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Viernes, 18 de diciembre de 2015

MUSICA › PABLO NEMIROVSKY, INVENTOR DEL TANGO “ASIMéTRICO”

Cómo desestructurar el 2x4

Entre hoy y el domingo, el bandoneonista y compositor argentino radicado en Francia hará un raid por tres espacios porteños, con distintas agrupaciones. “Yo propongo temas escritos sobre los cuales hay bases para que los músicos improvisen”, explica.

 Por Andrés Valenzuela

”Trabajo mucho con ritmos asimétricos, esa es un poco mi marca”, se define Pablo Nemirovsky. El argentino, radicado en Francia desde 1976 cuando se exilió escapando de las botas militares, se presentará desde hoy y hasta el domingo con distintos sets que alternarán a su grupo Tierra del Fuego con la cantante francesa Alex Pandev y un dúo compuesto por el percusionista Minino Garay y el periodista Pablo Marchetti. La primera función será en el Centro Cultural Haroldo Conti (Av. del Libertador 8151, ex ESMA) hoy a las 21. La de mañana será en el Caras y Caretas (Sarmiento 2037) también a las 21 y la última fecha en el Club Atlético Fernández Fierro (Sánchez de Bustamante 764), el domingo a las 20.

El rol de Tierra del Fuego (con formación de sexteto) será preponderante en la primera fecha. El grupo se basa en las composiciones de Nemirovsky “pero de una manera bastante contemporánea”, explica el músico. Las siguientes fechas incorporarán ya con fuerza a Pandev, Garay y Marchetti. Estos últimos explorarán también las invenciones cumbieras y cuarteteras “elaboradas” de Garay y sus Tambores del sur. A Garay, cuenta, lo conoció en Francia, donde llegó exiliado por su militancia política juvenil. “No pasábamos de pintar paredes y hacer reuniones, pero era la época que era y se llevaron mucha gente, yo me salvé porque de casualidad estaba en un viaje”, recuerda.

–Usted define su tango como “asimétrico”, ¿qué implica eso?

–Trabajo con compases irregulares. El tango normalmente se trabaja en 4x4 o en 2x4. A mí me gusta matizarlo con 7x8, 11x8, con una serie de ritmos que a primera vista que dificultan la danza.

–¿Por qué?

–Digamos que la danza está hecha para caminar. Si vos podés caminar sobre una música, podés danzarla. Ponés un paso atrás del otro y caés en los tiempos fuertes de la música. Si escuchás mi música y ponés un pie, para cuando apoyás el otro ya no estás en un tiempo fuerte, estás entre dos tiempos. Es una definición un poco esquemática, pero sirve.

–¿Cuánto de influencia del jazz tiene esto?

–Mucho. Trabajamos mucho con la improvisación. Yo propongo temas escritos sobre los cuales hay bases para que los músicos improvisen. Quienes trabajan conmigo de alguna manera participan en la composición, como sucede en el jazz.

–¿Cómo llegó a esto?

–Siempre me gustó el tango y tuve un período en que me gustaba mucho el jazz e intentaba tocarlo. Lo que tomé es el desarrollo compositivo a través de la improvisación, que es la parte que más me interesa.

–¿Esto lo desarrolló en Francia durante el exilio?

–Claro, llegué allá a los 18 y todo lo que desarrollé, más allá de lo que pude haber estudiado aquí, lo hice allá. Pero teniendo en cuenta mi doble faceta de estar viviendo en un lugar que tiene una cultura propia y que recibe música de todos los lugares del mundo, pasando por el jazz, más lo que podía venir de la India, de Africa o lo que sea, y mi propia música, mis antecedentes. Que si bien no los viví plenamente porque me fui muy joven, evidentemente el tango forma parte fundamental.

–¿Ese proceso de mezclarlos también fue un proceso identitario?

–No lo fui pensando, lo fui haciendo. Creo que de repente lo primero que se me ocurrió fue intentar hacer jazz. Luego sentí la necesidad de tocar con cosas que tuvieran que ver con mis raíces y ahí empecé a mezclar las dos influencias. Hay antecedentes con este cruce, desde los discos del mismo Piazzolla con Gerry Mulligan. Ahora hay mucha gente que también lo trabaja, no creo ser el único. Cuando un músico tiene la voluntad de hacerlo, puede reunir músicas de culturas completamente diversas en cualquier proyecto.

–El espectáculo se llama “Exportango”, ¿por qué?

–Hace referencia a que todos los que participamos del espectáculo vivimos en el exterior, salvo Pablo Marchetti y un par de los músicos. Entonces surgió la idea de que era un tango de exportación. Es más una broma, no algo que hay que tomar al pie de la letra. Porque incluso va a terminar más con cumbia y cuarteto cordobés elaborado, que con tango.

–¿Por qué esa pata cuartetera?

–Porque trabajando con Minino Garay surgió esa necesidad. El proyecto de él pasaba por ahí. Él también estaba radicado en París y unimos los dos proyectos. Ahora uno dice “cuarteto” y por ahí piensa en algo simple pero cuando lo escucha a Minino... hoy le decía medio en broma que él era el Mozart del cuarteto cordobés.

–Usted también tiene un trabajo extenso en literatura palindrómica, ¿cómo la aborda?

–Como casi todo lo que sucede, empezó en broma con un amigo, que me dijo que buscaba un palindromo de no sé qué. Me puse a escribirlos y en un momento me di cuenta que se podían construir historias donde cada frase sea un palindromo. Uno puede empezar de una manera muy simple y poco a poco elaborarlo lo más posible. Yo me propongo que la ortografía y la gramática sean correctas y a partir de ahí, decir lo que puedo. Por ejemplo en uno de los libros con un colega nos propusimos “traducir” una obra de Cervantes. Entonces agarramos uno de sus “entremeses”, obras cortitas que ya eran graciosas con él y que en cada réplica la intentamos traducir.

–¿Cómo convive una literatura que exige tanta estructura con una música asimétrica, libre?

–Dio en el clavo, porque justamente en mi tango convive lo desestructurado, pero al mismo tiempo es muy estructurado desde la parte compositiva. Lo curioso es que los palindromos tienen una estructura muy clara, pero la simetría que en apariencia es perfecta en realidad es irregular porque según dónde esté su eje, puede tener aún si el orden de las letras es siempre el mismo de un lado para el otro, en el corte de las palabras se produce un pequeño desequilibrio que es lo que en verdad los hace vistosos.

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Pablo Nemirovsky llegó a París en 1976, a los 18 años, escapando de la dictadura militar.
Imagen: Bernardino Avila
 
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