Lunes, 9 de marzo de 2015 | Hoy
MUSICA › SLASH ENCABEZó UNA AUTéNTICA “NOCHE GUNNER” EN MANDARINE
El guitarrista llegó por octava vez a la Ciudad, pero en esta ocasión lo acompañaron otros dos ex Guns N’Roses, Duff McKagan y Gilby Clarke. Por eso, doce mil personas celebraron la juntada final y cada vez que sonó un himno de la otrora “banda más peligrosa del mundo”.
Por Leonardo Ferri
El tipo al que todos fueron a ver no habla. Pasaron ya nueve canciones y ni siquiera se toma la molestia de saludar a las 12 mil personas que pagaron su entrada para verlo. Apenas comenzado el show desliza una auténtica sonrisa de dientes blancos que contrastan entre sus rulos y su piel morena, que sirve para arrancar la primera ovación de la noche, pero al instante baja la vista y sigue tocando, oculto tras sus lentes y bajo la protección de su galera. Y así continúa hasta la décima canción –después de que “You Could Be Mine” convirtiera a las personas en pogo– cuando arenga con un escueto “¡ey Buenos Aires!”. Y toca otra vez, y otra vez, y así hasta el final, a más de dos horas del comienzo. Si algo queda claro después de observar su comportamiento, es que Slash no necesita hablar el lenguaje de las palabras para despertar pasiones y arrancar ovaciones, porque su guitarra es la que traduce lo que pasa por su cabeza a riffs enérgicos, yeites marca registrada y solos bluseros pintados de rock sucio. Como el último representante de su especie y de un estilo que no es de los más populares, el guitarrista –junto a Myles Kennedy and The Conspirators– parece hacer todo lo posible para que su tiempo sobre el escenario rinda al máximo con lo que mejor le sale: tocar canciones.
Pero esta noche de sábado en Mandarine Park es especial, no sólo porque es la octava visita del guitarrista al país (¿Die Töten Hösen y Ramones tienen competencia?), sino porque también es la primera vez que llega acompañado por dos de sus compañeros de Guns N’ Roses, la ex banda más peligrosa del mundo que luego se convirtiera en una marca registrada propiedad de Axl Rose. Si bien Slash, Duff McKagan y Gilby Clarke habían compartido escenario cuando GNR ingresó al Salón de la Fama del Rock and Roll, nunca habían estado juntos en una misma fecha con sus respectivos proyectos musicales. La “noche gunner” tan promocionada tomó forma recién hacia el final, cuando el rubio bajista se sumó al combo de Slash para tocar “It’s So Easy”, y cuando Clarke aportó su guitarra (una de las ¡cuatro! presentes sobre el escenario) para una incendiaria versión de “Paradise City”.
Hasta ese momento, todo se había desarrollado según lo anunciado. Gilby Clarke se apoyó en los locales Coverheads para darle forma a un setlist compacto y tribunero, que incluyó versiones ya conocidas como “Dead Flowers” y “Knockin’ on Heaven’s Door”, gemas perdidas como “Monkey Chow” (del primer Snakepit) y algunos hits propios como “Black”, “Cure Me... or Kill Me” y “Tijuana Jail”, todos de su gran disco Pawnshop Guitars. Duff McKagan’s Loaded se encargó de ponerle intensidad a la noche, con su punk de corte rockero o su rock de corte punk, según convenga. El ex bajista gunner (que en Loaded se ocupa de la guitarra y la voz) hizo subir las pulsaciones al público a fuerza de presencia, carisma y canciones, sin importar que fueran viejas (“Believe in Me”), ajenas (“New Rose”, “Attitude”, propias (“Sick”, “Dark Days”, “Executioner”) o prestadas (“So Fine”, canción de su autoría, pero original de GNR).
Cuando llegó el turno de Slash y su banda, todos parecían estar esperando la gran reunión del final, pero el guitarrista hizo que la espera fuera de lo más entretenida. En un total de 21 canciones, supo intercalar momentos y estilos sin bajar la intensidad, aunque los himnos gunners hayan sido, por lógicas razones, los más celebrados por buena parte de un público que –a juzgar por las edades– nunca pudo ver a aquella formación que visitó a la Argentina en 1992 y 1993. La banda integrada por el propio Slash, Myles Kennedy en voz y guitarra, Brent Fitz en batería, Frank Sidoris en guitarra y Todd Kerns en bajo y voz (quien sería un gran cantante y showman en cualquier otra banda en la que no tuviera a Kennedy por encima) cumple, dignifica y homogeneíza un setlist variopinto, que va desde los grandes hits de los Guns (“Nightrain”, “Mr. Brownstone”, “Rocket Queen”, “Sweet Child O’Mine”, “Welcome to the Jungle”) hasta los más nuevos, como “World on Fire”, “Beneath the Savage Sun”, “Anastasia” (con esa guitarra de doble diapasón que ya casi nadie se atreve a utilizar), “Halo” y “Back from Cali”, pasando brevemente por la etapa de Velvet Revolver (“Fall to Pieces”, “Slither”) e ignorando por completo los años de Slash’s Snakepit. Conocedor de los climas, peleador de mil batallas y caminante por años de los más variados escenarios, Slash se toma el tiempo para apurar sus dedos cuando la situación lo requiere, pero también para jugar a solear blues durante siete minutos sin aburrir ni un poco. A su lado, Kennedy ocupa de manera estratégica el lugar central, ya sin ningún peso sobre sus hombros a la hora de ponerles voz a esas canciones como las que ya no se hacen, pero que siguen almacenadas en el inconsciente popular. Al fin y al cabo, son ellas las que convocan y sacuden, junto a ese tipo que casi no habla. Y ni falta que le hace.
Músicos: Slash (guitarra), Myles Kennedy (voz y guitarra), Brent Fitz (batería y coros), Todd Kerns (bajo, voz y coros), Frank Sidoris (guitarra y coros).
Invitados: Duff McKagan (bajo y coros), Gilby Clarke (guitarra y coros).
Lugar: Mandarine Park.
Espectadores: 12.000.
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