MUSICA › LITTO NEBBIA PRESENTA VARIETé CANTABILE Y DA PELEA
Antes de mostrar en vivo su nuevo disco, el músico tendrá mañana la primera audiencia de conciliación con la editorial Warner Chappell por sus derechos de autor.
› Por Karina Micheletto
Varias son las cosas que por estos días mantienen con un activo entusiasmo, entre el ocuparse y el preocuparse, a Litto Nebbia; en todas ellas, claro, el común denominador es la música, la que está haciendo ahora y la que ha hecho a lo largo de su vida. La primera y más feliz de esas cuestiones es la presentación, el próximo viernes 27 de marzo, en el Centro Cultural Haroldo Conti (Av. Libertador 8151, en la ex ESMA), de su nuevo disco Variete Cantabile, un momento que llevará adelante con su agrupación Aire Fresco. Será la única vez que tocarán este disco en vivo, advierte él, y aquí viene la segunda de sus felices motivaciones actuales: ocurre que, tras este concierto, se meterá de lleno en la grabación del álbum doble 50 años de rock argentino, aniversario que, siendo él uno de los fundadores de tal cosa, bien le corresponde celebrar. Este “punto cero” se ubica en la publicación del histórico LP Los gatos salvajes, en 1965.
Desde ese lugar fundacional, resulta particularmente significativa la tercera de las cuestiones que ocupa y preocupa por estos días a este hombre que sentó las bases del rock argentino. Se trata de la demanda que inició a Warner Chappell, la división editorial del sello Warner, que mañana finalmente llegará a una primera audiencia de conciliación. Esta editorial es la actual poseedora de los derechos autorales de 184 obras de Nebbia, todas las más conocidas de su carrera. “Los contratos que me hicieron firmar, como a tantos otros autores argentinos, son engañosos y leoninos”, define Nebbia en diálogo con Página/12, y el terreno que abre excede largamente su situación individual.
Para comenzar por el lado más grato del presente de Nebbia, hay que decir que en su nuevo Variete Cantabile se da hasta el gusto de incluir dos versiones de una misma canción, además de mostrar redondos temas propios como “Talismanes”. Entre la música que toma para hacer propia hay mucha marca brasileña; está “Café con pan”, de Joao Donato, con letra de su hermano Lysias. “No aguanté y el CD tiene dos versiones de esta canción –dice Nebbia–. Una es la que canto en portugués con la letra original y otra con una letrita en castellano que le armé. Para que las versiones no sean ‘iguales’ musicalmente, en una hay un arreglo de cuerdas mientras canto y en la otra hay flautas.”
Hay otros gustos que Nebbia se dio en el disco: “La segunda canción brazuca es la del extraordinario compositor paulista Johnny Alf. ¡Imaginen qué compositor que Tom Jobim lo admiraba!”. “Yo y la brisa” es su título, y la canta en castellano. “Hace veinte años que quería cantarla. También me di el gusto de que hagamos un divino vals de Michel Legrand, perteneciente a la banda sonora del film de Jacques Demy Las señoritas de Rochefort, una película de los años ’60 que por única vez reúne a las hermanas Catherine Deneuve y Françoise Dorléac”, sigue Nebbia.
Del juicio por derechos autorales que inició ocho años atrás, para cuya primera audiencia se prepara, Nebbia tiene mucho para decir: “Hay tantas cosas que la mayoría de los músicos no sabemos y que yo fui entendiendo con todo esto... Uno firma el contrato con la editorial pensando que lo que va a hacer esa editorial es divulgar tu música, mostrarla, hacer grabar tus canciones por otros artistas, lo que fuere. Le das un porcentaje a la editorial, que pasa a ser tu representante, del 25 por ciento. Eso está dictaminado por Sadaic. Pero en realidad, cuando lo empezás a desmenuzar, no es un contrato que proteja a ambas partes: tiene un montón de nomenclatura de texto jurídico que ningún músico entiende y que favorece sólo a la parte editorial. Discutí mucho en la editorial, en Sadaic, en todos lados, hasta que me cansé y arranqué con este juicio. Para eso tenés que pagarle a un abogado, una tasa de justicia, todo eso son muchos mangos. ¡O sea que si no tenés un mango porque te afanaron todo este tiempo, tampoco podés hacer nada!”.
–¿Por qué inició la demanda?
–La demanda es porque los tipos no hacen absolutamente nada. En mi caso, grabo mis canciones, o sea que ni siquiera invierten en eso. Ellos sólo tienen que esperar a cobrar el porcentaje de derechos por todas las veces que suene esa obra en cualquier lugar del mundo. Se supone que parte de su trabajo es la difusión de tu obra. Les pedimos que mostraran algo que hayan hecho en favor de esa difusión ¡y mandaron un CD trucho, grabado, escrito arriba con una fibra! Los tipos son demasiado... Tengo unas 1200 canciones escritas y ellos tienen los derechos de 184, que son las que no he podido rescatar. Por supuesto, ahí están “La balsa”, “Solo se trata de vivir”, las más importantes comercialmente. No hay nada en esas obras en lo que puedan argumentar haber tenido incidencia, en nada. Dicen, por ejemplo, que le hicieron grabar “Solo se trata de vivir” a Mercedes Sosa. ¡Y Mercedes vino a mi casa a pedirme ella, personalmente, la canción!
–¿Qué es lo que está pidiendo?
–Sólo que liberen mis canciones, ni siquiera les estoy pidiendo plata. Con estos contratos tramposos, tus obras permanecen bajo el control de la editorial hasta setenta años después de tu fallecimiento, en todo el mundo. Cuando vos firmás esos contratos, te dan un adelanto de plata, que se supone que después van descontando del porcentaje que te corresponde a vos, por lo que suena tu obra no sólo acá, sino en todo el mundo. Esa es la manera de captarte para que firmes, un invento de anticipo que no terminás de pagar nunca. Yo jamás logré una rendición en ese sentido.
–¿Cuándo comenzó a pensar que esas cuentas no cerraban?
–Fue en la época en que empecé a hacer giras, por España, México. Un día llegué a México y vi que hay un disco de un flaco que había grabado “Solo se trata de vivir”, un tal Nicho Hinojosa, que estaba primero en ventas. Yo no lo conocía, hasta que un día me invita a su casa a Monterrey, muy simpático, muy bien él, me dice: “Maestro, va a cobrar buenos derechos, porque mi disco esta semana llegó a un millón de copias”. Al tiempo me fijo en la liquidación de Sadaic, ¡y eran 100 pesos!
–¿Y cuál es el rol de Sadaic en este punto?
–Sadaic tiene el poder y la obligación de defenderte, pero cuando firmás este tipo de contratos con una editorial, en ese tránsito hasta que llega la plata tuya a Sadaic, ellos se presentan como tu editor y tienen el mismo poder que el autor.
–¿No ayudó en este terreno la sanción de la Ley de la Música?
–La Ley de la Música, que todos hemos apoyado, es como la ley de medios: no es que se sanciona y el lunes siguiente empieza a funcionar. Lamentablemente, hoy por hoy, lo único que me queda por hacer es ir a pelear así, por las mías. Ojo que no estoy pensando sólo en mí y por eso están tan preocupados. Sin pesar que uno va a cambiar el mundo ni mucho menos, lo injusto de la situación me lleva a pensar más allá de mí. En los que vienen detrás. Es importante que estas cosas se sepan, que se discutan. A veces produzco pibes que me dicen, con tanta ilusión: “¡Nos llamaron de la editorial tal porque quieren nuestra música!”. Y, pobrecitos, me lo dicen como si se hubieran sacado la grande. A lo mejor logro algo para mí, a lo mejor no, eso lo veremos. Pero, mientras tanto, los músicos tienen que saber cómo funciona este tipo de engaños.
–¿Qué han respondido hasta ahora ante su planteo?
–Nunca han contestado lo estricto de mi demanda, la verdadera cuestión por lo que los demando. Pero han escrito lo siguiente: “Nos defrauda el señor Litto Nebbia desconfiando de nosotros, con todo lo que lo hemos ayudado para que pudiera componer sus canciones”. Luego dicen: “Le hemos dado dinero para que pudiera escribir canciones y no escribió nada” (risas). Y lo más increíble: “Lo hemos ayudado para que escriba sus canciones, a pesar de que no estamos de acuerdo con sus ideas políticas”. No se puede creer que por el acto natural y afectivo de escribir canciones uno esté envuelto en una situación como ésta, con abogados como éste, que ni se da cuenta de lo discriminatorio de lo que escribe. Es demasiado, ¿no?
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