Lunes, 11 de septiembre de 2006 | Hoy
MUSICA › LA ORQUESTA DE MARIANO OTERO
Está integrada por muchos de los mejores solistas argentinos y rompe con los estereotipos de las big bands. Ya tiene un CD: Tres.
Por Diego Fischerman
La palabra elegida, como en el caso de Duke Ellington o Gil Evans, es “orquesta”. No se habla de “big band” o, en todo caso, esa vieja tradición del jazz, ligada a los bailes, aparece, para el contrabajista y compositor Mariano Otero y para los otros doce músicos que participan de este proyecto, tamizada por toda una historia que tomó, precisamente, la matriz de esas grandes bandas destinadas a los salones de entretenimiento social para experimentar alrededor del lenguaje del jazz. Y la historia particular de este grupo, en el que se nuclea gran parte de los mejores solistas argentinos y que, hace muy poco tiempo hubiera parecido una aventura imposible, cuenta hoy con un disco recién publicado –Tres, que inaugura el sello Smusic– y con una continuidad –también inimaginable unos años atrás– que se traduce en las actuaciones de todos los lunes en La Trastienda (Balcarce 460).
“Esto parecía una locura, desde el punto de vista comercial, y, sin embargo, nos está yendo muchísimo mejor que lo que podríamos haber supuesto”, dice Juan Cruz de Urquiza, uno de los mejores trompetistas de la escena local e integrante de la Orquesta además de líder de un extraordinario cuarteto. “Cuando comenzamos, la posibilidad de que esto redituara algún éxito económico no estaba en los planes”, comenta Otero. “En realidad, lo que estaba eran las ganas de tocar con un grupo de músicos que admiro y de probar posibilidades de composición que sólo permitía un conjunto grande y con varios instrumentos de viento. Era, simplemente, un riesgo y lo que teníamos eran ganas de arriesgarnos. Me parece que ese riesgo fue reconocido por el público. Que hubo algo que tuvo que ver justamente con la percepción de que sucedía algo distinto y con un ‘boca a boca’ que daba cuenta de una propuesta musical nueva e interesante.” Un viejo chiste de músicos dice que “la música es el arte de combinar los horarios”. En el caso de la orquesta de Mariano Otero, donde se juntan los nombres de casi todos los que por estos días alimentan el pregonado boom del jazz argentino, ese arte parece aún más prodigioso. “Se trata de organización, nada más”, señala el contrabajista. “Ensayamos y tocamos cn regularidad; respetamos los horarios y, además, estar frente al público todos los lunes nos da la posibilidad de crecer muchísimo como grupo y, al mismo tiempo, de probar nuevas cosas y, también, de trabajar un repertorio nuevo.” Un dato del lugar que ocupa esta orquesta en la consideración del universo del jazz lo da, por otra parte, el hecho de que haya sido elegida para abrir la próxima actuación, el 27 de este mes en el Teatro Coliseo, del notable quinteto de Dave Holland.
La orquesta está integrada, además de por Otero y Urquiza, por el trompetista Mariano Loiácono (que, como Urquiza, también toca el flugelhorn –una trompeta más grave–), Enrique Norris en corneta, Juan Canosa en trombón, Rodrigo Domínguez en saxos alto y soprano, Ramiro Flores en saxos alto y tenor y clarinete, Ricardo Cavalli en saxos tenor y soprano, Mario Cerra en saxo tenor, Pablo Pontoriero en saxo barítono, Miguel Tarzia en guitarra, Francisco Lovuolo en piano y piano eléctrico y Pepi Taveira en batería. Y además del favor del público logra lo que muy pocos: que otros músicos vayan a escucharla. El respeto de los colegas puede inferirse, también, a partir del hecho de que los coproductores de Otero en el disco Tres sean nada menos que el pianista Ernesto Jodos y el baterista Sergio Verdinelli. Una de las características del estilo del grupo es un manera poco habitual de orquestar, que busca más la conformación de subgrupos heterogéneos –un saxo, corneta y guitarra, por ejemplo– que la clásica oposición de bloques de “boquillas vs. cañas” que caracteriza la escritura para big bands. Otero cuenta que la idea es que la orquesta vaya incorporando temas de sus distintos integrantes y Loiácono, uno de los que escriben arreglos para ella, comenta que “saber quiénes son los que tocan es una variable fundamental; se escribe pensando en el sonido y, en el jazz, ese sonido tiene que ver con quién es el que toca. Incluso uno puede imaginarse el solo, o por lo menos qué clase de solo va a hacer ese músico”. Inscripta claramente en la tradición de “orquesta de solistas”, un poco a la manera ya diseñada en la década de 1920 por Fletcher Henderson (donde en algún momento convivieron Coleman Hawkins y Louis Armstrong) o, más cerca, la Liberation Orchestra de Charlie Haden, esta orquesta da cabida a estilos sumamente variados y logra, a partir de ellos, conformar un sonido grupal propio. Otero, Urquiza y Loiácono, en la charla mantenida con Página/12, hablan frecuentemente de “escritura”, lo que parece contradictorio con lo que habitualmente se asocia al jazz: improvisación y libertad. “Siempre hay escritura y en el jazz se escribe muchísimo. Y mucho más cuando se trata de un grupo grande. En este caso, nuestra búsqueda tiene que ver con lograr un escritura que, de alguna manera, incluya al solo. No nos interesa el modelo de ‘tema-solos-tema’ sino, más bien, encontrar formas donde la improvisación se integre a la escritura; donde el solo sea parte real de la composición.”
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