MUSICA › EL SEXTO FESTIVAL DE TANGO INDEPENDIENTE
Más allá de las banderas autogestivas y la búsqueda de una expresión por fuera de las políticas for export, el encuentro valió por lo artístico: todas las agrupaciones y bailarines que pasaron por el tablado de Boedo dieron cuenta de una potencia contagiosa.
› Por Andrés Valenzuela
“Pactamos con el diablo, con Piazzolla y Pugliese. Acá va a haber tango, señores”, tuiteó la cuenta del sexto Festival de Tango Independiente para despejar las dudas. No importaba que el sábado a la tarde lloviera en otros barrios: en Boedo el cielo aguantaba y hasta se despejaba. Es cierto que el trámite leguleyo con el inframundo demoró el armado del escenario y la apertura misma del Festival, que pese a los esfuerzos por terminarlo en tiempo y forma también se extendió un largo rato más allá de lo programado. Valió la pena.
El Festival de Tango Independiente tiene varios ejes programáticos importantes: la autogestión como método, las composiciones propias como estética, la participación social como convicción y la resistencia ante las políticas culturales del gobierno porteño, centradas exclusivamente en el turismo y el tango “for export”, como bandera. Por eso, y aunque no pareció intencional, el armado mismo del escenario tenía aire a aguante cultural, pues atravesaba Av. Boedo y daba la espalda a la calle Estados Unidos.
Con el sol todavía bien arriba, arrancó la Orquesta Típica Almagro, con las voces invitadas de Cucuza Castiello primero (el más invitado por distintas agrupaciones) y del veterano Osvaldo Peredo, oriundo del barrio y adorado de las nuevas generaciones de tangueros. Fue la primera ovación de la jornada, que fluyó con jóvenes y veteranos por igual, que se fueron amuchando en las sillas de plástico o sentados en el asfalto, más atrás, desde la altura de la peluquería hasta pasado el bar Trianon.
El despistado que todavía crea que el tango es cosa de viejos puede pasarse por un Festival para descubrir que el género mueve patitas y junta ganas entre los más pibes. El sábado eran mayoría y el “chino” del barrio se hizo la tarde vendiendo cervezas y galletitas a los jóvenes que merendaron mientras escuchaban al Trío Cañón –prácticamente debutando el nuevo trío de Julio Coviello–, unos tempraneros Amores Tangos, Marcapiel y la Siniestra. Todos sets cortos, de no más de 25 minutos, intentando cumplir con el cronograma. Quizá por eso la muchachada de Amores Tangos no levantó el fervor de otros años y dejó a todos con ganas de más de su “parararaira”...
Hasta entonces, la jornada marchaba tranquila. En el bar Pan y Arte se proyectaban algunos cortos tangueros, contra una cadena de pago de servicios trabajaba un fileteado Pablo Jofré y sueltitos, en el asfalto o sobre la vereda algunas parejas ensayaban seguir los compases de La Siniestra. El punto de inflexión fue la demostración de baile de Andrés “Tanguito” Cejas y Genoveva Fernández. Para la pareja de bailarines se montó especialmente un suelo en la calle, que les permitía mostrar su talento sin arriesgar los pies. El asfalto es inclemente a la hora de hacer giros y no fuera cosa de que el diablo se cobrara el buen clima en el tobillo de la bailarina. Cuando terminaron, entre una lluvia de aplausos, el piso quedó para el público y varias parejas supieron coparlo de entrada, lo que luego animó a otras a imitarlas. Por algún extraño motivo, bailar cerca de la orquesta motiva más y esas ganas fomentaron más entusiasmo en el público. Así que cuando Tanguito y Genoveva saludaron y al instante el Quinteto Negro La Boca arrancó a presentar sus tangos libertarios, el Festival de pronto puso tercera y cuarta velocidad.
Quizá con eso alcanzaba. Cuatro o cinco grupos hacen un evento muy digno. Pero el festival continuó. La gente no se iba, aunque empezaba a caer “la fresca” y el súper bajaba la persiana. Quedaba tiempo para varias postales de alegría. Como el cálido homenaje al Gordo Alorsa, por sus antiguos compañeros de la Guardia Hereje y el letrista y cantor Lucio Arce, que aguantó los trapos ante un desperfecto de sonido recitando las composiciones del homenajeado. Culminaron el recuerdo con el candombito “Para verte gambetear”, probablemente el homenaje más bello a Diego Armando Maradona, también de Alorsa.
Luego, muy rápidamente, aceleró más todavía con el set de la Orquesta Típica La Vidú, otro de los baluartes del evento, que tocó dos temas propios y sus versiones de “Gil Trabajador” (de Hermética) y “Esa estrella era mi lujo” (de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota). Para cuando terminaron, había doce parejas bailando en el piso de 4x4 metros, mientras una multitud sacaba fotos y filmaba.
Más tarde resultaron entrañables esos dos muchachotes de sobrio traje que habían terminado su turno de trabajo, probablemente, en el salón de fiestas cercano, y ofrecían su cerveza a uno de los bailarines del grupo de tango-murga Los Habitués, mientras los vecinos se zarandeaban casi sin darse cuenta con sus versiones de “Mascarita” y “La murguita de Villareal”. O ese hombre saltando y marcando el ritmo mientras hacía malabares, correteando entre la gente y los tangomurgueros. O algo más allá, los pibes jóvenes tirando las patadas en la puerta del bar Alenjo, como si estuvieran en la matanza de una noche de febrero cualquiera.
Eran pasadas las once (el horario programado de cierre) cuando subieron al escenario los muchachos de Yira. ¿Tango fusión? Ellos. Rock, algo de cumbia, una auténtica mezcla de ritmos, con varios puentes musicales en cada canción para realzar un género u otro. Dos bandoneones, un acordeón, batería, guitarra, bajo eléctrico y un encapuchado saltando con el violín. Y muchas, muchas pilas, de esas que ponen a bailar a los pibes de cinco años frente al escenario.
La sexta edición del Festival de Tango Independiente terminó como una fiesta. Pero una fiesta de esas hogareñas, de sonrisa y banca de todos. Los organizadores no tuvieron que repetirlo: a un pedido suyo, invocando la autogestión, todo el mundo los ayudó a ordenar las sillas de plástico que habían albergado a los invitados. En menos de cinco minutos estaban todas apiladas a un costado de la calle. La jornada había terminado, pero el Festival no. Continúa hoy en el Borda, en escuelas y hospitales. Seguirá luego en las provincias. El tango sigue.
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