Sábado, 21 de noviembre de 2015 | Hoy
MUSICA › UN SELECCIONADO DE MUSICOS HOMENAJEARA A LUIS ALBERTO SPINETTA
Compañeros de banda del Flaco como Rodolfo García, Emilio Del Guercio, Javier Malosetti y Claudio Cardone, más Ricardo Mollo (Divididos) y Vera Spinetta, la hija menor del músico, adelantan “Tu vuelo al fin”, que se realizará hoy en la Ballena Azul del CCK.
Por Cristian Vitale
“Esto va por Luis, esa estrella que nos guía toda la vida”, arranca, sensible, pertinaz, agradecido, Javier Malosetti. No es para menos: pudo tocar el bajo con (y para) Luis Alberto Spinetta durante varios lapsos de ese mágico trayecto que unió el final de un siglo con el comienzo de otro. Grabó desde Don Lucero –un lujo– hasta Camalotus, pasando por Pelusón of Milk, por nombrar una de las perlas del Spinetta finisecular. Quienes rodean al bajista, en uno de los laberínticos recovecos del Centro Cultural Néstor Kirchner, también tuvieron su lugar de privilegio en el universo del primus inter pares del rock argentino. Rodolfo García y Emilio Del Guercio, claro, como compañeros de la primera hora en Almendra. Claudio Cardone, tecladista y arreglador que descifró los enigmas de varias de sus tardías y complejas composiciones; Ricardo Mollo, eterno admirador; y Vera Spinetta, la hija menor del Flaco, como muestra persistente de una sangre vital y musa, además, de la bella pieza homónima que cierra Los ojos.
“Es hermoso que se mantenga su llama viva, que sus canciones sean parte del texto escolar a nivel oficial, que los músicos sigamos homenajeándolo: son todas cosas que hacen justicia y dan alegría al alma. Ponerle un foco a un artista que ha signado nuestras vidas es fundamental. Y este homenaje, concretamente, es impresionante por los artistas que reúne y por la anuencia de la familia, que lo legitima”, amplifica Malosetti, en los prolegómenos del ensayo general que ajustará los últimos detalles de cara a “Tu vuelo al fin”, el multitudinario tributo a Spinetta que se realizará hoy a las 21 en la Ballena Azul del Centro Cultural Kirchner. “Al minuto, se agotaron las entradas: impresionante”, informa García, generador inicial de una movida que ya es de todos.
Y que reunirá, bajo el paraguas organizativo y logístico del Ministerio de Cultura de la Nación, a unos treinta músicos que formaron parte de las bandas eternas de Spinetta en diversas etapas, más los cuarenta que integran Kashmir, la orquesta sinfónica dirigida por Patricio Villarejo, encargada de cerrar el espectáculo. “La estructura del concierto es la que Rodolfo tenía pensada la primera vez que nos reunimos: la primera parte con cinco bandas que tocarán dos temas cada una, una intermedia con el dúo Fontana-Cardone, y la tercera con la orquesta sinfónica y solistas invitados”, informa Malosetti, que por supuesto hará su aporte musical, tal como los partícipes de esta nota y Black Amaya, Marcelo Torres, Bocón Frascino, Lito Epumer, Leo Sujatovich, César Franov, Jota Morelli, Daniel Ferrón, Martín García Reynoso, Machi Rufino, Juan Del Barrio, Nico Cota, Gustavo Spinetta, Daniel Rawsi, Matías Méndez, Mono Fontana, Sergio Verdinelli, Guillermo Arrom y Carlos Cutaia, entre otros. “Esto nació así: cuando la ministra Teresa Parodi me eligió como director nacional de Artes, el primer proyecto que se me ocurrió fue hacerle un buen homenaje al Flaco, y llegó el momento en buena hora, porque prácticamente es en el Día de la Música y en éste ámbito como la Ballena Azul del CCK. Creo que va a ser una noche emocionante”, se entusiasma García, que lo primero que hizo fue convocar a Malosetti y a Daniel Ferrón para la coordinación artística del convite.
“Luis es como una especie de duende que nos junta y eso demuestra una presencia permanente entre nosotros. De hecho, cuando hablamos de él, siempre lo hacemos en tiempo presente”, refiere aquel baterista de Almendra, Aquelarre y Tantor. “Totalmente”, tercia Malosetti. “Y en lo especifico del armado del concierto, la idea central fue buscar cosas distintas, porque lo de las bandas eternas ya se hizo y estuvo excelente así”, sigue el bajista, al que le cuesta –a él y al resto– revelar la lista de temas. Por ahí se cuelan “Figuración”, canción emblema del primer disco de Almendra, que cantará Ricardo Mollo. O “Tonta luz”, el breve cuarto track de Silver sorgo, que Cardone volvió a revestir para la ocasión. O “Canción de amor para Olga”. O “Aguas claras de Olimpo” (Cristálida), que será estrenada en público tal como fue concebida originalmente, para orquesta de cuerdas. O la inolvidable “El monstruo de la laguna”, que abrirá la noche con una banda plurigeneracional: medio Pescado Rabioso (Bocón Frascino y Black Amaya) en guitarra y batería; un Socio del Desierto (Marcelo Torres), en bajo y el Jade Juan del Barrio, en teclados. “Habrá unos cuantos bombazos, pero preferimos que sean una sorpresa”, pide Malosetti sobre las bandas, y también sobre la lista de temas. “Hicimos una lista inicial que luego fue mutando en función de las ganas de los artistas de tocar esto o aquello... La verdad es que da para hacer cuatro listas distintas y te quedás corto. Otra idea inicial fue que cada banda sea una mezcla entre generaciones y que se pueda tocar parte del material del Flaco con orquesta de cuerdas, porque hay un montón de temas de su obra que pide algo así, y es un verdadero lujo hacerlo en un escenario como el de la Ballena Azul”, señalan Malosetti y García, casi en una sola voz.
“A mí me parece genial cualquier cosa que se haga con respecto a Luis, porque es un artista y una persona totalmente fuera de lo común. Por eso creo que lo que se celebra esta vez no es solamente su música, sino su corazón, que está acá presente. Esto es fundamental y cada día más necesario. En lo personal, estoy muy agradecido de que se me convoque y se me dé semejante espacio y responsabilidad, al lado de músicos que eran mis ídolos antes que yo empiece a tocar, inclusive. Ojalá que siempre lo estemos celebrando a Luis”, interviene Cardone, cuya presencia humana y musical en la obra de Spinetta ocupa casi todos los discos entre Exactas y el bellísimo Un mañana. “Hay una confianza y un amor que están desde siempre con ellos, porque, bueno, los conozco a todos y los quiero mucho. Es un honor que me den la posibilidad de cantar los temas de papi de esta manera... Es como una patada en la cara, en el buen sentido. Fascinante”, se pliega Vera Spinetta, la benjamina de Luis.
–Hay una imagen que se repite una y mil veces en toda la historia del rock argentino: el del abrazo de Spinetta a un guitarrista. ¿Cuántos ligó usted, Mollo?
Ricardo Mollo (risas): –Bueno, el primer abrazo fue desde la primera vez que lo escuché, a los 11, 12 años. Yo tenía un grabador Ranser y salía a caminar por el barrio escuchando esas hermosas canciones suyas, y la verdad es que estoy construido de Luis desde mi oído hasta el corazón, por haberlo escuchado toda la vida. Eso ya era suficiente. Pero además, muchos años después, tuve la oportunidad de conocerlo gracias a Rinaldo Rafanelli, que lo conocía y le había mostrado los ensayos de Demo, el grupo que teníamos nosotros en esa época. Un día, en el B.A. Rock del 82, Rino me dijo “va a venir Luis” y le respondí “quiero conocerlo”. Ese fue otro abrazo. Cuando quise saludarlo, me ganó de mano y me dijo “vos tocás bien la guitarra”. Después, la vida me dio la posibilidad de tener algunas charlas con él, algunos acercamientos... Esto tiene que ver con el amor hacia una persona, más allá de su obra, que es enorme.
–“Construido por Luis”, una imagen que se podría aplicar también a Cardone, a Malosetti y a Vera, por supuesto. De García y Del Guercio, en cambio, podría decirse que se construyeron mutuamente con Spinetta. ¿Cómo ven ustedes, Emilio y Rodolfo, esta cosa horizontal de haberse hecho juntos en la música y la vida?
Rodolfo García: –Bueno, nosotros empezamos desde muy chicos, sin formación y de manera autodidacta. Un poco aprendíamos el uno del otro... Cada cual aportaba lo suyo, pero si tu compañero te corregía tal o cual cosa, también era una enseñanza. Y como estamos hablando de Luis en especial, es notable haber visto todo su desarrollo a través de los años. Lo conocí cuando ni siquiera tocaba la guitarra. Era un amante de la música, nos sentábamos en el cordón de la vereda a hablar todo el tiempo de música, y le sacábamos mucha data a Modart en la noche, que era el único programa de esa música que nos gustaba a nosotros. En ese momento, entendí que él ya era un músico sin saber tocar una nota. Hablábamos de cosas musicales profundas que yo ni siquiera hablaba con mis compañeros de Los Larkins, que era el grupo que tenía en ese momento, y al cual Luis se integró después. Miento si digo que en aquel momento pensé en lo que se iba a transformar él después, pero ya era una persona totalmente distinta. De hecho, cuando fue a tomar clases con Dionisio, el profesor de guitarra del barrio, fue un par de veces, aprendió tres o cuatro acordes, y nunca más fue (risas generales). Todo lo que tocó después lo dedujo de esos tres o cuatro acordes.
Emilio Del Guercio: –Sí, claro, lo he visto a Luis balbucear con la guitarra desde muy chico, tratando de que salieran cosas y frasecitas, y eso está desde las primeras canciones hasta las últimas que son, podríamos decir, más sofisticadas, como en el caso de “Canción de amor para Olga”, que hablábamos recién con Cardone. Había una estructura dentro de él que partía directamente de su individualidad, que se expresó en la música ya desde muy chico, y que después se fue sofisticando, como si fuera una especie de músico de jazz aplicado a la canción urbana.
Claudio Cardone: –Es maravillosa la definición que dio Emilio: Luis es como un músico de jazz aplicado a la canción urbana.
Javier Malosetti: –Luis es todo fuera de lo común, sí. En principio, sus músicas no cuentan ni con el cliché, ni con las convenciones clásicas de la música pop, y a lo último ya estaba escuchando John Coltrane. No sé, decirle músico de rock a Luis es como achicar las fronteras de su arte. El abordó todos esos géneros con bandas de todo tipo: incorporó vientos, orquestas. Estamos hablando de una obra descomunal.
E.D.G.: –Agrego que tocar su música en este ámbito es como bañarse de un espacio en el que Luis es como un protector. La música de él es como una protección para mí, porque está hecha desde un lugar muy profundo y auténtico. Se sabe que el escenario parece un momento que pasa, pero en realidad es un momento de tu vida que es irrepetible. Es eso. Uno puede hacer un show doscientas millones de veces con las mismas canciones, pero cada vez es un momento de tu vida paralelo a tu vida, y entonces la experiencia de vivir esto, protegido por esa gran campana que es la música de Luis, la verdad es que es una experiencia impresionante.
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