Desde Tucumán

Un espectáculo de conjunto, de características épicas y fondo reivindicatorio fue el que se ofreció la segunda jornada de la 31ª Fiesta Nacional del Teatro, que hasta el 5 de junio se está desarrollando en la ciudad de San Miguel de Tucumán. Fue la Cantata Calchaquí, evento especial organizado por el Instituto Nacional del Teatro, ideado y dirigido por el dramaturgo y director local Rafael Nofal, interpretado por músicos y miembros de la comunidad indígena de Amaicha del Valle, pueblo situado en el departamento de Tafí del Valle, a 2000 metros de altura sobre el nivel del mar.

En principio, el espectáculo iba a realizarse en las ruinas de Quilmes, ciudad sagrada de la nación aborigen del mismo nombre que en el Siglo XVIII fue condenada, por su imparable rebeldía contra las autoridades españolas, a trasladarse a pie hasta el sudeste de Buenos Aires, lugar que desde entonces lleva el nombre de Quilmes. Pero hoy los descendientes de ese pueblo se encuentran divididos a causa de rencillas internas que impidieron la coordinación de un evento que, como éste, necesitaba aunar voluntades. “En la Ciudad sagrada hay muchos intereses económicos”, confirmó a este diario una integrante de la comunidad amaicheña, vecina a Quilmes, refiriéndose a la puja por el control de las entradas que se cobra al visitante para recorrer las ruinas, entre otras cuestiones, y que enfrenta a dos líderes de la comunidad. Es por esto que se resolvió realizar el espectáculo en otra locación de los valles calchaquíes, en las inmediaciones de la bodega cultural, centro de un emprendimiento vitivinícola de la comunidad indígena de Amaicha. Claro que antes de comenzar con los ensayos, el INT debió conseguir el visto bueno de la autoridades, que se rigen según su propia constitución que prevé el acuerdo unánime del consejo de ancianos y la asamblea comunitaria: “hay que pedir autorización porque la mayor parte de las investigaciones o proyectos que se hacen aquí después no dejan ninguna mejora o beneficio a la propia comunidad. Y eso es injusto”, justifica la misma amaicheña. En este sentido, autoridades locales del INT explicaron a este diario que se decidió donar la recaudación de las entradas de los espectáculos de la Fiesta a la comunidad aborigen.

La noche del estreno, antes de comenzar el espectáculo, el cacique de Amaicha, un ex cacique de Quilmes, y doña Catalina, la anciana que este año personifica a la Pachamama, realizaron el ritual de brindarle ofrendas a la tierra sobre el mojón, altar cónico formado de piedras, ubicado a un lado del escenario natural donde tendría lugar la Cantata. Las autoridades subrayaron a la concurrencia que todas las parcialidades aborígenes de la zona formaban antiguamente un mismo frente contra los invasores. Y aprovechando la ocasión, ante propios y ajenos, doña Catalina se quejó del mal comportamiento de algunos miembros de las autoridades comunales y exigió que en un futuro no se repitan los actos de corrupción que acababa de denunciar.

En cuanto a la Cantata…, Nofal escribió el guión del espectáculo inspirado en las gestas independentistas de Juan Calchaqui y Juan Chelemin, líderes de las parcialidades aborígenes de los valles de esta zona. El montaje incluyó canciones, música incidental y canto con caja. La banda original –rock y hasta rap– fue compuesta por Federico Falcón, líder del grupo tucumano Mano e Mono. Las escenas de conjunto fueron interpretadas por integrantes de la comunidad y por estudiantes secundarios de Los Zazos, localidad vecina a Amaicha. Reproducidas en grandes pantallas, dieron cuenta de las luchas y el destierro de los Quilmes. Otros cuadros hacían referencia a los descendientes de naciones aborígenes que hoy sobreviven en los márgenes de las grandes ciudades. Y también a los que volvieron a su lugar de origen, los que se animan a levantar su voz de descontento contra los que intentan avanzar sobre sus tierras y aguas, guiados por propósitos que ellos no avalan por anti ecológicos e invasivos.