MUSICA › BAHIANO VOLVIO A COMPONER CANCIONES PARA CELEBREMOS
El cantante se juntó con Facundo Monty, quien trabaja para el planeta latino-pop, y de esa rara yunta salió un álbum “más pilas, más bailable”. Después de varios años ligado a la tv, afirma: “Ahora es momento de tocar y cantar; hace mucho que espero tiempos como éste”.
› Por Gloria Guerrero
Pasaron diez años desde su primer disco como solista (BH+); ocho desde sus más recientes composiciones propias (Nómade) y otros cuatro desde Rey Mago de las nubes, aquel entrañable CD–DVD con las canciones populares de una América latina profunda que Bahiano supo retratar con holgura y hondura en su programa musical de viajes por tevé: Música para el tercer milenio (Mp3). Y ahora Bahiano está de fiesta. Su nuevo álbum se titula Celebremos y el hombre celebra: ha vuelto a escribir canciones. Sin embargo, sorprende la elección de su adláter: Facundo Monty es un cantante y compositor que trabaja para un planeta latino-pop (Alejandro Fernández, Pabl(it)o Ruiz, Yury, Marc Anthony, Chayanne, esa ruta) en el cual Bahiano, a priori, aparecería como un alien recién aterrizado. Facundo Monty (con “y”) es uno de los hijos de Yaco Monti (con “i”, veterano cantautor romántico argentino–internacional).
–¿Cómo y por qué eligió a Monty como compañero de tareas?
–Su hermano Jony, tremendo bajista, viene tocando conmigo desde hace diez años; él me dio la idea. Sabía que Facundo había vivido en Los Angeles y trabajado como asistente de (el respetado ingeniero y productor) Gustavo Borner, pero nunca había escuchado nada de su obra; un día nos juntamos, tímidamente, sólo guitarreando, para ver qué pasaba. Fue raro al principio, pero en las siguientes juntadas me sentí mejor y más seguro. Empezamos a trabajar en un sonido de la década de los 80, aunque más actual.
–Rara yunta.
–Sí, eso está clarísimo (sonríe). Bueno, el pecho no se abre fácilmente; vi en Facundo sus ganas de implicarse y trabajar. Tomé su técnica para producir y la traje hasta mi lugar. Coincidimos en muchas cosas... Y yo también tuve que ceder terreno.
–¿Como la Sole con Emilio Estefan?
(Se ríe) –Bueno... ¡En mi disco también hubo coproducciones con Bryant Siono, quien fue productor y guitarrista de Jennifer López! A ver: después de cuatro años, me pregunté: ¿qué quiero mostrar? Y lo que quería era cambiar. Como oyente, como fan, si veo que un artista guarda cuatro años de silencio y me sale otra vez con lo mismo...
–Pero también hay fans que, después de tanto, esperan reconocer la identidad de su artista favorito...
–Sí, pero hay que pensar que quien tenía 18 años cuando me escuchó en Rey Mago... hoy tiene 22; quien tenía 30, hoy tiene 34: mi público fue “modulando”. Y yo también crecí.
–Y dejó el “¡Boió!”.
–¡Sí, dejé las onomatopeyas! (Risas) ¡En este disco no hay más onomatopeyas! Todo este grupo de canciones (“Bonita”, “Celebremos”) son mucho más pilas, más bailables, más pop...
–¿Está buscando alguna entrada en el mercado hispano de los Estados Unidos?
–Puede ser... No lo tenía pensado pero, si se me abren las puertas, bienvenidas sean. Sin embargo, aquí hay canciones como la bossa “No sé qué pasaría” o “Una palabra”, del trovador cubano Carlos Varela, que recuerdan a Rey Mago. “Una palabra”, en realidad, era un tema para Rey Mago, pero al final no entró.
–Quería hacer una “parte 2” de Rey Mago en DVD, con todo lo que había quedado de sus excursiones en el programa Mp3. ¿Por qué no la hizo?
–No pude. El equipo de producción fue tan colgado que no hizo firmar las autorizaciones que correspondían.
–Qué pena.
–Es una cosa que no pude entender.
–¿Y entonces?
–Entonces, nada.
Mp3, historia ya concluida, aún hoy sigue difundiéndose a través de la señal de cable venezolana Telesur, como en latigazos que recuerdan qué tan buenas y lindas fueron aquellas excursiones. Cuando Mp3 se terminó, Bahiano empezó a protagonizar, también por tevé, lo impensado: Una tarde cualquiera, con una tribuna de veintenas de adolescentes y en bruto directo, a través de la señal de la TV Pública. El programa ya lleva tres años en el aire y va de lunes a viernes al atardecer. Bahiano tiene el tremendo trabajo de oficiar de moderador de semejante debacle. “Y ya en diciembre nos vamos”, aclara.
–¿Por qué?
–Porque Una tarde cualquiera es parte de la grilla de esta gestión; si a los futuros gerentes del canal les gusta el producto, seguramente harán una propuesta, si es que quieren volver conmigo. Una tarde cualquiera es una coproducción; no es un programa del canal.
–¿No le agota la paciencia que lo tilden de kirchnerista por trabajar en la TV Pública?
–Sí.
Una tarde cualquiera es una tribuna explosiva, en vivo, de adolescentes sumamente vivos. Cualquier tarde –en una tarde cualquiera– puede uno encontrarse con alumnos de colegios, o con youtubers, o con pibes de barrio, o con agrupaciones juveniles militantes de todos los partidos políticos, que debaten acerca del aborto, de la violencia de género, de la identidad sexual, del teatro, de los noviazgos, de la pavada loca, del reciclaje de residuos, o de los nuevos hallazgos en ciencia y tecnología.
Una alumna del colegio Lincoln asegura estar trabajando en un proyecto por cierto fascinante: el ADN de la banana. Luego de algunas risas, y más o menos comprendida la seriedad de la investigación, se dispara en el estudio “El ritual de la banana” (Los Pericos, 1987): Bahiano, sólo por algunos segundos, disfruta de su historia antigua. Pero estos chicos son modernos; quizá ni siquiera sepan qué tipo de banana estaban escuchando.
Bahiano no es aquí, en este programa, el Perico de la gran historia; ni siquiera es el músico investigador de Mp3; aun menos el comunicador radial que durante años, con Casa Babylon, supo elegir buenas canciones y presentarlas con la fidelidad necesaria. “Lo último que hice en radio fue Curioso por naturaleza por AM Radio Del Plata”, cuenta. “Todos los jueves entrevistaba a colegas: vinieron Teresa Parodi, Kevin Johansen, Marcela Morelo, Horacio Fontova...”
–Y lo deben de haber tildado de kirchnerista también por eso.
–Bueno, era en Del Plata... y finalmente todo se convierte en un gran circuito cerrado, ¿no? Pero eso vale tanto para un lado como para el otro. Si estás “en un lado”, tampoco van a visitarte “los del otro lado”, entonces vos estás navegando por el océano y decís: “Bueno, creo que la gente tiene derecho a decidir lo que fuere”. Tengo muy claras mis convicciones, aunque no todos tienen su...
–...corazoncito.
–Obvio (se ríe). ¿Pero quién no tiene siquiera una idea, una convicción de cómo le gustaría algo? Algunos podrán no tenerlas, aunque no los entiendo... Hay artistas militantes que dedicaron toda su vida a eso, pero yo soy un artista no militante y, en este rubro, la línea de la polarización puede ser muy delgada. Hay gente que me ha dicho: “¡Me gustabas más antes, cuando no eras ultra K!”... ¡y yo nunca dije que fuera ultra K! Jamás vengo revelando mis convicciones ni mi ideología. Cuando era chico sí fui militante de la FEDE (Federación Juvenil Comunista); y después fui militante del radicalismo cuando la primera elección democrática, con Alfonsín; y después salí de gira por todo el país con La Torre, Ratones y Virus, para lo que fue la campaña de (el radical Eduardo) Angeloz. Y he tocado para todos los municipios y para todas las gobernaciones de diferentes banderas políticas; y toqué para el Gobierno de la Ciudad, y toqué para la Nación, también. Claro, eso resulta muy sensible para muchos; sobre todo, para tu gente.
–Pero usted no es un barrilete al viento. Alguna vez habrá dicho: “Esto no lo voy a hacer; acá me planto”.
–Por supuesto: hay cosas que me reservo. Soy un barrilete únicamente al momento de componer (sonríe); para lo demás, pongo mis límites. Sé qué cosas quiero, y qué cosas no quiero.
–¿Qué cosas quiere?
–Bueno, estoy más cercano a lo que es la izquierda. Comparto algunas cosas de la izquierda, aunque otras no. Por decirlo de alguna manera: soy de “centroizquierda”. Hay cosas en las que no estoy ni para el rojo ni tampoco para el blanco. No.
–Habiendo tantos programas de gallinero en los que todos –y principalmente los “moderadores”– gritan su propia postura, ¿por qué en los debates de Una tarde cualquiera, cuando los chicos exponen sus puntos de vista acerca de temas tan serios, usted se mantiene callado?
–Es que mi opinión no cuenta. Sólo cuenta mi opinión cuando se falta el respeto: ahí es cuando entro y pido que no se levante la voz más de lo que se tiene que levantar. Si hay énfasis, que se diga con énfasis, pero no con violencia. También participo cuando hace falta sentido común, cuando las cosas se mezclan demasiado; los voy llevando. En el canal siempre me dijeron: “Vos mantené, moderá lo que quieras, pero no necesitamos de tu opinión; éste es el espacio de los chicos, tu opinión no nos interesa”. Soy únicamente el anfitrión.
–De cualquier modo, usted seguramente tiene su posición personal frente al aborto o a la diversidad sexual (por citar sólo dos ejemplos), y alguna vez habrá querido salirse de la vaina ante algún exabrupto de los chicos...
–Claro que sí, pero no me la juego ahí. Ese es el lugar de ellos; yo soy conductor y moderador, nada más. Hay chicos que a lo mejor vienen con el cassette puesto, “el discurso”. Entonces, no están escuchando al otro. En Una tarde cualquiera estuvieron (Horacio Rodríguez) Larreta, (Diego) Santilli, Karina Rabolini, (Ricardo) Alfonsín, (Luis) Zamora... Todos los de las PASO. Y ahora esperamos a los presidenciables, para nuestro debate.
–El famoso “debate”, pero con los chicos... Quienes a veces tienen más poder de síntesis, más respeto y más coraje.
–Sí. Porque “no tienen red”, dicen ellos (sonríe). Hoy hay chicos de 13 o 14 años que se te plantan y te dicen por qué y por cuál estadística la desnutrición infantil es del “tanto por ciento”. Y pensás: ¿de dónde salió este pequeño monstruo? Nosotros, a su edad, éramos unos nabos importantes.
Bahiano hace la cuenta: a lo largo de tres años, se ha sacado fotos “con 70 pibes por día, aproximadamente; cinco días a la semana son 350; son 4 mil y pico por mes; son 12 mil al año... Seguramente me hice como 30 mil fotos... Me encanta”, sigue. “Ellos me tratan de usted (se revuelve). Pero nosotros, a su edad... A su edad, yo era un nabo importante”, insiste.
–¿Qué cambió?
–Cambiaron las posibilidades de evolucionar; creció la democracia. La juventud volvió a un lugar que en el que no estaba hace hacía muchísimo tiempo: los chicos volvieron a tener ánimos de participar. Antes eran el “No te metás”; el “Yo, ¡argentino!”... Hoy los chicos te dicen “Si creo que pasó esto, lo tengo que decir”. Cuentan, dicen, se animan. Y desde todos los espacios políticos.
–Además de los de su tribuna, usted tiene hijos propios.
–Sí. Mi hija mayor tiene 19 y está en un kibbutz en Jerusalén. Conmigo y mi esposa viven los dos varones: Tadeo, de 13, y Santino, de 8. Tadeo fue varias veces al programa toda vez que se habló de comics y de ilustradores; ya descubrió su vocación, estudia dibujo (sonríe).
–Ya no hace ni Mp3 ni radio; a partir de diciembre quizá se quede sin tevé. ¿Angustia, abismo?
(Risas) –¿Angustia? ¡Nada! ¡Ahora vuelvo a tener micrófono en escena! Ahora es momento de tocar y cantar; este mes me voy a Chile y arranca la difusión de Celebremos: los conciertos, todo... ¡Voy a estar más que entretenido! Hace mucho que espero tiempos como éste: si luego se suma lo demás, evaluaré cómo manejo el equilibrio. Me encanta la tele pero, en todo caso, no tengo síndrome de abstinencia.
–“No dejará que la pantalla mate al ídolo de la radio.”
–¡No...! (carcajada).
–¿Se va a Vicentiquizar? ¿Va a haber un nuevo crooner?
–Me gusta lo crooner. De hecho, mi nuevo vestuario es crooner; voy un poco más sobrio. Hay muchos de mi edad que se hacen los pendex; yo asumo mis lugares físicos y generacionales. Lo crooner me va; no me desagrada en lo más mínimo y, además, creo que me queda bien por la edad. Tengo 53 años y pienso: “Pucha, hace ya treinta que estoy haciendo esto...” Empecé a cantar a los 24 y en diciembre cumplo 54...
–No. Cumple 53.
–No, cumplo 54.
–Usted nació en el 62; cumplirá 53. (Se escucha la carcajada de su manager, desde la otra punta de la habitación: “¡Ella tiene razón, vas a cumplir 53!”)
(Frunce el ceño) –¡¿Entonces ahora tengo nada más que 52?! (Levanta los brazos) ¡Qué alegría que me acaban de dar, me hicieron feliz! ¡En un minuto me gané un año de vida!
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