MUSICA › FIESTA NACIONAL DEL CHAMAME, EN CORRIENTES
De Raúl Barboza a Juancito Güenaga, el festival, que se consolida año tras año, se caracteriza por cuidar el patrimonio musical de la región, pero al mismo tiempo se muestra permeable a las propuestas innovadoras y al recambio generacional.
› Por Sergio Sánchez
Desde Corrientes
Una enorme luna redonda y un clima templado fueron el marco ideal para coronar una de las noches más interesantes de la 26 Fiesta Nacional del Chamamé (12 del Mercosur), que se celebra en la ciudad de Corrientes hasta hoy. La fiesta, que se viene consolidando como uno de los principales encuentros folklóricos del país, se caracteriza por cuidar el patrimonio musical de la región y al mismo tiempo se muestra permeable ante las propuestas innovadoras, noveles o “menos festivaleras”. Ante un buen marco de público, la octava noche conjugó la tradición de la mano de Juancito Güenaga (encendió la pista de baile con su chamamé maceta), Alma de Montiel y Gabriel Cocomarola y al mismo tiempo trascendió fronteras con Raúl Barboza (un difusor del género en Europa), agudizó el oído con Jorge Fandermole y se abrió al mundo con la presentación de los españoles Uxia y Narf. Esta fiesta refleja, además, el buen momento que vive el chamamé en la región y el prometedor recambio generacional.
Un rato antes de la espectacular actuación del ballet oficial y de que Juancito Güenaga hiciera que el anfiteatro Mario del Tránsito Cocomarola levantara polvareda, desfilaron por el escenario propuestas con búsquedas más intimistas y con el acento puesto en la canción. Un caso fue el del rosarino Jorge Fandermole, un músico no habitúe de este tipo festivales. Sin embargo, su concierto fue muy bien recibido por el público, quien se animó a bailar en ocasiones y estalló en gritos y aplausos con la bella “Oración del remanso”. “Intenté armar un repertorio que fuera música con raíz del Litoral, sobre todo porque acá hay un diálogo con esa música, sobre todo desde el punto de vista de lo rítmico. Tomé canciones mías viejas y nuevas que tuvieran que ver con el chamamé y sus sonidos, aunque yo vengo de una región que tiene otras influencias”, le dijo Fandermole a Página/12 después del concierto. “Me siento muy halagado y agradecido de estar acá, es un festival que tiene una raíz muy poderosa desde el punto de vista de lo social, lo mítico y lo cultural. Los festivales tienen una dinámica muy dura, muy rápida, y es difícil administrar la energía. En estos lugares la música dialoga con el público y hay que atenerse a las reglas de estos festivales”, dice el rosarino, quien hizo bailar con el rasguido doble de “Guitarra” (canción inédita) y logró un silencio conmovedor en “Agua dulce” y “Sueñero”.
La sorpresa de la noche la dieron los españoles oriundos de Galicia Uxia y Narf, quienes armaron un grupo con destacados músicos locales, como Lucas Caballero y Juan Manuel Ramírez de Guauchos, el acordeonista Lucas Monzón y el percusionista Uli Gómez. La dupla combinó un sonido poderoso y rockero con aspectos de la música tradicional española (el particular uso de la pandereta, por caso) y guiños a la música africana. El set empezó con una respetuosa versión de “María va” y explotó con “Pescador y guitarrero”, además de temas propios. En cuanto a las visitas extranjeras, se presentaron Americanta y Bichito, de Paraguay, y Shana Müller, de Brasil. En tanto, el misionero Joselo Schuap compartió su escenario con Yamila Cafrune, quien se mostró muy emocionada por la invitación.
Pero el momento más esperado de la noche llegó con la presentación de Raúl Barboza, radicado en Francia. El correntino desplegó en el escenario Osvaldo Sosa Cordero toda su destreza musical y su vanguardismo. Pero no estuvo solo: lo acompañó su amigo el acordeonista francés Francis Varis. Con una sonrisa de oreja a oreja que delataba la alegría de estar en su tierra, Barboza hizo vibrar a su acordeón en “La tierra sin mal” y piezas chamameceras que se ganaron varios sapucay. El momento más jugoso del concierto fue cuando los acordeones del correntino y el francés dialogaron en “Km 11”. Enseguida, varias parejas se subieron a un sector del escenario a bailar. Pero quedaba una más, tal vez la pieza más rara que sonó: “Chamamemusette”, una mezcla de chamamé con vals musette (un género popular de Francia) compuesta por ambos.
Lo de Barboza, sin dudas, tiene que ver con ampliar las fronteras y universalizar el género. “Yo amo a la música de Piazzolla, la música wichi y los maestros del chamamé. Todo eso queda grabado en la cabeza”, sostiene Barboza. “Voy tomando las distintas fragancias de las flores, los distintos cantos de los pájaros de cada país y mi música sale así, no porque imite, sino porque todo eso me inspira. No soy un hombre que se quedó en el pasado, aunque sí miro para atrás. Yupanqui dijo: ‘Hay que ayudarlo al abuelo para que le dé vida al nieto’, no hay que pensar lo contrario. Entonces, lo mío es la continuidad”.
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