A pesar de que no hubo ningún disparador histórico, memorabílico o conmemorativo específico, más allá de la nostalgia que sigue provocando su ausencia, el Festival Ciudad Emergente cerró anoche, en el Planetario porteño, su octava edición con un tributo a Gustavo Cerati. Si bien son muchas las redenciones que sucedieron y acontecerán (tras el anuncio la semana pasada del show de Cirque du Soleil que se basará en Soda Stereo) acerca de la obra y figura del músico, a partir de su muerte en setiembre pasado, la particularidad de esta invocación fue que giró en torno a su repertorio solista. Por lo que la agrupación de sus últimas dos giras, aunque en esta ocasión Fernando Samaela fue reemplazado por el baterista de la formación del álbum Bocanada, Martín Carrizo, se transformó en la columna vertebral de un espectáculo en el que a medida que tomaba calor se convirtió en una fiesta de hits. No obstante, apenas comenzó el show, poco después de las 19, Richard Coleman, devenido en orador del espectáculo, al igual que en director de la banda, así lo dio a entender: “Bienvenidos a este lugar con parlantes. Este es un homenaje a la música de Gustavo, por el que pasarán una gran cantidad de temas y artistas”.

Después de que el combinado ofreciera una versión instrumental de la canción que le dio título al último disco de Cerati, Fuerza natural, Leo García fue el primero en subirse al escenario para interpretar Magia y La excepción. Para luego dar paso a Leandro Fresco, el más longevo de los miembros de la agrupación del otrora Soda Stereo, quien se encargó de recrear “Av. Alcorta”. Luego de que Alejandro Alvarez, vocalista del grupo Barco, hiciera “Karaoke”, y de que Bruno Albano y Tomás Puturele, de Banda de Turistas, juntaran fuerzas en “Rapto”, Ale Sergi y Juliana Gattas, las caras visibles de Miranda!, intentaron apropiarse de “Paseo inmoral” y de “Uno entre 1000”. Pese a que las 40 mil personas que llegaron al predio que Cerati inmortalizó en América latina a través del video de uno de los éxitos de su ex terna, “Zoom” (en cuya cúpula proyectaban expresiones de sus fans), el primer momento álgido de la noche sucedió cuando su hijo, Benito, cantó “Te llevo para que me lleves”. Y no podía ser más representativa la elección, pues fue el tema que su padre y su madre, Cecilia Amenábar, registraron en un videoclip, mientras él se encontraba a pocas semanas de nacer.

Richard Coleman, al principio del homenaje del Ciudad Emergente, advirtió que no presentaría a ningún cantante, pues las pantallas que estaban a sus espaldas lo harían por él. Pero en ese tramo del evento rompió el protocolo, y lo hizo. Lo que vino bien debido a que desacartonó cualquier sensiblería de la velada. Al punto de que Benito, en vez de recordar a su progenitor, en el ocaso del Día del Padre, le dedicó su performance a su abuela, Lilian Clark, quien se encontraba de cumpleaños entre ese público potente, fiel y arengador. Desde entonces, todo fue desparpajo: con Fernando Ruiz Díaz, de Catupecu Machu, cantando “Déjà vu”, con Walas, de Massacre, haciendo “Cosas imposibles” y “Marea de Venus”, e incluso cuando tres históricos del rock argentino se pusieron la capa y la espada para reivindicarlo: Alejandro Lerner en “Crimen”, Pedro Aznar en “Cactus” y David Lebon en “Adiós”. Sin embargo, la despedida, la verdadera, aconteció luego de que Coleman hiciera gala de su sapiencia ceratiana en “Lago del cielo”. Así el grupo completo, dedicado y dedicatorio, le regaló la versión más bonita que se haya visto de “Puente”. Lo que devino en el “Gracias por venir”, y en, por supuesto, el “Gracias totales”.