MUSICA › CELESTE CARBALLO CELEBRA VEINTE AÑOS COMO ARTISTA INDEPENDIENTE EN EL OPERA
La cantante volverá a grabar su primer disco, Me vuelvo cada día más loca, completo y con arreglos originales, esta vez en vivo, para recuperar los derechos sobre la obra. Sin embargo, detesta la idea de la nostalgia y apuesta al futuro adelantando temas de Por amor al blues.
› Por María Zentner
–Ahora, una sin la guitarra.
–¿Estás loco? ¡Sin la guitarra no es Celeste Carballo!
Así, en tercera persona, Celeste Carballo da por tierra con la idea del fotógrafo de hacer algunas imágenes más... sin guitarra. Se aferra a la Epiphone y sigue jugueteando frente a la cámara. Hace muecas, se ríe, se sienta en el suelo. Se divierte seriamente. Más temprano, camino al bar donde se realizó esta entrevista, Carballo se congratulaba: “Hace años que llevo la misma política, que es que cada acto de mi vida es arte, o sea, realidad”. Y así lo hace ver. Está contenta, pletórica, radiante. La perspectiva del show de hoy a las 21 en el Teatro Opera (Corrientes 860) la pone feliz. Viene de hacer una nota en una radio y, casi sin solución de continuidad, se dispone a contar de vuelta cómo y por qué. Pide café y medialunas y entrega un CD casero con el material nuevo, de estudio, todavía inédito: Por amor al blues es el disco que viene. El presente/futuro de Celeste Carballo. Un presente orgullosamente creado y materializado por ella.
Un presente que se mezcla ine- vitablemente con el pasado, ya que el motivo de la presentación en el Opera, además de celebrar sus veinte años como artista y productora independiente y adelantar temas de Por amor..., es grabar Me vuelvo cada día más loca en vivo y con arreglos originales, con el fin de recuperar los derechos fonomecánicos de esas canciones para su flamante sello, Cece Digital. Y, aunque cualquiera pensaría que volver a grabar un disco –su primer disco– de hace más de treinta años podría constituir un gesto nostálgico, ella niega categóricamente esa posibilidad. Ante la mera mención de la palabra “nostalgia”, cambia su expresión, se arrebata: “¡No! ¡Tachame la doble generala! Te equivocás mal. ¡No! Nostálgicos, ¡cúrense! Vivan hoy. Ese sentimiento es un gran generador de enfermedades. Es muy nefasto. Es inorgánico. Es tóxico. Yo vivo hoy. ¡Te estoy dando mi material nuevo! Es lo más grosso. ¿Sabés por qué? Porque está generado por la misma persona. Yo. Hoy. El tiempo... el tiempo es un objeto circular. Y esférico. Hablemos de otra cosa”.
–¿No le gusta hablar del tiempo?
–No. No es que no me guste hablar: no tenemos tiempo para hablar del tiempo. Es un aspecto que tiene que ver con la física, con la matemática, con lo místico, con el espacio, con corrientes culturales, con un planeta llamado Tierra. Tiene que ver con cosas que ni sabemos. Así que, ¿cómo podemos hablar nosotras del tiempo? ¡Hablemos de música! Porque mi vida está basada en la música. Mi vida es música fresca. Siempre lo fue, lo es y continuará siéndolo.
–A propósito del sello digital y de la nueva distribución que está haciendo de sus discos, ¿cambió su manera de componer y de pensar la música a partir de las nuevas plataformas y dispositivos a los que está dirigida?
–Mi manera de componer fue cambiando según qué instrumento utilizo. Por ejemplo, Mujer de piedra lo compuse con el piano. Y es claramente un disco de pianista, muy musical. En cambio, Por amor al blues es un disco que hice desde la guitarra y que tiene los cuatro acordes básicos del blues, pero con un corazón gigante. La temática que guía la composición va cambiando según el instrumento. Ahora: yo puedo pensar un disco, un montón de gente alrededor mío lo puede pensar, pero el disco que va a llegar a la gente es, finalmente, lo que se pudo hacer. La realidad. Porque todos podemos elucubrar en nuestras cabezas, pero luego, la mecánica de llegar a ese material bajado a una realidad grabada, producida, te lleva a que la idea original va variando.
–Compuso “Otra oportunidad” en 1993, pero recién la grabó y editó en 2011, ¿cómo sabe cuál es el momento de cada canción?
–A ese tema le cambié todos los acordes y un poco de la letra. O sea que hay otra “Otra oportunidad” más. No sé muy bien cómo llega el momento. Quizá me la crucé buscando otra cosa y me quedé enganchada. No es algo pensado o calculado. La encontré, nos encontramos, empecé a tocarla en el piano. Me gustó la temática, porque Mujer de piedra es un disco dedicado al planeta Tierra, a la Madre Tierra, la Pachamama, y este tema pone el foco en el tema de la femineidad, en los ídolos del inconsciente colectivo. No sólo los míos.
–En esa canción menciona a muchas mujeres, la mayoría de ellas referentes del feminismo. ¿Se considera feminista?
–El feminismo ya es un término pasado. Prefiero hablar de estas mujeres (Janis Joplin, Alfonsina Storni, Simone de Beauvoir, Joan Baez, Tita Merello) como de mujeres gerenciadoras. Gerenciadoras de arte, de cambios sociales, de pequeñas revoluciones individuales que se han convertido en colectivas, referenciales de muchas generaciones.
–Habitualmente, cuando se habla de las mujeres del rock argentino, se hace mucho hincapié en los músicos con los que tocaron. Aunque se trate de mujeres con carreras de décadas, como la suya.
–En la Argentina existe un machismo centralizado infernal y en una progresión geométrica que va aumentando. Pero eso está bueno, porque, cuando una fuerza hace mucha presión en un sentido, la contrapuesta hace la misma presión en el otro. Y, entonces, ¡revolución! Estoy esperando ver la nota a Charly que diga “cantó con Celeste, con María Gabriela, con Fabiana, con Hilda”. ¡Porque él lo dice! No es él el culpable. Son los medios. ¡El se proclama a sí mismo feminista! Pasa que el rock tiene una postura física en el escenario que es como muy masculina en el estereotipo. Hago un paralelismo entre el chongo típico del fútbol, el chongo argentino, y el Carpo. El chonguismo del rock y el fútbol van así, codo a codo. Esa cosa física, de tronco de árbol que tiene. Entonces, cuando aparece una mujer, parecería que es El Otro. Después, empieza a sonar. Hay un power femenino muy fuerte en los escenarios de las chicas que hacen rock.
–Hasta 2011, decía que no le interesaba participar en las marchas del Orgullo Lgbtiq. Sin embargo, en la de 2012 fue la artista encargada del cierre. ¿Qué la hizo cambiar de opinión?
–Estoy participando 24 horas desde hace 27 años. No hace falta que dé explicaciones. Tenía una buena banda y ganas de tocar. Para mí, no significa nada. Yo vengo de la década ganada: una década de no tener contacto alguno con la especie humana, sea del género que sea. Para mí, todo el tema género es anacrónico. Igual que el feminismo. Ya fue. No es mi tema en absoluto. Mi tema siempre es la música. Nada más.
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