MUSICA › PAOLA BERNAL, MERY MURUA, JOSE LUIS AGUIRRE Y JUAN IÑAQUI
Los cuatro referentes de la renovación folklórica se juntaron para hacer Palabración de la Tierra, un proyecto que hoy mostrarán en Cosquín pero que ya recorrió varias peñas. “Esto se formó por los encuentros y las resistencias”, coinciden.
› Por Sergio Sánchez
No siempre –o casi nunca– lo que se ve por televisión es lo que realmente pasa. Que el Festival de Cosquín es una caja de resonancia no se discute. Pero en los últimos años el festival tenía una deuda con los artistas que apelan más a la emoción y a la palabra que al brillo y al espectáculo. En esta edición, de a poco, esa deuda se va saldando. Un ejemplo de los nuevos aires que corren en el festival serrano será la presentación de Palabración de la Tierra, un grupo formado por cuatro compositores cordobeses que desde hace varios años transitan el circuito alternativo del folklore, el que se alimentan en patios, peñas, espacios universitarios y encuentro comunitarios como el de San Antonio de Arredondo. Ellos son José Luis Aguirre, Paola Bernal, Mery Murúa y Juan Iñaqui, cuatro referentes para las nuevas generaciones y que reflejan un sentir colectivo. “Fue el resultado de muchas voluntades y necesidades también, como artistas de hoy, de este tiempo, de este lugar y de esta nueva forma de concebir nuestra música. Ya no desde el divismo, sino del compartir, del encuentro. La palabración es la palabra de este tiempo, que nos reúne en la acción. Es decir, concretar algo a través de la palabra”, define Murúa.
Los músicos, que esta noche compartirán grilla en el escenario mayor con Bruno Arias, Dúo Coplanacu, Coqui Ortiz, Vivi Pozzebón y Ramiro González, entre otros, dicen que el grupo se formó espontáneamente, con el “amor como gran impulsor”. Es que todos tienen proyectos propios. “Nada de sostiene sin amor, sin impulso, sin necesidad. No lo hicimos porque somos cuatro solistas y queremos generar un producto estratégico”, resalta Bernal. La idea nació en 2014 en el encuentro regional Generación XXI, impulsado por el Ministerio de Cultura, cuando Bernal, Iñaki y Aguirre coincidieron en el mismo momento y lugar. Luego, sumaron a Murúa y el debut oficial del grupo sucedió el año pasado durante la presentación de Bernal como solista en la Próspero Molina. En aquella oportunidad, dieron a conocer la contundente canción “Los pájaros de Mattalia”, una invitación para que “vuelvan los poetas y las canciones a la Plaza”. Un gesto de época, un manifiesto político y estético, que se diseminó por todos lados. “Fue muy fuerte, porque el tema no se grabó y ahora la gente la canta en las peñas”, se sorprende Iñaki. El único que falta a la cita con Página/12, con aviso, es Aguirre, quien vive en Villa Los Aromos. “Está haciendo su casita con sus manos y hoy tenía que terminar la pieza”, cuenta Murúa.
Un día, se juntaron en la casa de Aguirre a definir qué querían decir y cómo. Una charla en la que fijaron “los puntos de unión, los pensamientos mutuos acerca de la música popular”, recuerda Iñaki. “Y comimos unos ñoquis riquísimos”, se ríe Murúa. Días después, Aguirre llegó con un montón de hojas, con versos e ideas sobre todo lo charlado. Ese era el germen de “Los pájaros de Mattalia”. “José, que es un poeta, supo escuchar y descifrar el mensaje que estaba intrínseco en el imaginario social, a través de nuestras voces”, destaca Murúa y va más allá sobre la concepción del grupo: “Es algo que se venía gestando en mucha gente y quedó materializado en esa canción. Pero es una idea que tenían muchos artistas que venían a Cosquín y nos encontrábamos en una peña –dice Murúa–. Hay gente que nos pregunta si puede ser que haya sido la semilla de esta nueva intención de la Comisión a partir de ‘Los pájaros de Mattalia’ y yo considero que es al revés. La canción fue algo que sentía mucha gente y que nosotros teníamos la responsabilidad de decir. No fue una idea de nosotros cuatro”.
“Nosotros –mis compañeros y otros– tenemos una particularidad: tenemos muchos encuentros, como San Antonio y Cosquín. Permanentemente estamos compartiendo, no es que cada uno hace la suya –dice Bernal–. Nos retroalimentamos en el abrazo, en el estar. La idea es llevar nuestra identidad al arte y plasmarla en la música. Y eso hace que las canciones fluyan.” Por el momento, no tienen apuro para grabar un disco, aunque las ganas están. “Tenemos pensado grabar. Pero como nuestra intención no es hacer de esto un producto, tiene sus tiempos orgánicos”, aclara Bernal.
–¿Qué simboliza Jorge Mattalia y sus pájaros en Palabración?
Paola Bernal: –Mattalia fue un artista plástico, representante de un movimiento de un tiempo en Cosquín que aunaba a quienes se juntaban en la conversación a evocar poetas. Fueron los que hicieron posible y llevaron a cabo varias ediciones de un libro que se llama Los poetas que cantan. Tienen una impronta en el encuentro de la poesía, del compartir. Entonces, Mattalia formaba parte de ellos. Y como era un artista plástico, lo que hacía era representar a esos poetas y ese momento donde la palabra era profunda y ocupaba un lugar importante. Fue la matriz de lo que sigue siendo Cosquín hasta hoy, una forma de concebir el festival. De alguna manera, este festival, con todos sus vaivenes y controversias, se sostiene. Nosotros nos remitimos a ese tiempo específico donde la palabra era muy importante.
Juan Iñaki: –El dibujaba unos pájaros hermosos. José fue tan acertado con la metáfora “para que vuelvan a la Plaza los pájaros de Mattalia”. Esto se formó por los encuentros y las resistencias. Nos encontramos mucho en actos de resistencia, en movidas ambientalistas, políticas, sociales, que también nos encuentran unidos en un mismo pensamiento y en un mismo compromiso. Todo eso termina generando una sensación tribal, porque somos siempre los mismos y no solo los artistas. De algún modo, la gente que transitaba esos espacios con nosotros nos quería ver juntos. Por eso Palabración es una consecuencia de un proceso.
–¿Por qué creen que se desvirtuó esa concepción sobre la palabra como lugar central?
P. B.: –La música folklórica es un termómetro muy claro de lo que nos pasa como sociedad. Pasó la década del setenta, después vinieron los noventa. Ahora hay que resistir a Macri y a un pensamiento neoliberal que destruye un montón de cosas que tienen que ver con el pueblo. Queremos liberarnos de las individualidades y en esto nos manifestamos desde el arte sin tener que ser explícitos. Estamos a favor de lo humano, de la poesía, del arte. Que nuestro pueblo sienta, tenga emociones y no sea un número. Noso- tros representamos cuatro individualidades que dejaron de ser tales para poner la energía en algo conjunto que es la Palabración de la Tierra, porque en este tiempo mundial prima el sálvese quien pueda.
J. I.: –Está el mito de que detrás de las propuestas cuidadas hay una tendencia a aburrir. Una de las cosas que nosotros hemos experimentado –no es menor que el grupo se estrenó en una fiesta, en el Comedor Universitario– es que se genera un pulso común en la celebración. Es una fiesta, una celebración entrañable. Hay que habitar las peñas.
Mery Murúa: –Nos sentimos identificados con el encuentro de San Antonio de Arredondo, que se habita desde la carpa, la cocina, el cuidado de los niños, el escenario, el taller, todo. Es habitar ese espacio y transformarlo en un abrazo. Y cada vez es más grande y hermoso. Ese marco difiere tanto de las políticas de un festival. Y es tan de todos. Y eso es lo que hacemos con esta Palabración.
–¿Este año ven un cambio de actitud o de intención en la programación del festival?
P. B.: –Nos alegra el hecho de concebir de otra forma el festival, es decir, que cada uno tenga un tiempo importante, que haya un número pequeño de artistas cada noche, poder invitar a la gente a escuchar. El público recibe y abraza y está contento. El sábado estuvimos en la Plaza y sentíamos que la construcción del festival es entre los artistas y la gente. Si hay un buen enlazador entre eso, con alguien que de la programación pueda verlo, el festival va a salir a adelante. Para que la magia suceda se tiene que construir desde las sensibilidades; hay artistas maravillosos en la música popular argentina. Uno afina más con algunos que con otros, pero en esa diversidad estamos todos.
M. M.: –Hay que darle tiempo a todo esto, hay muy buena voluntad, hay un montón de cosas que considero que están bien, por ejemplo, que cada artista pueda desarrollar una propuesta, que empieza y que termine. Un artista nunca pone de manifiesto todo lo que tiene para decir en dos canciones. Que nuestra propuesta colectiva haya tenido lugar en la Plaza, es una consecuencia de un trabajo que hemos venido haciendo. Muchos de los que están se han ganado ese espacio.
–Teniendo en cuenta que cada uno tiene su proyecto personal, ¿fue difícil encontrar un sonido?
M. M.: –¡Sí, llevó su tiempo!
P. B.: –La cuestión armónica en estas cuatro voces podía ser mucho más grossa, pero nosotros apuntamos a la tímbrica, al sello personal de cada uno. Nos remitimos a lo ancestral, como la tribu que somos, al canto colectivo.
J. I.: –Los unísonos tienen un lugar importante. Es increíble el efecto que surte de las cuatro voces cantando la misma melodía en determinados momentos, además de los segmentos individuales de cada uno. Son cuatro voces gordas, tienen una contextura importante, y la suma de las colectividades da un resultado potente.
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