Mar 24.03.2015
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MUSICA › PHARRELL WILLIAMS CERRó EL ESCENARIO PRINCIPAL EN LA SEGUNDA JORNADA DEL LOLLAPALOOZA 2015

El público tuvo suerte y se fue feliz

El productor devenido estrella no logró enganchar del todo con su rol de frontman, pero repasó su éxito “Happy” y también los que grabó con Daft Punk (“Get Lucky”, “Loose Yourself to Dance”). Además, estuvieron Skrillex, Kasabian y Alt-J, entre otros

› Por Yumber Vera Rojas

Al día siguiente de que Robert Plant asaltara la performance de Jack White para hacer juntos “The Lemon Song”, de Led Zeppelin, postal única e histórica que levantaron medios de todo el planeta, la gran incógnita de la segunda fecha del Lollapalooza Argentina 2015 era si algún artista o show podía superar semejante epopeya. En los planes, el único nombre capaz de opacar ese puente generacional del rock era Pharrell Williams, porque su participación en el festival significaba al mismo tiempo su debut no sólo en la Argentina, sino en Su-damérica. Además, no cantaba en vivo desde el tributo que el Grammy le preparó a Stevie Wonder a mediados de febrero. Pero quizás el principal aliciente de esta presentación para la flamante súper estrella de la música era demostrarle al mundo que no es un chanta, luego de que perdiera la demanda que le propinaron los hijos de Marvin Gaye por el plagio de “Blurred Lines”, hit que compuso junto a Robin Thicke, a “Got to Give It Up”, uno de los clásicos de la leyenda estadounidense del soul.

Cuando el artista que revolucionó el hip hop, el funk y el soul en la década pasada ingresó al escenario, se detuvo por un instante para contemplar el mar de gente que desde el mediodía se había acercado al Hipódromo de San Isidro para verlo. Si bien todos fueron por su himno “Happy”, e incluso los más optimistas apostaban a que hiciera sus colaboraciones con Daft Punk (que lo revelaron a un público que no ubicaba su nombre hasta ese entonces), el resto era una incertidumbre. No obstante, Williams desembarcaba en el país con algo más fresco: su más reciente álbum, Girl, lanzado en 2014, y con el que se convirtió en uno de los dos máximos ganadores del último Grammy (el otro fue Sam Smith). Así que en la noche del domingo el repertorio de su recital lo inauguró, como era lógico, con uno de los temas de su segundo disco, “Come Get It Bae”, al que le secundó su primer single solista, “Frontin” (2003), para luego volver al presente, y arremeter con una seguidilla de canciones de su nuevo elepé: “Hunter”, el corte promocional “Marilyn Monroe” y “Brand New”.

“Es increíble estar por primera vez en la Argentina”, manifestó en el tramo inicial de su espectáculo la gran bestia del pop contemporáneo, quien hasta ese instante no conseguía despertar la ya célebre euforia del público local. Aunque después intentó remontarla con una poderosa terna de éxitos de N. E. R. D., conformada por “Rock Star”, “Lapdance” y el libidinoso “She Wants to Move” –y para la que invocó al rapero Shay Haley, compañero en la agrupación que lo dio a conocer como cantante–, a Pharrell le costaba sudar la camiseta de showman. Rol que puso en duda apenas comenzó su recital, al momento de cederle su lugar a las Dear Baes, el quinteto de bailarinas que lo acompaña en su tour Dear Girl. Sin embargo, tras desenfundar “Drop It Like It’s Hot” (canción del MC Snoop Dog, que coescribió y para la que prestó su voz), al igual que el ya mencionado “Blurred Lines”, pese a que en el medio mostró otras dos canciones de su nuevo trabajo, “It Girl” y “Gush”, la actuación de este rey Midas de la música tomó un giro diametralmente diferente.

Mientras una parte del público contemplaba sin prejuicios lo que tenía para ofrecer el rapero de 41 años, y otra se fue a ver la fiesta que prendió a lo lejos Major Lazer (el laboratorio pistero con sazón jamaiquina del productor estadounidense Diplo), el remanente cuestionaba el vivo de Pharrell. Si bien era razonable el desencanto, el estadounidense es un artista que todavía está aprendiendo a exponerse frente a las grandes multitudes. Y es que antes de que la vida le diera un vuelco de 180 grados, Williams ya era famoso por ser uno de los mejores productores musicales de la última década y media, por lo que su trabajo, a pesar de que histeriqueaba con el mainstream, se dedicó básicamente al estudio de grabación. Así que se justifica que un trozo de su cancionero recurra a los temas que firmó con varios colegas. Algo similar a lo que sucede con Nile Rodgers, líder de Chic (y con el que Pharrell coincidió en las dos canciones de Daft Punk que grabó), quien en sus recitales repasa los éxitos de su otrora banda, al igual que los que produjo para David Bowie y Madonna.

A diferencia de la apertura del Lollapalooza Argentina 2015, que ofreció mayor hibridez de generaciones y estilos, la segunda jornada se destacó por estar atravesada por nuevos artistas y corrientes sonoras, como la que patentaron al calor de la tarde los sudafricanos Kongos, dueños de una propuesta que combina la fuerza del rock con el arrebato del kwaito (música dance propia de la nación africana, aunque afín a sus sectores populares). De manera que su primer contacto ante la muchedumbre argentina lo encararon con un show que escaló de menor a mayor, en el que incluyeron una versión rapeada de “Come Together”, de The Beatles, y que concluyó como una de las mejores celebraciones sonoras de esta edición del festival. Esto contrastó con lo que brindó un rato antes Rudimental, agrupación inglesa de electrónica que, si bien arengó al público que ya se encontraba en el predio al comienzo de la fecha con un set efectivo, en la recta final de su performance recién se pareció a ese proyecto que llegó a la Argentina con el rótulo de “redentor del drum and bass”.

Pero hubo bandas inglesas que sí dejaron a sus fans más que conformes. La primera de ellas fue Kasabian, que, tras una larga espera, volvió a la Argentina para presentar su quinto álbum, 48:13, y Velociraptor!, con el que había plantado a su público en 2012. “Perdón por no haber venido antes. Esta noche los recompensaremos”, adelantó el guitarrista Serge Pizzorno, causante de esa cancelación. Y la verdad es que se congraciaron con una cancionero de lo más rockero, al mismo tiempo que glamoroso, en el que no faltaron “Bumblebeee”, “Praise You” (cover de Fatboy Slim) o “Vlad de Impaler”. De lo mejor del Lollapalooza 2015. También lo fue Alt-J, que en su primera visita al país mostró su disco This Is All Yours, con el que se anotaron como candidatos a sucesores de Radiohead. Aparte de sorprender por el nutrido número de seguidores locales que ostenta, el cuarteto comprobó, de la misma forma que St. Vincent, que el pop es un campo de cultivo experimental solvente, aunque no necesariamente obvio.

Al tiempo que DJ Snake se convertía en la respuesta francesa a las bandejas de esta segunda edición del evento, al que asistieron 70 mil espectadores, The Smashing Pumpkins despachó un recital en plagado de clásicos. A lo largo de una hora y media, Billy Corgan y su nueva encarnación, recrearon temas como “Tonight, Tonight”, “1979”, “Ava Adore” y “Zero”, sin mayores novedades. Aunque esta vez, a diferencia de su recital en el Luna Park, se le vio más dispuesto.

Así también se encontraba el público cuando Pharrell Williams, por fin, cantó sus temas más conocidos: “Get Lucky” y “Lose Yourself to Dance” (ambos de Daft Punk) y “Hollaback Girl” (grabado con Gwen Stefani) y, obviamente, “Happy”, que más que contento, dejó al público, satisfecho. No obstante, la clausura formal del festival estuvo a cargo de Skrillex. El enfant terrible de la electrónica estadounidense despachó un set mortal, en el que hasta se dio el gusto se filtrar una cumbia entre su maraña de dubstep. Lo que cerró una jornada sin postales, aunque con muchos souvenirs.

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