegar a las playas alejadas, donde la presencia del gran escenario va atrayendo curiosos que se van dejando caer y aplauden de buen grado a Cirse. “Gracias, pero ésta es la prueba de sonido, quédense”, dice risueña la cantante Luciana Segovia.
Le hacen caso. A la hora de tocar, el quinteto del sur bonaerense que completan Gabriel Leopardi, Christian Nek Bonelli, Ziva Leopardi y Martín Magliano se lleva una sonora despedida que celebra su rock potente y aguerrido, que ya lucía en sus discos Imaginario y Rompiente, y encuentra una expresión por demás convincente sobre el escenario. Lo que llega desde allí produce el efecto imán que suele operar en estos casos: quien no se enteró antes de lo que va a suceder este sábado, irá llegando atraído por el sonido que trae el viento. Así, para cuando sale Maxi Trusso, con el sol empezando a caer, delante del escenario empiezan a ocuparse los claros. Y el cantante hace mover al respetable con versiones de “Nothing at all” y “Please me”, colando un cover de “She’s so Cold” de los Stones que mueve los corazones más rockeros. En el acceso a la playa se arma una pequeña montonera: alguien acaba de divisar a los Kuryaki dando vueltas por el backstage, y hay algunos gritos que reclaman que se acerquen a las vallas. “Pará, pará que estamos laburando”, responden Dante y Emmanuel, que en realidad tienen un aspecto más de vacaciones que cualquier otra cosa.
–Es que estamos de vacaciones –dice Dante en la charla con Página/12–.
Unas vacaciones que fueron gratamente interrumpidas para hacer esto y el show del otro día en Uruguay, donde ahora están nuestras familias esperando que volvamos.
–¿Se fueron de vacaciones juntos?
Emmanuel Horvilleur: –Sí, es reloco, el otro día me puse a pensar en eso y decía... ¡qué hinchapelotas los tipos, todo el año juntos y nos vamos juntos de vacaciones! (se ríe). Pero pasa que a veces estamos juntos y...
Dante Spinetta: –Estamos juntos, pero estamos abstraídos de Illya Kuryaki, estamos en otra faceta.
E. H.: –Y nuestros hijos son amigos, y nos ponemos naturalmente en padres al servicio de ellos, en estar ahí. No son “los Kuryaki y sus hijos de vacaciones”. Los pibes copan la parada, manejan un poco lo que se hace, como pasa siempre en estos casos. Y en ese momento, Kuryaki se congela. Obviamente, en un día de 24 horas aparecen cosas, nos decimos “mirá esta frase, esta idea, este ritmo”, siempre hay una guitarrita por ahí. Pero también es algo que se da de manera natural, si no, sería imposible.
–Ustedes ya no son esos pendejos barderos de antes, ahora son padres de familia y todo es necesariamente distinto. ¿Qué mirada tienen sus hijos sobre ustedes y sobre la banda? ¿Qué les devuelve ese espejo?
D. S.: –Se copan, pero por momentos lo tienen incorporado y no nos dan mucha bola... nuestros dos varones son futbolistas y medio que les chupa un huevo la música que hacemos (risas). Pero bien, lo disfrutan.
E. H.: –Ellos ya tienen una postura, medio que no nos necesitan. Pero hay momentos donde se nota que están bien informados, y saben de qué trata todo. Son grandes escuchas de música también.
–Bueno, ¿y cómo está Illya Kuryaki & The Valderramas hoy? Pasaron el regreso, el disco de estudio, los Luna, el DVD. ¿Qué lectura hacen hoy no sólo de ustedes dos como usina sino del grupo?
E. H.: –Nosotros somos una banda que ha vivido diferentes etapas, y en este momento se palpita el cierre de una. Hay momentos naturales para cada cosa, y éste es un momento donde ya hemos vuelto con Chances, sacamos nuestro primer DVD Aplaudan en la Luna y hemos hecho un montón de cosas, un montón de shows; creo que incluso el año pasado fue de los momentos en donde más tocamos en nuestra historia. Y eso te deja una energía muy positiva, esa energía que te retroalimenta, pero ya estamos poniendo mucho la cabeza en lo que va a ser lo nuevo. Nos vamos dar un descanso para que esa energía se renueve naturalmente y pensar en lo que viene.
D. S.: –Se cierra una etapa porque todo lo que pasó es increíble. Cuando decidimos volver, hicimos un contrato con el sello de dos discos, y después íbamos a ver si volvíamos como solistas. Y decidimos seguir con la banda porque la estamos pasando demasiado bien.
–No estaba mal dejarse un espacio de incógnita.
D. S.: –Es que no podés volver y decir “firmamos por cuatro discos”, es una locura pensar en ocho, diez años de carrera. Pero la verdad es que pasaron dos o tres años que disfrutamos muchísimo. Y todo se dio de una manera real: Chances es un disco honesto, lo grabamos con una energía honesta, juntamos la banda de una manera honesta y vamos a seguir haciéndolo así, porque es una energía real y queremos ver hasta dónde nos lleva. Tenemos muchas más ambiciones, cosas más grandes, y creemos que... (hace una pausa). Sabemos que cuando subimos al escenario, somos una de las mejores bandas de Latinoamérica, a full. Aunque suene poco humilde o raro decirlo, pero uno tiene que saber lo que está haciendo. Y éste es un momento en el que queremos ir por más, ocupar un lugar más grande. Pero siempre con lo nuestro, con lo que somos, con la tranquilidad de que no tenemos que hacer nada que no seamos nosotros. Tenemos que fluir, y todo se va acomodar y llegar.
Con los últimos rayos de sol, cuando Illya Kuryaki sale al escenario, queda claro que las suyas no son palabras de ocasión. “Monta el trueno” precalienta el ambiente y “Ula Ula” provoca el primer baile generalizado, pero el asunto estalla con “Jaguar House”, aquel gran momento de Chaco que sirve para que, veinte años después, Dante y Emma liberen del todo a la bestia funk que es la banda. Rafa Arcaute en teclados, Matías Rada en guitarra, Mariano Domínguez en bajo, Pablo González en batería, Carlos Salas en percusión y la tremenda sección de vientos que componen Juan Luis Canosa, Miguel Angel Hornes, Sergio Wagner y Ramiro Flores convierten al tema en un vendaval de puro groove que se cierra entre cortes ajustadísimos. No es fácil que una banda de blancos toque funk y soul. Menos habitual aún es hallar una banda de blancos que lo haga tan bien: en 2015, nada en IKV suena impostado, forzado o mal resuelto.
Y por supuesto, las horas de vuelo en el escenario se notan. Si “Jaguar House” fue un impacto de proporciones, la versión de “Latin Geisha”, con un final de guitarras distorsionadas al palo, tiene tal potencia que es necesario bajar un par de cambios y contrapesar con el aire cósmico y los sintes igualmente espaciales de Arcaute para “Discovery Buda”. Será una pausa breve, porque enseguida el dúo dejará a un lado las guitarras para transmutar en una suerte de Wu Tang Clan porteño que hace su “Expedición al Klama Hama”. Y enseguida, un momento que es siempre emotivo en los conciertos del grupo, pero que tan cerca del 23 de enero eriza más la piel. “Dedicado a mi viejo, el número uno, Luis Alberto Spinetta”, dice Dante, y “Aguila amarilla”, con esas fotos del Flaco en las pantallas, sacude todo: cuando ese hombre tan físicamente parecido a su padre encara el electrizante solo final, hasta las olas parecen pararse a escuchar.
–Hablan del futuro y de lo que vendrá. ¿Avizoran algo, alguna punta de qué puede ser eso?
D. S.: –Capaz aparece el lado más emocional de Illya Kuryaki, tenemos ganas de hacer un disco más espiritual, más emocional, más de canciones. Pelar ese lado más místico-musical que siempre está, pero capaz en menor escala. Tenemos ganas de ir por ahí, pero, bueno... después puede pasar cualquier cosa dentro del estudio, capaz terminamos haciendo un disco totalmente diferente, de funk al palo, no sé. Puede pasar de todo, y eso está bueno también. Seguimos contentos con lo que se genera cuando juntamos nuestras cabezas y colisionan las ideas, vamos a seguir con el mismo equipo de gente, con Rafa, capaz sumamos a otros músicos diferentes. Una vez que tomamos la decisión de seguir con la banda, nuestra meta es ir por todo. La ambición personal de realmente llegar lo más alto que podamos, musicalmente, artísticamente. Porque estamos conectados, nosotros y con la gente, estamos seteados como para que ese disco que queremos hacer, el mejor posible, salga.
–¿Estuvieron componiendo algo o durante una gira se hace difícil poner la cabeza en eso?
D. S.: –Hablamos un poco, hay un par de cosas que posiblemente vayan, riffs, cositas que nos mostramos y mezclamos, pero poquito. La gira un poco te chupa la musicalidad, está todo puesto en eso, en subir al escenario y tocar, quedás agotado después de tantos shows, y siempre fue durísimo, la preparación del Luna dos meses antes, México... quedamos golpeados, en febrero también estamos al palo, por eso paramos y después se trata de juntar esas ideas y sensaciones que juntamos en el camino. Tenemos muchas palabras anotadas que nos gustan estéticamente, que disparan letras, cosas. Pero después que pase lo que tenga que pasar, arranca el frío y te cambia la cabeza: un día te nublaste mentalmente y te sale... una canción nublada. Nos juntaremos con Emma, que es siempre lo que hacemos primero, generar una paleta de cosas y después empezar a producirlo más intensamente. Primero tenemos que encontrar nosotros ciertas coordenadas y empezar a jugar.
–No pierden la gimnasia de trabajo que se dio desde el principio...
E. H.: –La gimnasia radica justamente en buscar nuevas formas de trabajar para que surjan cosas nuevas. Nosotros somos no- sotros, se trata de encontrar otras maneras de comenzar una canción, de producirla, los músicos con los que trabajamos. Todo eso hace que podamos ir a nuevos lugares.
–Puede verse acá en la playa, pudo verse en el Luna: a Kuryaki lo sigue un público que los conoce de antes, pero también hay gente nueva. ¿Qué cosas ven en ese público?
E. H.: –Tuvimos la suerte de hacer dos Luna, de que fuera como un clásico cerrar el año ahí dos veces seguidas, y eso nos permitió encontrarnos con una gente nueva, sobre todo en la Argentina. En otros países todavía se nos ha hecho un poco más difícil la situación del recambio generacional, pero acá sabemos que hay un público de entre 15 y 25 años que es nuevo, y es increíble lo que pasa. Chances es el disco que más consumieron: conocen “Abarajame”, conocen “Coolo”, pero de pronto “Yacaré” y “Funky futurista” les pelean ahí, o “Aguila amarilla”, “Adelante” o “Ula Ula”. Eso es lo que nos hace pensar y creer que fue una buena decisión, que era lo correcto meternos a un estudio a hacer un disco que hablara de lo que somos ahora.
“Aguila amarilla” le abre camino al último, caliente segmento del show marplatense de Illya Kuryaki. La respuesta de la gente frente a “Adelante”, “Helicópteros”, “Funky futurista” y “Yacaré” demuestra que, efectivamente y como dicen sus responsables, Chances le dio a la banda nuevos caballos de batalla. Para colmo vienen envasados junto a “Chaco”, “Jennifer del Estero”, el apoteósico final de “Coolo” y el bis que arranca con un solo de batería, sigue con los caños dando otra lección y desemboca en el inoxidable “Abarajame”: el resultado es una masa de gente lanzada al disfrute, revolviendo alegremente la arena hasta que ya no hay más, hasta que todo es agotamiento, tanto que son pocos los que se quedan a ver la transmisión en directo del show de Miranda! en el Orfeo cordobés. La performance de IKV dejó sobrealimentados a todos: el aire playero quedó cargado de electricidad funk.
–Hoy como antes, pero de un modo quizá más contundente, los Kuryaki son una banda de funk de la vieja escuela: sonido orgánico, sección de vientos reales, percusión, tres guitarras...
D. S.: –Cuando lo podemos hacer, lo hacemos; a veces no podemos viajar tantos, pero en estas oportunidades nos gusta venir con todo el fierrerío. Es como fue hecho el disco, de una manera súper analógica, como se hacían antes, en vivo, ensayando bien los arreglos, los cortes, qué clase de sonido le queríamos dar. Que sean vientos de verdad soplando... La tracción a sangre es fundamental en este género, tiene que ser así. Si no... si no es como cogerte a un robot.
Nada hay de robótico en el desfile de caras felices que dejan la playa. El camino de regreso es largo, pero a nadie le importa: de pronto, este pedazo de costa argentina acaba de convertirse en Funk del Plata.
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