Sáb 23.04.2016
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MUSICA › MARCELO LOMBARDERO Y SU PUESTA DE DON GIOVANNI

Un personaje moderno

› Por Diego Fischerman

Marcelo Lombardero define al personaje protagónico de Don Giovanni con su habitual exactitud: “Es lo que la sociedad produce y no quiere mirar”. Para él, uno de los más importantes puestistas de ópera del momento, no se trata, obviamente, de rendir culto al pasado. No busca imitar las puestas en escena que lo sedujeron en su niñez o su juventud y, mucho menos, abonar los ritos de abono. Para él, el género es mucho más que la repetición de sus protocolos. Se trata, ni más ni menos, que de un arte vivo.

Su versión de la magistral ópera de Wolfgang Mozart, con libreto de Lorenzo Da Ponte, fue estrenada en 2014 dentro de la temporada de Buenos Aires Lírica. Desde ese momento viajó por el mundo, fue premiada y sostiene, de manera impecable, esa hipótesis acerca del arte y de la interpretación de obras del pasado. “Para que sea posible una visión moderna de Mozart, y, en rigor, para comprender su modernismo, es necesario ver su obra en relación con el lugar de dónde viene y no hacia dónde va. La idea de mostrarlo como precursor del Romanticismo, que fue la que primó durante el siglo XX, curiosamente lo vuelve antiguo. Si se piensa al Don Giovanni en relación con la comedia del barroco, en cambio, aparece toda su fuerza e inmensa originalidad”, asegura el director.

Su mirada sobre esta ópera es de una fidelidad absoluta a la cuestión estilística en lo musical, restituye a los recitativos el valor teatral que habían sabido tener y, en lo escénico, va más allá de las contingencias para encontrarse con la esencia: las relaciones de poder y la insatisfacción de un personaje que, en su lectura –absolutamente verosímil, por otra parte– está mucho más cerca del american psycho de Bret Easton Ellis que de un abusivo caballero del siglo XVIII. Como parte de su temporada de este año, la Asociación Cultural El Círculo, con la colaboración de la Opera de Rosario y el auspicio del Ministerio de Innovación y Cultura de la Provincia de Santa Fe, presentará este Don Giovanni a partir de este domingo a las 19, en el Teatro El Círculo de Rosario, con dirección musical de David Del Pino Klinge y la actuación, en los papeles principales, del barítono brasileño Leonardo Neiva, los bajos Iván García y Hernán Iturralde, las sopranos Rocío Giordano y María Victoria Gaeta, la mezzosoprano Florencia Machado, el tenor Carlos Ullán y el barítono Ismael Barrile. Con nuevas funciones el jueves 28 y el sábado 30, a las 20.30, y la participación de la Orquesta Sinfónica Provincial de Rosario, y el Coro de la Opera de Rosario, conducido por Horacio Castillo, la obra cuenta con dispositivo escénico y escenografía virtual de Diego Siliano, diseño de vestuario de Luciana Gutman, diseño de iluminación de Horacio Efrón y coreografía de Ignacio González Cano.

“La única manera de seguir haciendo ópera es resignificándola. Tiene que comunicar algo que tenga significado en esta época; debe tocar alguna fibra que resulte cercana”, dice Lombardero. “No creo, por supuesto, que haya una receta única. A mí ni me sale, en todo caso, esa tendencia del teatro alemán que consiste en tomar la música y el texto, y con ellos contar directamente otra historia. Yo necesito anclarme en la tradición. En un punto, soy un director de escena muy tradicional. He visto trabajos muy buenos en esa línea de tomar la escena como algo prácticamente independiente, pero estoy todavía muy ligado a la música,no puedo ir en contra de eso. Y me parece que, en ese sentido, mi obligación como director de escena es hablarle a un público que no es el público melómano, el que ya sabe de qué se trata. Por lo tanto, no puedo partir de presupuestos. Tengo que contar la historia y tengo que hacer que esa historia sea inteligible para aquel que no la conoce. En este caso en particular, no creo que Don Giovanni sea un seductor. No seduce a nadie. Quiere poseer a Doña Anna. Quiere violar a Doña Elvira. Esta es una obra de clase. De clase social. No se sabe si es un señor o un advenedizo, pero él simplemente toma. Es un ejercicio de poder. Lo que hay que preguntarse es qué es hoy un disoluto punito, un degenerado castigado, como dice el subtítulo de la ópera. Y en qué es lo que hace que alguien con ese poder tenga esa necesidad. Creo que es un personaje moderno. Un delincuente. Y un emergente social. Alguien que consume y consume y consume. Y que desecha. Que está permanentemente insatisfecho”.

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