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Jueves, 25 de junio de 2015

MUSICA › ALBERTO ROJO ACTUARá HOY EN BUENOS AIRES

Propuesta de sonidos y silencios

 Por Sergio Sánchez

Alberto Rojo no esconde su tonada tucumana. Vive desde hace veinte años en Estados Unidos, pero habla como si nunca se hubiera ido. Es un rasgo de identidad que no entiende de distancias. Lo mismo le suceda con la música folklórica, que lo apasiona tanto como su guitarra. Con ese instrumento como guía, sacó tres discos con composiciones propias y ajenas. Es, además, licenciado y doctor en Física, tarea que desempeña como docente en el país del norte. Para él, “la música y la ciencia forman parte de una misma unidad”. Ahora se encuentra en medio de una gira que lo llevará por Catamarca, Córdoba, Tucumán y Rosario. En Buenos Aires, tocará hoy a las 21 en el Teatro del Viejo Mercado (Lavalle 3177), acompañado por un “trío de jazz pero folklórico”: Martín González Puig en percusión, Norberto Córdoba en bajo y Rojo en guitarra y voz. “Me crié entre el folklore y la música clásica. Pero siempre me gustó el jazz. Me encanta tocar solo con guitarra, pero tocar con otros te permite tomar otros espacios y te amplia la paleta sonora”, considera.

–En su modo de interpretar, hay una búsqueda yupanquiana del silencio. ¿Se podría considerar un continuador de esa corriente estética?

–Quizás, es un poco pretencioso plantearlo así. Pasa también con Borges o Mercedes Sosa: son inimitables. O con Astor Piazzolla. Ahora hay que volver para atrás y crear una rama distinta. Pero si se me permite la modestia, sí, me gustaría considerarme continuador de ellos. Nadie como Yupanqui ha podido jerarquizar el silencio. Lo más profundo, denso y espeso que tiene la música de Yupanqui es lo invisible.

–¿Y por qué cree que esa línea estética quedó un poco huérfana o desatendida en el ambiente folklórico?

–Pienso en una persona que conversa con su amigo y al mismo tiempo mira el celular. ¿Dónde está el silencio ahí? Los neurocientíficos sostienen que el cerebro no hace “multitasking”, el cerebro hace una cosa por vez. Entonces, si mirás el celular mientras hablás con tu compañero te estás fraccionando en pedacitos y no llegás a la profundidad de las cosas. Un concierto de Yupanqui era una ceremonia. Y ahora parece que necesitamos grandes iluminaciones, pero la intimidad de una charla es irreemplazable.

–¿De qué modo se vincula con la música folklórica argentina desde la lejanía?

–Me permite entender desde una óptica más general de dónde venimos musicalmente. En la música folklórica argentina tenemos una tradición tan corta que a veces tratamos de exagerar. Las zambas que la gente considera tradicionales tienen 40 o 50 años. Pero en otras culturas, hay músicas tradicionales que tienen 2000 años, como la celta. Me pasa que no es tan importante vivir en Argentina, como que Argentina viva en mí.

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