Martes, 19 de septiembre de 2006 | Hoy
MUSICA › ENTREVISTA CON EL PIANISTA CHUCHO VALDES
El fundador de Irakere dio un único concierto en Córdoba, como solista.
Por Diego Fischerman
Desde Córdoba
“Para mí, el más grande de todos fue Lecuona”, dice Jesús “Chucho” Valdés, y es casi una declaración de principios. Sobre todo, cuando el pianista explica el porqué: “El tenía la tradición cubana y, también, todo el conocimiento para desarrollar un lenguaje muy perfeccionista en el piano”. Llegado a Argentina para tocar en el Teatro General San Martín de Córdoba, en un único concierto organizado por la Fundación que define el rumbo artístico de esa sala. Para el fundador del mítico grupo Irakere se trata, también, de juntar tradiciones. Y, en particular, de unir el pianismo clásico con los ritmos de su tierra natal y, también, con el lenguaje del jazz.
Su presentación cordobesa, ante una multitud que llenó el teatro y, en el final, lo ovacionó de pie, incluyó, como siempre en su caso, una alta dosis de improvisación. De hecho, su versión de “Lágrimas negras” –la pieza que su padre Bebo hizo célebre junto al Cigala y que él no había pensado hacer– se debió, exclusivamente, a un pedido de alguien del público. “¿Cómo no darle el gusto a alguien que pide de esa manera?”, preguntaría después del concierto, riéndose del tono de desesperación con que la solicitud había sido realizada. “Embraceable You”, de Gershwin –con algo de “Eleanor Rigby” en su interior–, un medley que pasó por el “Waltz for Debby” de Bill Evans y “Caravan” de Juan Tizol, “Bésame mucho” y, por supuesto, música de su admirado Ernesto Lecuona fueron el vehículo para su característico estilo virtuosístico, en donde Errol Garner se da la mano con Art Tatum, con algo de Oscar Peterson, con los viejos pianistas stride, con enmascaradas citas a Mozart, con bastante del romanticismo del siglo XIX y, claro, con algún tumbao caribeño.
“Dicen, yo no me acuerdo, que fui muy precoz”, cuenta Valdés. “Mi padre había salido y cuando regresó escuchó que alguien estaba tocando en el piano, con acompañamiento y todo. ‘Es que se la pasó mirando todo lo que haces’, le dijeron, refiriéndose a mí que, en efecto, no hacía otra cosa que imitarlo.” Se casa era un lugar de música. Chucho Valdés reconoce a su padre como el primer maestro pero, más allá incluso de la figura paterna, “ese clima que tenía que ver con que venían a casa los más grandes, incluyendo al propio Lecuona, y con que en el Tropicana, donde mi padre era el orquestador de los shows y compositor de lo que hacía el ballet yo podía escuchar, a pocos metros, a Nat King Cole, a Sarah Vaughan o a la orquesta de Tommy Dorsey, que en ese entonces tocaban en Cuba con asiduidad”.
Ganador de tres premios Grammy –el último por el disco New Conception, publicado por Blue Note–, dice que “yo jamás podría vivir en otra tierra que en Cuba, porque me interesa muchísimo la investigación de todos los ritmos que hay en la isla, y de los distintos estilos musicales y de las diferentes maneras de acentuar y de tocar la percusión, según se trate de grupos de origen yoruba, arará o, como en el oeste, de grupos llegados originariamente de Haití, en los que la influencia francesa es muy fuerte. Pero de hecho, creo que tanto yo como aquellos que se han ido de Cuba no vivimos ni en un lado ni en otro. Vivimos en los aviones, yendo de aquí para allá. ¿Si hubo alguna conspiración o alguna intención aviesa detrás de que en su momento no pudiera entrar a Estados Unidos para recibir el Grammy? Creo que no. Simplemente los trámites se demoraron”. En esa ocasión, el premio se lo dieron en Francia, tiempo después, y el encargado de hacerlo fue el célebre pianista y compositor de música para películas Michel Legrand. Desde ese momento, Valdés y él tocaron varias veces a dos pianos y volverán a hacerlo en apenas unos días, en varias ciudades de Europa. El otro proyecto inminente de Jesús “Chucho” Valdés es el disco con Pablo Milanés. “Lo conozco desde que empezó su carrera y nos admiramos mucho. El se sorprendió de que yo tuviera compuestas canciones, aunque éstas no tuvieran letra, y se ofreció a escribir los textos. Ese fue el comienzo, y en eso estamos.”
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