MUSICA › LAURA CANOURA Y HUGO FATTORUSO
Sin caer en el sentimentalismo, y con implacable sentido musical, la cantante y el pianista uruguayos presentan en Locas pasiones un ramillete encantador de canciones de amor.
› Por Santiago Giordano
Juntarse alrededor de canciones queridas puede ser una aventura tan fascinante cuanto peligrosa. Porque entre las canciones queridas abundan las de amor. Y el amor es un argumento que ha sabido constituirse en disparador de emociones profundas y cavilaciones honradas, pero que también, sobre todo en el espacio breve y letal de una canción, se ha convertido en herramienta del chantaje afectivo. No sería osado afirmar que en muchas de las canciones de amor y sus correspondientes interpretaciones anida la exégesis posmoderna del opio de los pueblos. Hugo Fattoruso y Laura Canoura atraviesan esos cenagosos territorios sin caer en los lugares comunes del sentimentalismo adocenado y, con implacable sentido musical, ofrecen un ramillete encantador de canciones de amor.
Locas pasiones se llama el espectáculo con el que hace veinte años el pianista y la cantante le agregaron una posición original al manual de la canción amorosa. Ahora lo vuelven a proponer con varios de aquellos temas, algunos agregados de creación propia y el mismo espíritu como guía para unos y otros. El jueves, en el Centro Cultural Torquato Tasso, Canoura y Fattoruso rearmaron ese mosaico sentimental de tangos y boleros cuidadosamente seleccionados e interpretados con desparpajo y buen gusto, además de mostrar excelentes canciones compuestas en colaboración. El espectáculo es parte de una breve temporada que tendrá a estos artistas uruguayos en el local de Defensa 1575 todos los jueves de febrero.
El recital comenzó como comienza el disco que grabaron también hace veinte años tras el estreno de Locas pasiones en el Teatro Solís de Montevideo: “En este otoño”, el bolero de Armando Manzanero, y “Fuimos”, el tango de Dames y Manzi, señalaron un inicio en el que la densidad amorosa no necesitó de desmayos ni otras inmolaciones para expresarse. Enseguida, una introducción de Fa-ttoruso con personal pulso para la variación puso a “Tú”, del mismo Dames y José María Contursi, en otro lugar. Canoura la recogió y desde esa abstracción rítmica la llevó a su territorio de dicción perfecta y sentimientos afinados.
“Cantar estas canciones es como visitar a viejos amigos”, dice Canoura y el tiempo que regresa en cada canción se relanza en cada interpretación. Fattoruso, saludado calurosamente por el público, toma la palabra para anunciar lo que viene: un tango que alguna vez le escuchó a su héroe, Horacio Molina, cantado como bolero. La versión de “Tengo”, de Eugenio Majul, reafirmó ese espíritu de sutileza y perfección sentimental en la intimidad nunca forzada de una voz y un piano.
Artistas de personalidades bien definidas, Canoura y Fattoruso son dos temperamentos sustancialmente distintos, unidos por una sensibilidad común. Fattoruso es un ecléctico, se sabe; un pianista de numerosas influencias y fantasía abierta, capaz de hacer cualquier cosa en el momento menos pensado. Canoura, acaso más material, es una cantante descomunal, con un color de voz que se parece mucho a lo que canta: canciones doloridas, que no lloran. Pero mucho más allá de la dinámica de una voz con su acompañamiento, Canoura y Fattoruso elaboran un diálogo continuo y articulado, que cambia planos y colores según piden las canciones o dicta el instinto. Canoura sabe poner en cada frase cada palabra con el afecto justo, sin caer en sensiblerías ni golpes bajos. Fattoruso la escucha, por momentos la deja ir, por momentos la alcanza, por momentos la lleva. Es un pianista con un sentido del ritmo prodigioso: sus fraseos dividen el tiempo por la parte menos esperada y su articulación rítmica resulta absolutamente original. Canoura, sin desbordarse jamás, sabe jugar a ese juego.
Locas pasiones fue además motivo para que el pianista y la cantante comenzaran a componer juntos. Y el fruto de esas colaboraciones llegó en la parte central del espectáculo con “Tus sentidos”, un bolero sobre bolero, “Cuando se mira” y “La pena nueva”, antes de un momento en que el más sentimental de los sentimientos también supo tomarse en broma con “Agua y aceite”, una milonga de Canoura sobre las contrariedades del amor, digna del mejor grotesco rioplatense: “No saben que lo mejor/ es justo la diferencia;/ que mezclarse en el amor/ requiere mucha paciencia/ Y que lo más divertido/ de andar buscando aparcero/ es descubrir que en esencia/ lo blanco se vuelve negro”, dice la letra.
Hacia el final, después de una estremecedora versión tanguera de “Colombina” –en ese ritmo fue creado el tema originalmente por Jaime Roos, para un espectáculo de teatro, cuentan los intérpretes–, y el logrado entrevero entre “El día que me quieras” y “Contigo en la distancia”, entre otras cosas, quedaban varios bises para pagar el aplauso persistente. Llegaron con “Un amor del bueno”, de Canoura, y “La casa de al lado”, de Fernando Cabrera, con más aplausos y con la sensación de que, si no fue amor, fue por lo menos un momento de gran afecto entre público y artistas.
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