Jue 07.09.2006
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MUSICA › ENTREVISTA A LA CANTANTE ADRIANA VARELA

“El mundo entero se apropió del tango, que ya no nos pertenece”

Anda con nuevo disco bajo el brazo y muchas ganas de mostrarlo en público. Aquí habla de sus elecciones temáticas, de su desconocimiento del repertorio tanguero y de la pulsión que la recorre cuando canta: “El tango no pasa por lo intelectual, tiene que ver con el eros”, dice.

› Por Karina Micheletto

Hace más de una hora que el fotógrafo ensaya tomas y Adriana Varela dedica sus mejores esfuerzos. Estará cansada, pero lo suyo es definitivamente profesional: hasta pensó la ropa que iría más a tono con el diario. Cuando terminan las fotos corre a sacarse el rouge y avanza sobre Encaje, el disco que el próximo viernes 15 y sábado 16 de septiembre presentará en el teatro Opera. Hace rato que Adriana Varela dejó de ser “la ahijada del Polaco” para transformarse en una cantante de tango con hinchada propia. Los amantes del tango la aman o la odian, no hay medias tintas con la Varela. Los que la aman son muchos, y entre ellos muchos jóvenes, y Varela se mueve cómoda en ese lugar de “rock star” que, contará, a veces le provoca ganas de tirarse en palomita sobre el público, como algún rockero imaginado.

En Encaje (ver aparte) se suma una fila de cuerdas al trío estable de Varela (Marcelo Macri en piano y dirección musical, Horacio Avilano en guitarra y Walter Castro en bandoneón), y guitarras que brillan en algunos temas (“bien riverianos”, dirá la Varela). Se le hace notar a la cantante que hay cierto sonido diferente, más allá de la formación. “¡Qué loco, no es la primera que me lo dice!”, dice ella. “Si es así, ¡está buenísimo!”.

–Entonces no fue un cambio de sonido buscado.

–Nada fue buscado, ningún disco. Salvo el que hice con Jaime Roos, que tiene una obsesión particular a la hora de grabar. Cuando el río suena, además, estuvo pensado en función de la región. Pero después ningún disco es muy elaborado, es muy catártico lo que pasa hasta llegar al CD.

–¿Cómo fueron apareciendo entonces los temas?

–En este caso me gustó centrarme en la oscuridad, en temas heavies, algunos riverianos, con las guitarras. Y sobre todo no muy hechos, porque yo siempre elijo repertorio que descubro. No es que busque específicamente repertorio que no está hecho, es al revés: lo descubro y digo ¡guau! En este disco, salvo “Sur” o “Malevaje”, lo demás no lo conocía. Hay una oscuridad tácita, la que yo traigo por desconocer mucho repertorio de tango, y está también la oscuridad de la temática. “Como abrazado a un rencor” era mi tango preferido, y nunca me había animado a cantarlo.

–¿Por qué?

–Porque es un tema muy anarco, heavy, era difícil meterme en esa historia. Siempre pensé que no iba a poder cantarlo, y al final me animé.

–¿Por qué entraron los dos grandes clásicos, “Sur” y “Malevaje”?

–Yo pensaba que no iba a grabar en mi vida “Sur”, que es un tema que la gente me pedía cada vez que cantaba, desde hace diez años. Hasta que Marcelo Macri me dijo: “Dejate de jorobar, tenés que hacerlo. No es ‘Nostalgias’, que no te gusta, éste te lo piden y es buenísimo”. Me animé además porque Marcelo hizo un arreglo muy para mí y me metí desde un lugar sureño, muy al oído. No quería hacer ese “Suuuuur” eterno, sino el “Sur” de meterla adentro, de adentro mismo del Sur. Y “Malevaje” lo hice porque me encanta, y a mi hijo le gustaba de chico.

–Alguna lectura liga “Malevaje” (“el malevaje extrañao me mira sin comprender”) a una homosexualidad encubierta del protagonista. ¿Coincide?

–¡Nunca lo escuché en mi vida! Pero qué copado, no se me hubiera ocurrido... A mí me pareció lo contrario, un compadrito arrepentido. Pero puede ser un compadrito arrepentido sin importar el objeto sexual, quiero decir, más allá de que el objeto elegido sea varón o mujer.

–¿Por qué decidió incluir dos temas de Jaime Roos?

–Hace mucho tiempo en Montevideo Raúl Castro, el director de Falta y Resto, me contó que a “La hermana de la coneja” la había escrito como un tango. “Vos tenés que cantarla”, me dijo. Es una historia increíble, de una oscuridad y sordidez impresionante, muy emotiva. Y le hice caso a Castro, además quedó con un arreglo extraordinario de Macri. Después me enteré de que está considerada la mejor canción de Latinoamérica en algún lado. Y “Milonga de Gauna” es una milonga borgeana, para Palermo, para Buenos Aires, un tema que Jaime hizo hace poco.

–Hay muchos cruces posibles entre murga y tango, los músicos de Jaime Roos tienen una banda que los explora. ¿Qué le parecen?

–A los músicos de Jaime los amo, grabé con ellos y soy amiga de todos. Esos cruces son reales y los que más claro lo tienen son los uruguayos. En Montevideo, quizá por ser un lugar más pequeño, se huele más el tango que en Buenos Aires. De alguna manera allá hay más posibilidades de oler el barrio que en el centro de Buenos Aires. Se huele todo el barrio, desde Pocitos hasta el Barrio Sur, sólo hay que caminarlo. Se huele el tango, el candombe y la murga de una forma mucho más llana.

–¿Y acá?

–Acá la cosa es más sinuosa. Ahora hay una fiebre increíble con el tema de la identidad, y sobre todo de lo orillero y lo portuario. Hay una mirada al río desde todos los lugares, desde lo más concheto, que es Puerto Madero, hasta el Docke, por poner puntos simbólicos. No es una mirada al agua, sino a las orillas: de dónde venimos, de dónde partimos. Está incluso la orilla como paisaje, y como paisaje marginal de lo que fue el tango y dónde empezó. Porque a esta altura todos tienen claro que el tango es portuario y orillero. Después se hizo nuevo rico, en los ’60 se vistió de lentejuelas, pero nació en las orillas. Y hoy los jóvenes eligen esa mirada del tango, la más “bajo fondo”.

–¿Qué cantantes mujeres de tango le gustan?

–Nelly Omar es una gran amiga, y la admiro profundamente. No sólo por su forma de cantar, también por su estética, su historia. Ella es Malena, Manzi le dedicó ese tango. Es un placer escucharla, tiene una voz bien sureña, y es muy honesta y austera cantando. También Ada Falcón...

–¿Y más acá en el tiempo?

–María Graña tiene una voz excepcional. Pero Nelly me ocupa el corazón. Es “la” intérprete.

–¿Qué escucha Adriana Varela cuando no escucha tangos?

–Adriana Varela no escucha tangos: los canta. No quiero fatigar mi oído, ni mimetizarlo con el tango. Entonces me ahorro la escucha para el momento de la expresión. Eso tiene sus pro y sus contra, pero me quedo con los pro, porque gano en la impronta y la frescura. ¿Qué escucho? Desde Prince hasta Led Zeppelin, pasando por Joaquín Sabina, Jaime Roos, Jorge Drexler, Chico Buarque, Caetano, Björk... de todo.

–¿Qué tiene el tango que despierta tanta pasión en los extranjeros, desde culturas y lenguas tan diferentes?

–El tango está pasando por el mismo fenómeno por el que pasó hace añares el jazz. El mundo se apropió del tango, hoy es universal, ya no nos pertenece. Y el fenómeno se dio con más pulenta todavía que el del jazz. Además, el tango responde a esta necesidad imperiosa de estar con otro, esto que es tan complejo hoy en día, estar acompañado. El sistema nos vendió espejitos de colores y nos dejó solos con una computadora, por decirlo primariamente. Y el tango es esa tijera que separa el mundo individualista o hedonista del mundo acompañado, el de un chabón cazando a una mina de la cintura, o a un tipo, no importa. Hay algo fuerte que se produce en el rito de la danza. El tango es pulsional, no pasa por lo intelectual, tiene que ver con el eros. Los grandes filósofos hablan del tango como fenómeno erótico. Eso es lo que ven los extranjeros y nosotros no, porque lo tenemos tan cerca. Sólo nos sorprendemos cuando vemos la fiebre que despierta el tango en el mundo, ahí no lo podemos creer.

–Cuénteme algo que usted no haya podido creer.

–Lo que pasa en Colombia. Ahí me siento una rock star, sólo me falta tirarme de panza desde el escenario. Miles de pendejos cantando del primero al último tango, como si fuera rock and roll. Mi sonidista, que es el de Divididos, no lo podía creer, me decía: ¡loca, están haciendo pogo!

–¿Desde que empezó hasta ahora, qué cambios notó en la escena del tango?

–Ahora ya no hay prejuicios en el tango. Hay más permisos culturales, más aire. Si escuchás tango no te van a decir “qué limada”, como me decían a mí cuando empecé. En los ’90 nadie escuchaba tango, ni de mi generación ni de la de los pibes. Hoy está presente, está en el aire. También algunos son muy snob con la movida del tango. Yo, por suerte, como lo agarré cuando no estaba permitido, no me considero ninguna snob.

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