Jue 05.05.2016
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MUSICA › VíCTOR HEREDIA HABLA DE SUS CONCIERTOS EN EL TASSO

“Necesitaba volver a tener una cercanía con la gente”

Acostumbrado a actuar en lugares grandes, el cantautor programó, a partir de mañana, una serie de shows en los que tendrá un contacto más cercano con sus seguidores. Heredia hará un recorrido cronológico por su repertorio, desde sus principios hasta hoy.

Casi cuarenta años pasaron para que se diera. Si la memoria de Víctor Heredia no falla, la última vez que tocó en un lugar íntimo, cálido, para pocas personas –léase unas doscientas– había sido en la vieja Trastienda, durante las frías épocas de la dictadura. “De allá hasta acá, siempre toqué en lugares grandes, multitudinarios”, refuerza él, a punto de retornar a la vieja costumbre. Será desde mañana hasta el último viernes de mayo, siempre a partir de las 21 y en un lugar que cumple con todos los requisitos para acercar público y artista, para retornar a un tipo de vínculo “abandonado”, o postergado, en todo caso: el Centro Cultural Torquato Tasso (Defensa 1575). “Hace tiempo tenía ganas, porque mucha gente me pedía que organizara una propuesta más íntima. Y últimamente me insistió mucho Teresa Parodi, en este aspecto. Ella me dijo que estaba bueno porque tenía a la gente cerca, y un ida y vuelta muy interesante, desde el punto de vista del diálogo, del pedido de temas, y recordé que la última vez que había vivido algo así fue en épocas de dictadura, y que había sido algo muy fuerte desde la connotación no solo a partir del repertorio sino también desde el contenido”, explica Heredia, que planea tocar, entre consagradas y “lados B”, veintidós, veintitrés canciones. Y contar sus historias, claro.

–Extraña el vaivén y la cercanía con quienes lo van a escuchar y que, en lugares grandes, se pierden de vista, por empezar...

–Si. No es una masa de gente de la que no tenés otra referencia que el aplauso o la ovación. No tenés el rostro, no tenés el gesto, y acá sí.

–¿Es cierto que nunca hizo recital con este nivel de intimidad desde la dictadura?

–No. Nunca. Desde 1983 en adelante fueron todos conciertos grandes y multitudinarios, y las presentaciones de los últimos tiempos también fueron en escenarios a dos metros del suelo, donde no tenés, como decía, una cercanía con la gente.

–¿Cuáles son las expectativas que tiene, entonces, de volver a una vivencia de ese tipo de conexión más directa con el público?

–En principio, que me permite bucear en algunas canciones que hace tiempo no hago, justamente por las circunstancias que acarrea hacer conciertos populares, multitudinarios y en grandes espacios, algo que te obliga a recurrir casi siempre a las canciones más reconocidas. Ese ámbito no es amable ni para las canciones nuevas, ni para aquellas que no son clásicos o conocidas. Aún cuando uno trate de convencer a la gente, siempre hay uno que te interrumpe gritando “¡cantá ‘El viejo Matías’!”

–Como Claudio María Cunilinguis, el personaje de Capusotto que pide temas en los recitales...

–Sí, esos que se aburren de las canciones nuevas antes de escucharlas y te piden “tocá ‘Sobreviviendo’, negro” (risas). Yo los entiendo igual, porque si el tipo pagó una entrada para verte y, bueno, hay que cantar esas canciones. A ver, me pongo en ese lugar... si viene Paul McCartney como viene ahora y no me canta alguna canción de las que yo tengo atesoradas en mi memoria y son parte de mi vida como “Let it Be” o “Eleanor Rigby” no me va a gustar. Esto hace que sientas en el escenario la obligación de responder a ese gusto popular que se impone sobre lo que vos quisieras mostrar. Entonces, prefiero cantar lo más rápido posible “El viejo Matías”, antes que me lo pidan siete veces. Ojo, me da mucho placer que la gente siga aferrada a algunas canciones y las mantenga vigentes, porque esto, para un actor popular, implica un orgullo muy grande.

–Más aún cuando la toman las hinchadas de fútbol o las militancias políticas... se eternizan, como es el caso de “Sobreviviendo” o “Todavía cantamos”.

–Tal cual. Por eso estos shows íntimos me van a dar la posibilidad de hacer temas como “Para cobrar altura”, “Ay, Catamarca” o “Destino de caminar”, que son de las poco visitadas en mi repertorio.

–Va a ser un ciclo atípico, en definitiva.

–Y si, porque el lugar no pasa de las doscientas personas, y porque mi mujer (Marisa Bonzón) al mismo tiempo va a hacer una exposición fotográfica.

Heredia, que tocará acompañado por parte de su banda habitual (Babú Cerviño en piano, Gabino Fernández en teclados, y Gustavo López en percusión), decidió ponerle al ciclo “Manifiestos”, un nombre que lo liga a sus intenciones desde los orígenes. “La razón es que me di cuenta que toda mi vida como compositor estuvo signada por manifestarme sobre lo que pasaban en el momento y el entorno que me tocaba vivir. Son muy raras las canciones que no tienen esta característica, e incluso ahora estoy escribiendo sobre cosas que están ocurriendo, y que lamentablemente me inspiran, porque siento que hemos vuelto a políticas de retroceso en materia social, y de derechos humanos. Cuestiones sobre las que ya escribí, de todas formas, ¿no?”, explica el cantautor que tendrá la posibilidad de compartir, como se dijo, tales historias con la gente. “Tengo en la cabeza este concierto como ningún otro, porque me seduce esta cercanía para cantar y para contar anécdotas relacionadas”, se entusiasma.

–¿Previstas, pensadas a priori o “guionadas”?

–Estoy armando algo, sí. Pero no sé si voy a escribir algo, a guionar, sí sé que cada canción la estuve pensado especialmente, tratando de recordar los momentos y los motivos por los que fueron compuestas. Así que esas anécdotas auténticas van a estar presentes.

La primera que menciona Víctor en este sentido es “Querido Alfredo”, una canción que escribió para Zitarrosa, y ya la va explicando: “Un día, hablando con Silvio Rodríguez, consensuamos en lo que significaba la ausencia física de determinadas personas, que no solo te produce un extrañamiento a nivel sentimental, sino que también produce huecos en las sociedades. Y también falta la esperanza que él proveía desde sus canciones. Pero sin embargo, si uno revisa el sentimiento, lo sensible, eso está adentro... lo que dejó ese tipo en cada uno de nosotros produce un sentimiento muy efectivo, me da mucha fuerza, digamos, porque he coincidido siempre con su forma de mirar la vida”, detalla Heredia, sobre el tema registrado en el disco Entonces, de 2001. Otra será “Ay, Catamarca”, vieja pieza dedicada al lugar de origen de su madre y publicado en el larga duración El viejo Matías de 1970. “Mi vieja me pintó su lugar de origen casi como un mundo de fantasía. Para mí, Catamarca era como esos castillitos de Disney, donde uno alguna vez soñó con tener alguna aventura. Bueno, mi castillito era Catamarca, porque mi mamá me contaba de sus acequias, de los animales, de los frutales, de lo nogales... un lugar tan, tan hermoso que era para mí como un mundo fantástico, como una historieta. Siempre soñé tener la posibilidad de ir a ese territorio de fantasía en el que se había movido mi familia. Y cuando fui, se me completó la imagen que tenía de niño. Por eso escribí “Ay Catamarca, como soñaban los ojos míos poderte ver”.

–Entonces van las historias cantadas y contadas de “Querido Alfredo”, de “Ay Catamarca” y de....

–Y... vamos con “El viejo Matías”, ya que estamos. Yo cuento siempre la anécdota de Paso del Rey, donde lo vi por primera vez y lo que significó para mí eso. La potencia de esa imagen, lo que sembró en la cabeza de un pibito de nueve años. Ese día vi representadas la pobreza, la marginalidad, y el miedo frente a eso. La anécdota es que lo conocí porque mi viejo, cuando llovía, me pedía que lo acompañara hasta la estación, que estaba a siete cuadras de casa, con sus zapatos lustrados en una caja. Y cuando llegaba a la estación, se cambiaba los zapatos y se iba. Yo me quedaba ahí y ese día de lluvia me impactó muchísimo la imagen de ese tipo, tanto que lo olvidé como una especie de mecanismo de defensa, hasta que un día, tratando de escribir una canción de amor para una piba con la que salía, me apareció su imagen de golpe ¿adónde mierda voy?, dije (risas), y era Matías. Siempre digo que ahí escribí la mejor canción de amor de toda la vida, porque es un recuerdo fuerte, visceral.

La idea del ciclo es hacer un recorrido cronológico, desde sus principios hasta hoy, cuyo último disco cumplió tres años: Algún día. “No sé si llegaré a hacer alguna de este disco. Tal vez invite a mi hija Daniela y a su pareja para cantar “La fiesta terminó”, pero voy a empezar por las canciones que la gente nunca escuchó porque vos pocas veces –o nunca– cantaste, y que son las que me motivaron a hacer lo que hago”, remarca Heredia, que incluye entre ellas piezas de Atahualpa Yupanqui (“Caminito del Indio”) y Antonio Tormo (“Mis harapos”). “Yupanqui le gustaba mucho a mi viejo, y Tormo a mi abuela. Entonces, yo digo que uno es lo que es por determinadas situaciones, por esas coordenadas que se cruzan en tu vida y hacen que vos te intereses en algo”, direcciona el cantautor.

–En algo que, por caso, no se refleja en su discografía, porque la gran mayoría de los temas que ha grabado son suyos.

–Sí, por eso voy a homenajear a estos referentes. Recuerdo que mi vieja, cuando yo empecé a cantar “Caminito del Indio”, le comentó al carnicero del barrio. Un día pasaba con el guardapolvo para ir a la escuela, me paró el carnicero y me dijo `tu mamá dice que cantás ¿no?`, le contesté que sí, y me subió arriba del mostrador para cantar ese tema. La verdad es que lo hice sin ningún pudor, y después la terminé grabando en un lugar donde se grababan discos de pasta para regalarle a mi papá. La grabé a cappella, con una voz re finita (risas)... tenía ocho años.

–¿Y para calmar al infaltable Cunilinguis cuál va a tocar, además de “El viejo Matías”?

–”Informe de situación” va a estar, seguro, porque esa canción la escribí en el 78`, época en la estábamos censurados. La hice en una gira con Facundo Cabral, una vez que nos censuraron en el hotel provincial de Mar del Plata. No nos dejaban cantar en ningún lugar, así que la gira fue debut y despedida. Pero con Facundo insistimos, y se nos ocurrió avisarles a algunos amigos que íbamos a estar en un bolichito frente al casino central, pasando por encima a los censores. Lo hicimos, y me acuerdo que cuando arrancamos había ocho personas (risas). Después, cuando expliqué de qué se trataba la canción, habían quedado solo dos, del susto (más risas). La escribí porque quería reclamar por lo que pasaba en la Argentina, en ese momento. Después me tuve que exiliar, alguien grabó ese concierto, el cassette comenzó a circular en forma clandestina, y cuando la canté en el famoso Obras del 82`, fue muy emocionante, porque la gente ya la sabía.

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