Jue 04.06.2015
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MUSICA › SUSANA RATCLIFF PRESENTA SU DISCO EN NOSOTROS, ESTA NOCHE, EN HASTA TRILCE

“Fue el bandoneón el que me llamó a mí”

En ella se da una combinación poco habitual: es compositora, bandoneonista y cantante. “Hubo una necesidad expresiva; yo necesité unir la voz con el instrumento”, señala, en un intento de explicación del riquísimo material que compone su nuevo álbum.

› Por Karina Micheletto

En nosotros se llama el nuevo, bello y profundo disco que editó Susana Ratcliff por el sello entrerriano Shagrada Medra. Es una búsqueda tan original y personal como conectada a un universo de raíz concreta, el de la música popular latinoamericana, desde el particular lugar que le da su triple condición de cantante, bandoneonista y también compositora. Hoy, a las 21, En nosotros sonará en Hasta Trilce (Maza 177), junto a la banda que también acompañó a Ratcliff en el disco: Sebastián Gangi en piano, arreglos y dirección, Lucas Homer en bajo y contrabajo, Sebastián Henríquez en guitarra y Ana Ponce en percusión y coros.

El nombre del disco hace alusión al tema así llamado, de autoría de Ratcliff, dedicado –cuenta ella– a un amigo que estuvo preso en la última dictadura cívico-militar y que murió unos años atrás. “Fue algo muy fuerte en lo personal, esta desesperación que uno tiene de saber qué queda de estos luchadores, si se van o si pueden quedar en lo más profundo nuestro”, advierte la artista. “Creo que uno les puede hacer en un lugar desde la memoria, y también desde la música y el arte. Es también esa frase de Yupanqui: ‘En nosotros, nuestros muertos, pa’ que nadie quede atrás’. Es lo que está dentro nuestro para seguir en la memoria viva”, define. Desde esa idea de un lugar de encuentro colectivo, a modo de punto de partida, Ratcliff parece haber ido tejiendo un repertorio en el que a los temas propios suma los de otros de muy variada procedencia –Silvio Rodríguez, Jorge Drexler, Carlos “Negro” Aguirre o Félix Palorma–, con una delicada mirada desde la interpretación y los arreglos que es también marca de estilo.

En este concierto, Ratcliff tendrá como invitados a dos músicos que pueden considerarse también sus referentes: Ramón Ayala e Hilda Herrera. “Estos dos referentes hablan desde la tierra: Ramón es un pedazo de esa tierra, de Misiones, y del asombro de esa tierra. Hilda, una fuerza desde su Capilla natal, sus cerros, que le hacen venir con esa impronta tan maravillosa”, define. “Tengo la suerte de estar cerca de estos músicos y que aceptaran venir, es una caricia para poder seguir con ellos del brazo”, asegura.

–Es bandoneonista y cantante, además de compositora. No es una combinación habitual, ¿cómo se dio?

–No podría saber exactamente la razón por la que no es habitual esta combinación, pero en mi caso hubo una necesidad expresiva; yo necesité unir la voz con el instrumento. Es cierto que, en el amplio espectro de la música, a veces es difícil elegir acompañarse con el bandoneón, que es un instrumento de viento. En el tango sí, permite ciertas cosas, como hacía Rubén Juárez, ese genio: tanto él como Dino Saluzzi son mis maestros, mis referentes absolutos.

–Puede pensarse que se debe a la gran dificultad de ejecución que tiene el bandoneón, que hace difícil sumar un centro de atención más, el de la voz...

–Bueno, hace poco me decía Tom Lupo: qué complejo es lo fácil. Tomo su frase porque es así, no me sale de otra manera. Por más que considero que lo hago sencillamente, por más que toco de corazón, trabajo muchísimo con el bandoneón y con la voz. Y me da mucho placer poder hacer las dos cosas, acompañarme y poder hacer frases con el bandoneón sobre lo que canto.

–¿Qué fue primero?

–Primero fue el canto, y la guitarra. Yo me crié en Paraná y mi impronta musical viene por el lado de mi mamá, que tocaba la guitarra y cantaba. Cantábamos muchas canciones chilenas, porque ella es chilena, pero también del folklore entrerriano, siempre con la guitarra. Después empecé a desarrollar el piano y me acompañó todo lo que fue el proceso de Alternativa Musical Argentina en los ’80, el grupo Magma en Paraná, toda esa movida que nos dio la oportunidad de escuchar a Chacho Muller, a Hilda Herrera, a tantos. Entonces, canto, piano y guitarra. Esto, hasta que me encuentro con el bandoneón, en la casa de una familia amiga. Y ahí, yo siempre digo que fue el instrumento el que me llamó a mí.

–¿Por qué?

–Porque fue como una fascinación inmediata, yo tendría unos 17 años, ya estaba formada musicalmente, pero a partir de ahí decidí seguir mi recorrido aprendiendo a tocar bandoneón. Tomé clases con Rodolfo Mederos, con distintos profes de música, después me vine a estudiar a La Plata y a Buenos Aires y comencé mi recorrido acompañando en orquestas, tocando en distintos grupos. Pero después uní esta necesidad de no dejar la voz de lado. Tuve claro que la voz también era mi instrumento.

–¿Cómo hizo para armar el repertorio del disco, que es muy variado? ¿Qué tiene que tener un tema para que lo quiera interpretar?

–En el caso de este disco, el hilo conductor es la palabra, el poema. Yo soy muy inquieta sobre lo que dicen las canciones, y cada canción tiene un determinado acompañamiento del bandoneón y una gran mirada sobre los arreglos. Trabajamos mucho con Sebastián Gangi para que cada arreglo tenga que ver con el tema, buscando un aporte nuevo en la canción: el asombro cotidiano de “La piedra azul”, la pregunta del niño de “El escaramujo”, la pena que se libera y se deja volar en el tema de Drexler (“Se va, se va, se fue”). Ayudaron, también, los amigos colegas que sumaron su talento como invitados: María de los Angeles Ledesma, el Dúo Karma, Luna Monti y Juan Quintero, muchos.

–Hay una búsqueda por la canción, con fuerte raigambre latinoamericana. ¿Cómo se reconoce en ese contexto?

–Lo que siento que puedo aportar es una conexión con lo rítmico, con una mirada fina, o mejor dicho afinada. Quiero decir, me importa que tenga su diferencia un rasguido doble de una huella o de una chamarrita o de una chacarera. Que cada canción tenga su esencia de raíz es para mí una mirada importante. No me da lo mismo fusionar todas las músicas, y esto lo trato de trasladar al instrumento: cuando hago un vals peruano trato de que el bandoneón pueda aportar desde mí como intérprete, pero que suena a vals peruano. Con mucho atrevimiento, claro, porque yo no soy peruana, pero que tenga una mirada de lo rítmico. Esa es una posición que tengo respecto de lo global, la de mantener nuestros ritmos. Como intérprete, no me interesa buscar cómo nuestra música popular se fusiona al resto del mundo, sino cómo vuelve al pueblo para poder ser dicha nuestra canción.

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