MUSICA › LAS REPERCUSIONES POR LA MUERTE DE DAVID BOWIE
Mientras músicos de todo tipo y factor se expresan en redes y medios, Brixton fue epicentro de un gigantesco coro popular. El 31 de marzo habrá un concierto homenaje en el Carnegie Hall; hoy se proyectarán videos y películas junto al Teatro Colón.
› Por Joaquín Vismara
A lo largo de su carrera, David Bowie mantuvo un hermetismo estricto respecto de su vida privada, pero también de los misterios que rodeaban su obra. Su fallecimiento el domingo pasado no hizo más que confirmar el rigor con el que el músico londinense mantuvo esa barrera que separaba su mundo privado del resto de los mortales. Fueron pocos los allegados de su círculo más íntimo que sabían que al Duque Blanco lo aquejaba un cáncer de hígado contra el que batalló durante dieciocho meses, y todos ellos respetaron su deseo de no hacer pública su enfermedad, en parte por no abrir una ventana a su privacidad, pero también porque entendían que el propio Bowie no quería que eso convirtiese su último disco, Blackstar (publicado el viernes 8, el día en el que cumplió 69 años), en una campaña publicitaria de la que él no quería ser parte.
Ivo van Hove, el director de montaje de Lazarus, la adaptación a musical off Broadway del libro The Man Who Fell to Earth y que contó con una banda de sonido compuesta por el propio Bowie, contó que el músico le confesó su enfermedad durante la preparación de la obra musical, previo aclararle que no siempre podría estar presente. “El elenco no lo sabía y sospecho que los músicos con los que grabó Blackstar, tampoco”, explicó el director. Van Hove y Bowie se vieron por última vez el 7 de diciembre, en el estreno de Lazarus, una de las últimas apariciones públicas del músico. “Los periódicos escribieron que se lo veía muy bien de salud. Pero en cuanto nos fuimos, se desplomó al suelo. Fue entonces cuando entendí que quizá era la última vez que lo vería”, declaró el realizador teatral al diario holandés NRC.
Los dichos de Van Hove se suman a los de la periodista Wendy Leigh, autora de una biografía sobre Bowie publicada en 2014. Según su versión, Bowie logró superar seis ataques cardíacos en los últimos doce años antes de que supiera que tenía un tumor que crecía en su hígado. Para sus seguidores, el único de estos episodios de público conocimiento se dio en 2003, cuando un problema cardíaco lo obligó a suspender un show en Alemania y, poco después, retirarse de manera definitiva de los escenarios. Tanto para la finalización de Blackstar como de Lazarus, Bowie trabajó hasta el final de sus días en su lecho de muerte, con la necesidad de no dejar inconclusos los dos proyectos en los que estaba volcando sus últimas energías.
A pocas horas de saber de su fallecimiento, se anunció un recital homenaje a Bowie, que se realizará el 31 de marzo en el Carnegie Hall. El concierto, en el cual los organizadores trabajaron durante los últimos siete meses, pasó de ser un tributo en vida a un memorial sin que estuviera planificado. A pesar de que su programación se terminará de conocer en las próximas semanas, al cierre de esta edición ya estaban confirmadas las presencias de Cindy Lauper, Jakob Dylan, Perry Farrell, Robyn Hytchcock, The Roots y The Mountain Goats. Una propuesta variopinta que no hace más que dar fe del alcance que tuvo y tiene la obra de Bowie, desconociendo de estilos, limitaciones y encasillamientos.
Mientras en las redes y medios se multiplicaban las palabras de músicos de todo tipo y factor, el centro de Brixton, el barrio londinense del cual salió el autor de “Ziggy Stardust”, se convirtió en un fogón masivo para despedir a su máximo referente local. Mientras centenares de fans se acercaban a la puerta del teatro Ritzy para llorar su pérdida, dos jóvenes DJ estacionaron una camioneta provista de un equipo de sonido y una colección de discos de Bowie. Como resultado, las calles aledañas se fundieron en un karaoke masivo con temas como “Héroes” y “Starman”, con sendos videos que dieron vuelta al mundo gracias a la rapidez en la que circula la información en la red de redes. “Cuando vi en la tele que estaban todos viniendo para acá, supe que tenía que hacer algo. Agarré algunos simples y mi vinilo de grandes éxitos de él y vine. Fue el DJ set más fácil del mundo, todos querían sólo canciones de Bowie”, declaró uno de ellos al periódico británico Evening Standard.
Para no ser menos que el resto del mundo, Buenos Aires también tendrá su propia despedida masiva al Duque Blanco. Desde hoy por la tarde, el Ministerio de Cultura porteño celebrará la obra de Bowie en la plaza Vaticano, enfrente del Teatro Colón. Desde las 17 se proyectará una selección de sus mejores videoclips, junto con algunas de las películas en las que participó. A las 18 se proyectará Laberinto, la fábula infantil dirigida por Jim Henson, el creador de Los Muppets; a las 20 es el turno de El ansia, película de terror protagonizada por Bowie y Catherine Deneuve y dirigida por Tony Scott. Como cierre, a las 22, el ciclo se despide con El hombre que cayó a la Tierra, film de Nicolas Roeg en el que el músico le puso la piel a un alienígena con forma humana que revoluciona el planeta con su arribo. Quizá la descripción más metafórica y precisa a la vez del aporte de Bowie al arte en todas sus formas.
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