Martes, 10 de noviembre de 2015 | Hoy
MUSICA › ENTREVISTA AL SAXOFONISTA Y COMPOSITOR BRANFORD MARSALIS
El estadounidense actuará el domingo en el Colón, con su cuarteto. Su concierto cerrará el festival Buenos Aires Jazz.15, que empieza hoy. Marsalis no cree en el “público experto”, pero considera que tampoco puede asociarse al jazz con el concepto de “espectáculo”.
Por Santiago Giordano
Jazz para escuchar y mirar. Para repartir y compartir. Mucho y bueno. Esta acreditada forma de pensar y hacer sonar el tiempo que seduce e intriga a melómanos de lo más variados, más allá de latitudes y épocas, tendrá por estos días en Buenos Aires otro de sus lugares en el mundo. Entre hoy y el domingo, el Buenos Aires Jazz.15 desplegará una atractiva grilla de eventos que como en cada edición se combinarán a través de conciertos, jam sessions, clínicas y talleres para estudiantes de música, cruces entre artistas heterogéneos, estreno de obras encargadas y proyecciones de filmes con el apropiado marco sonoro. Seis jornadas plenas para apreciar jazz en sus distintas formas, con la dirección artística de Adrián Iaies, la participación de artistas internacionales y seleccionadas muestras de la siempre pujante escena local.
Tras la apertura hoy en el auditorio principal de la Usina del Arte, con la presentación del cuarteto de Peter Bernstein, figura clave de la actual escena jazzística neoyorquina, el Buenos Aires Jazz.15 culminará el domingo en el Teatro Colón, con un concierto de Branford Marsalis. El saxofonista, compositor y director actuará al frente de un cuarteto que se completa con Justin Faulkner (batería), Russell Hall (bajo) y Samora Pinderhughes (piano). “El cuarteto es una formación clásica en el jazz, me gusta, la considero una de mis preferidas –comenta Marsalis en diálogo con Página/12–. Siento que en la dinámica del cuarteto puedo expresar mi sonido con más claridad, de la manera más profunda y honesta”.
Sin embargo, algunos de los últimos discos de Marsalis no tienen que ver precisamente con la formación cuarteto, prueba de su permanente movilidad en busca de las más variadas perspectivas para su música. Es el caso de Songs of Mirth and Melancholy (2012) en dúo con Joey Calderazzo, pianista de varios de sus cuartetos, y más recientemente In My Solitude. Live at Grace Cathedral (2014) un disco de saxo solo, con obras propias, de Steve Lacy y de Carl Philipp Emanuel Bach.
–Inevitablemente. Cuanto más pequeño es el grupo con el que dialogo, menos estridencia busco. Siento que en esos casos necesito una música menos ruidosa, menos fuerte, que me permita matizar el volumen y el tempo sin necesidad de un director, de un líder. En este sentido siento que cuanto más grande es el grupo, menos libertad me da.
–Fundamentalmente en lo técnico. Desde que empecé a tocar música clásica tengo más control sobre mi instrumento, logro un sonido más denso y eso enriquece las posibilidades de contraste, además. El dominio de la técnica me permite expresar mis ideas con más variedad, diversidad de enfoques y sobre todo disponer de mayor amplitud en el momento de tomar decisiones.
–Yo uso la técnica cuando es necesario. Realmente no podría, no sabría cómo, enseñar a alguien a crear una emoción con el sonido. En mi caso personal, me llevó diez años de trabajo consciente lograrlo.
–Es el sonido de un tema lo que determina qué instrumento elijo. Y naturalmente el pensamiento musical es el mismo para cualquiera de los instrumentos.
Considerado entre los mejores saxofonistas del mundo, Branford hace prevalecer lo melódico como un rasgo de potente distinción, una manera de afirmar un credo arraigado en una tradición de la que se siente parte. “El jazz moderno siempre ha sido melódico, hasta alrededor de 1970 –asegura–. La armonía no ha sido tradicionalmente el elemento más importante del jazz. Como en la música clásica, también en el jazz prevalecen las canciones con una melodía fuerte”.
Branford nació en una familia de músicos. Su padre, Ellis Marsalis Jr, es pianista y tres de sus cinco hermanos, Wynton, Delfeayo y Jason, también son músicos. “El hecho de haber nacido en una familia de músicos fue una gran ventaja –reconoce Branford–. Eso me ayudó muchísimo porque desde muy pequeño estuve constantemente expuesto a la música, en contacto con la música y los músicos. Mi memoria tiene que ver con eso. Siempre estábamos yendo a algún concierto, de papa o de Wynton. Y luego llegó el momento de ir a los míos. Y si no era un concierto era un ensayo. ¡Siempre estábamos escuchando o yendo a escuchar música! Seguramente, eso no hubiera pasado y no hubiera tenido esas oportunidades si no hubiera nacido en una familia de músicos.
–Todo lo contrario, nunca pensé que sería músico profesional. Mi hermano Wynton y mi papá fueron los que insistieron y me hablaron de mudarme a Nueva York para intentar una carrera como músico. Sinceramente, pensé que ese proyecto fallaría y que pronto volvería a Nueva Orleans para ser un profesor de historia. Pero como usted puede ver, me equivoqué. Mi padre y Wynton tenían razón.
–¿Quiere que le diga la verdad? Empecé a tocar saxo porque quería entrar en una banda de R&B, básicamente para conocer chicas. Tocando el clarinete eso hubiese sido imposible. Por eso elegí el saxo.
Clark Terry, Lionel Hampton, Herbie Hancock, Dizzy Gillespie, Miles Davis, son algunos de los nombres que tiene que ver con la carrera de Branford Marsalis. Hablando de sus experiencias, el saxofonista, compositor y director no duda en destacar su paso por la Blakey’s Jazz Messenger, en la década del 80. “Art Blakey fue más decisivo para mí –asegura–. En primer lugar porque fue con quien más tiempo toque y también porque llegué a su banda en un momento muy particular de mi formación. Realmente sabía muy poco de jazz cuando comencé con él y resultó ser una escuela indispensable, irremplazable. Herbie Hancock también fue una influencia muy grande, para mí, porque me dio muchas oportunidades para cometer errores, para equivocarme y volverme a equivocar. ¡Y realmente las aproveché!”.
–Hay muchísimas, cientos. Pero me ocurre que siento que las influencias cambian cada año. Este año, por ejemplo, están Louis Armstrong, Sidney Bechet, Gustav Mahler, Richard Wagner, Georg Frederich Handel, Bach, Lester Young y Coleman Hawkins, por nombrar solo algunos.
–No podría decir mucho al respecto. Pero sí puedo asegurar que en la mayoría de los lugares en los que tocamos, la gente se muestra curiosa. Hay un público que aunque no sea exclusivamente fan del jazz, al final siempre parece apreciarlo.
–Lo que digo es que no existen los espectadores expertos. El jazz es una música para gente a la que le gusta la música y le gusta escuchar música. Ahora, si el público busca cantar junto al intérprete, o necesita de las grandes luces y los despliegues en los shows, eso que puede definirse como “el espectáculo”, bueno, el jazz probablemente no sea la música más indicada.
–Es el mismo que en el otro siglo, sólo que hoy los intérpretes no son tan buenos. Tengo la esperanza de que eso cambie.
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