MUSICA › OPINION
› Por Litto Nebbia
A través del tiempo la música fue creciendo. Aquello que nació para ser escuchado en contra de las viejas corrientes generacionales, se fue liberando de su pasado y comenzó a tener voz propia. Eso que al inicio se llamó rock pasó a ser música. Aquellos códigos exclusivos para determinada porción de una generación comenzaron a captar adeptos de otras edades y niveles sociales. ¿De qué se trataba entonces todo eso? ¿Era algo tan simple como algunos músicos exitosos cuentan en sus reportajes con un dejo de “genialidad”? “Empecé a escribir canciones porque quería conseguir chicas...” Para nada. La verdadera y sencilla razón se encuentra en la búsqueda de libertad que todo ser humano tiene depositada en su organismo. Esa libertad luego se manifiesta acorde al nivel social, intelectual, romántico o emocional de cada uno, y estará direccionada según el destino, carisma, audacia, sueños y hasta el más mínimo poder de desesperación del individuo.
Cinco adolescentes se disponen a salir un sábado para divertirse. La soledad que arrastran los lleva a tomar aceleradamente mucho alcohol. Sólo tratan de equilibrar ese sentimiento solitario. Dos horas más tarde, aparecen peleando con otros adolescentes, por alguna razón que ya nadie recuerda cómo se motivó. Esa violencia los beneficia momentáneamente. Les permite creer por un rato que no están tan solos. Les produce un efecto de “compañía” que equilibra la verdadera situación. ¿Y dónde están las chicas?
Esa música que comenzó medio siglo atrás fue mudando de ropaje, de necesidades, de destinatarios. El mundo cambió. Cada día lo hace. Las notas van cambiando de lugar transformándose en una melodía necesaria para algunos corazones. La rítmica de las guitarras, el aporreo de los pianos o la grave pulsación del bajo, ingresan al cuerpo del que escucha. El organismo se identifica con algunos colores que le son gratos, pero también con otros que le son familiares desde su temprana necesidad.
El hombre ha crecido y la música también lo ha hecho. Cincuenta años después, ya no le interesa nombrar a esa música con un género determinado. Es solo música. Nada menos ni nada más que música.
Canciones que narran situaciones de vida. Climas de entrega que aspiran ser reconocidos por el otro.
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