MUSICA › DON GIOVANNI, DE W. A. MOZART, A PARTIR DE HOY EN EL COLóN
› Por Diego Fischerman
Drama jocoso, según su libretista, el genial Lorenzo Da Ponte. O comedia dramática. Si la contradicción, la ambigüedad y la tensión entre aspectos expresivos son un sello en la obra de Wolfgang Mozart, en el caso de su ópera Don Giovanni lo es en extremo. Hay, por supuesto, un “disoluto castigado”, como señala su título completo (Il dissoluto punito, ossia il Don Giovanni), pero, por lo demás, nada es allí lo que parece. Los virtuosos son tan pecadores como todos. Y no hay ingenuidad ni inocencia alguna en ninguno de sus personajes. Y la música, además de algunos chistes brillantes como citar fragmentos de compositores rivales e incluso del propio Mozart –comentados, por supuesto, por Giovanni–, juega con genial placer en esa cuerda floja estilística.
Las fronteras entre lo gracioso y lo serio no eran tan firmes en la época de Mozart, en todo caso. Y además es muy probable que la idea de una estatua cantante resultara un gag irresistible hace dos siglos y medio. El tema del seductor empedernido y, en particular, el personaje de Don Juan y su castigo a manos del “convidado de piedra” venía manteniendo su éxito, en todo caso, a lo largo de varios siglos.
Con dirección musical de Marc Piollet y régie de Emilio Sagi, hoy a las 20 será la primera de las seis funciones. Mañana, el viernes 8, sábado 9, domingo 10 y martes 12 (siempre en el mismo horario salvo la del domingo, que será a las 17) la segunda de las óperas que Mozart compuso junto a Da Ponte subirá a escena con dos elencos encabezados respectivamente por el uruguayo Erwin Schrott y por Homero Pérez Miranda. Los repartos se completan con Paula Almerares, María Bayo, Jonathan Boyd, Simon Orfila, Jaquelina Livieri, Mario De Salvo y Lucas Debevec Mayer –en las funciones de hoy, el 8, 10 y 12– y con Daniela Tabernig, Mónica Ferracani, Santiago Bürgi, Lucas Debevec Mayer, Marisú Pavón, Gustavo Feulien y Emiliano Bulacios –el 6 y el 9–. El diseño de escenografía es de Daniel Bianco, el de vestuario corresponde a Renata Schussheim y el de iluminación a José Luis Fiorruccio.
Si se toma el conjunto de las siete óperas maduras de Mozart, Don Giovanni ocupa allí el lugar de eje en una extraña simetría. Dos óperas serias, Idomeneo, rey de Creta y La clemencia de Tito ocupan los extremos. En segundo y sexto lugar hay dos singspiel (óperas con diálogos hablados, siguiendo el modelo de un género popular), El rapto en el serrallo y La flauta mágica. La tercera y la quinta son dos comedias puras, Las bodas de Figaro y Así hacen todas. En el centro, esa obra maestra de la indefinición genérica, drama y comedia a la vez, a la que muchos consideran la “ópera de las óperas”. Una obra que más allá de sus grandes valores musicales y teatrales tiene, para los teatros de ópera, el atractivo de ser un verdadero desafío. Por un lado requiere la friolera de ocho cantantes de gran nivel y su tono debe tener cierta gravedad sin perder por ello nada de su levedad. Por el otro, dar con ese tono, situado precisamente entre el absurdo, la sátira social, el divertimento y la tragedia, es uno de los logros más esquivos en el campo de la historia de las interpretaciones de ópera.
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