MUSICA › CHUCKY DE IPOLA PRESENTA VENGO, SU TERCER DISCO, EN SAMSUNG STUDIO
El ex tecladista de Los Piojos y La Mississippi transita por un importante giro en su carrera, porque ahora se lanzó a cantar. “Quería que la gente realmente escuchara lo que hago, me pregunté cómo hacer para comunicar, y para eso hay reglas”, reflexiona.
› Por Mario Yannoulas
Un colchón, dos teclados, una computadora, un micrófono, dos sillas, una mesa y una heladera son las cosas que necesita Miguel “Chucky” De Ipola en su departamento. Hace repiquetear el dedo índice y el medio sobre las teclas ahora mudas, y desnuda su zeitgeist artístico: “Me cansé un poco del tiki-tiki”. Valdría la metafísica futbolera, porque si la grieta separa a líricos de pragmáticos, el tecladista transita por uno de los giros más importantes de su carrera, que lo aproxima sigilosamente hacia el segundo conjunto.
Ya sin dobles interpretaciones, el ex miembro de Los Piojos y La Mississippi (entre otros) está hablando de paradigmas musicales. Más específicamente, de Vengo, su tercer trabajo solista, editado en 2014, que hace las veces de documento y catalizador de ese cambio, un nuevo paño en el que el juego del jazz funk electrónico y virtuoso queda algo de lado, en pos de una flamante mirada: el hombre del teclado se lanzó a cantar. Y en ese plan se presenta hoy desde las 21 en Samsung Estudio (5 de Julio 444).
“Al haber estado tanto tiempo en Los Piojos, una banda que componía canciones, empecé de a poco a meterme en la escritura e intenté lograr un formato radial”, explica. “Quería que la gente realmente escuchara lo que hago, me pregunté cómo hacer para comunicar, y para eso hay reglas. Después de tantos años, sé lo que pasa si las desoigo y también si las cumplo sin respetarme a mí mismo. Tenía que lograr canciones que me gustaran, producirlas, cantarlas y superar el sonido del disco anterior, Concreto. Pero, sobre todo, cantar.”
–Es un cambio importante, ¿qué lo empujó hacia ahí?
–Fue clave la decisión de abocarme totalmente a mi proyecto. Antes les dedicaba todo a las bandas con las que trabajaba: Los Piojos, La Mississippi, y un poco con Ratones Paranoicos. El tiempo que me sobraba, lo volcaba en mi disco. Si bien siempre estuve acompañado por excelentes guitarristas, como el “Negro” García López –la primera persona que me llevó a un estudio–, Botafogo, Tavo y Piti de Los Piojos, o Jimmy Rip, en Vengo las guitarras toman otro protagonismo. Quería cortar con el tiki-tiki y empezar a dosificar, porque lo bueno y breve, es doblemente bueno. También descubrí que me gusta el rol de frontman. Ahora hay momentos en los que me voy del piano, todo es más dinámico.
–Quizá siente que ya no tiene que demostrar que sabe tocar...
–Sí. Además, es raro que me exponga a hacer algo que no me salga bien. En la música, si uno no se traiciona y no trata de ser lo que no es, la gente lo entiende.
–Muchos músicos dicen que no les interesa sonar en la radio, pero usted habla de un disco de “formato radial”. ¿A qué se refiere?
–Hay una simple razón: la música es un acto social. Si no hay receptor, no existe. Hay que tratar de comunicarse y en esta época el único camino para que te conozcan es tocar en vivo lo máximo posible. Está mal renegar de los medios, si lo que viene después es una queja porque la gente no te escucha. Si no te interesa, bárbaro. Yo sí quiero que me escuchen, me gusta mostrar y ver reacciones. Y hay todo un formato para eso. Me encantaría llegar cada vez a más personas y no por anhelar fama sino por ambición artística. Pasa siempre: de no haber estado el público, Los Piojos tampoco habrían existido.
–En la Argentina hubo una tradición de tecladistas frontmen que parece haber mermado en otras generaciones: Charly García, Andrés Calamaro, Fito Páez, entre otros. ¿Eso lo condiciona de alguna manera?
–Las cosas se me fueron dando. Empecé hace veinte años, a los 14 estaba en el Roxy de Rivadavia cuando tocaban Charly y los Ratones, pero nunca tuve un plan. Cuando era muy chico fui a ver a Joe Cocker, con él estaba Chris Stainton, y yo pensaba: “Quiero eso”. A medida que fui creciendo reafirmé que quería ser músico, y sorteé desafíos, nada de lo que logré fue regalado. Llegué a la conclusión de que la cumbre de un músico aparece cuando logra componer obras que le gusten, y además de tocarlas puede cantarlas. La lírica es algo maravilloso en la canción, el canto es el único instrumento que viene con el ser humano, transmite lo energético, sensorial y sentimental. Es el desnudo de la personalidad.
–Participó de muchas bandas clásicas, pero su cosecha personal también se vincula con lo electrónico, principalmente en Electronic Jazz, su primer disco. ¿Cómo llegó a ese formato?
–Me había impactado mucho escuchar en un boliche un tema mezclado por Hernán Cattáneo, que incluía un solo de piano. Ahí hice el click con la electrónica, me alejé de toda esa discusión sobre si los DJ tocan o no. Me encantó, pero tenía 22 años, tocaba con La Mississippi y me daba un poco de vergüenza decirlo. Además, no estaba tan escuchada la electrónica, mucho menos con instrumentos. Ese primer disco fue el resultado de haberme mandado solo a practicar un estilo que hacía apenas dos años que escuchaba.
–Trabajó con diferentes artistas consagrados. ¿Por qué dice que en Los Piojos fue donde más aprendió?
–Lo que más me llevé fue la experiencia de los shows. Terminó siendo un sueño, éramos amigos tocando antes de los Rolling Stones. En cuanto al estudio, venía aprendiendo mucho con La Mississippi, principalmente en producción artística. No les prestaba tanta atención a las letras, era muy obsesivo con el bajo, la batería y el solo de piano, me perdía la mitad de las cosas. Y cuando era socio y miembro estable, vino Juan Carlos Tordó, baterista eminencia, y me dijo: “Pendejo, Los Piojos quieren que grabes con ellos”. No caía en la magnitud de esa banda y me impactó conocerla. Hacer ese show es jugar en primera. Ahí entendí mucho sobre lo profesional, la importancia de la puntualidad, el descanso y el orden. Parece totalitario, pero es así. Con Andrés (Ciro) aprendí a meterme en la canción. Hay un formato nacional radial en el que la voz va arriba de toda la banda, y está muy bien tener claridad para que el mensaje llegue. La voz es lo primero. Y en eso estoy.
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