Viernes, 15 de julio de 2016 | Hoy
MUSICA › MARIáN FARíAS GóMEZ Y TANGOS, UN DISCO EN EL QUE EXPLORA OTRO TERRENO
Aunque su carrera está identificada con el folklore, siempre tuvo cerca al 2x4. De todos modos, las interpretaciones que grabó y mostrará mañana en la Sala Siranush surgieron casi por casualidad, en una gira por Europa y un encuentro con el productor Juan Pietranera.
Por Santiago Giordano
“Hay algo de mágico en todo esto”, asegura Marián Farías Gómez, y sonríe. La cantante, voz distinguida del lado más saludable de ese cancionero que con distraída convicción se acepta llamar folklore, acaba de publicar un disco con tangos. No es un despecho al folklore, mucho menos una deserción. Se trata más bien de un cruce posible y hasta saludable en épocas de reconfiguración de los géneros y los repertorios, pero también una especie de deuda con su historia personal. O más sencillamente, como ella misma asegura, la asunción de un destino. El disco en cuestión se llama Tangos y cuenta con la producción artística y los arreglos de Juan Pietranera. Lo presenta mañana a las 20.30 en la Sala Siranush (Armenia 1353), junto al mismo Pietranera en piano, Nico Perrone en bandoneón, Tomás Falasca en contrabajo, Pablo Agri en violín, “además de algunos invitados sorpresa”, según anticipa.
“A medida de que pasaba el tiempo me di cuenta de que este disco estaba dentro mío desde hacía mucho tiempo”, cuenta la cantante. “Los Farías Gómez nos criamos de manera muy provinciana, de hecho veraneábamos en Santiago del Estero, de donde era la rama paterna de la familia. Pero el tango estuvo siempre presente. Mi madre, Pocha Barros, era porteña y muy tanguera. Cantaba muy bien el tango y, sin ir más lejos, uno de sus libros se llama Gardel, vida y milagros de Buenos Aires. De todas maneras, de chica yo no le daba mucha bolilla al tango”.
–Lo suyo venía más por el folklore, la herencia paterna...
–Tampoco. Lo primero que canté cuando agarré una guitarra fue un bolero. El folklore llegó más tarde, a los 13, y ese fue un viaje de ida. Recuerdo que en una reunión familiar me hicieron cantar una chacarera, era “Amargura”, y la canté con mi vieja. Sentí una cosa que no podría explicar con palabras. Ahí fue que elegí el folklore, pero sin pensar en ser cantante profesional. Yo quería ser médica.
En 1963 Marián Farías Gómez entró a formar parte, como primera voz, de Los Huanca Hua, el grupo que dirigía su hermano Chango. Sería la única mujer en la historia de una formación que revolucionó la dinámica del canto grupal y fijó un paradigma para una de las ramas más fecundas de la música argentina: la de los grupos vocales. Más tarde, como solista, grabó discos que resultarían perdurables, por la calidad del repertorio y por esa voz cálida, de una expresividad particular y un color inconfundible. La misma voz que ahora se ciñe sobre perlas del repertorio ciudadano.
“Admiré muchas cantantes del tango, Mercedes Simone y Nelly Omar sobre todo”, asegura la cantante y, entre las actuales, destaca a Susana Rinaldi, Amelita Baltar y Lidia Borda. “Y María Graña, que es mi diosa”, agrega. “Pero más allá de las cantantes que admiro, lo que más valoro de este disco es que soy Marián cantando tangos. No quería parecerme a una cantante de tangos en sentido tradicional”, concluye.
Si el folklore entró en los afectos de esta Farías Gómez a través de las reuniones familiares, el tango llegó, como corresponde, cuando estaba afuera del país. Cuenta la cantante que durante los ‘60 realizó una extensa gira con otros artistas argentinos, que después de Estados Unidos e Italia los llevó por los países socialistas del Este europeo. “Cuando llegamos a Moscú, nos pidieron que fuéramos a la Universidad de la Amistad de los pueblos Patrice Lumumba, donde estaban los estudiantes latinoamericanos”, recuerda. “Yo canté folklore, pero de pronto los estudiantes empezaron a cantar ‘Volver’. Fue muy fuerte escuchar cantar a esos muchachos que no podían volver. Con 23 años entendí la potencia evocadora de esa música y a partir de ahí, si bien no en mi vida profesional, el tango formó parte de mi cotidiano.”
–¿Y cómo decidió incorporarlo a su recorrido profesional?
–El año pasado hice una gira por España junto a Mavi Díaz y Las Folkies; también íbamos a la Expo Milán para actuar en el stand que tenía Argentina. Antes de salir, Teresa Parodi, que entonces era ministra de Cultura, me pidió que incluyera algunos de esos tangos que alguna vez me había escuchado cantar en rueda de amigos. Lo hice con mucho gusto, porque en realidad siempre pensé que las divisiones entre el tango y el folklore tienen mucho de artificial. Cada región del país tiene su género característico y Buenos Aires tiene el tango. Son partes de un mismo cancionero. Lo cierto es que el recibimiento de los tangos en Italia fue tan bueno, que los incluí también en el resto de la gira.
–¿Ahí empezó a madurar la idea de un disco?
–No, lo que vino fue todo casual. Por eso digo que hay algo de mágico en esto. Resulta que después del debut en Madrid se acercó Juan Pietranera, un pianista y arreglador argentino que hace muchos años vive en España. Un tipo que hizo mucho tango allá, hasta que comenzó a trabajar como director musical de Raphael. Cuando me dijo “te quiero producir un disco de tango”, lo tomé como un elogio, pero nada más. “Mirá que cuando voy a Buenos Aires te llamo”, me repitió cuando nos despedimos. La gira siguió, volvimos a Buenos Aires y me olvidé del tema. Dos meses después sonó el teléfono y era Pietranera, que estaba acá, listo para empezar a producir. De ahí en más fue todo muy vertiginoso: la elección del repertorio antes de que él volviera a España, los arreglos que iba mandando, los ensayos acá. En fin, lo fuimos armando hasta que llegó el momento de grabar.
Como había hecho en Para ir a buscarte, su disco anterior, Marián grabó en directo, junto con los músicos, sin tomas separadas. “Dejé la voz como salía, sin ningún tratamiento tecnológico”, asegura. “A esta altura de mi carrera me lo puedo permitir. Me di el gusto de ser yo misma y busqué mucho en las letras, que es algo poco común en el tango, y si por ahí se me quebraba la voz, como me pasó en ‘Nada’, que grabé con Luis Salinas, dejarlo así. Ahí estaba la frescura que buscaba. Viví la grabación con emoción y libertad y siento que este es el disco más auténtico que grabé en mi vida”.
“Cafetín de Buenos Aires”, “Nieblas del riachuelo”, “Milonga triste”, “El último café”, “Sur”, “Tinta roja”, son algunos de los doce clásicos seleccionados. “Elegir fue lo más difícil”, reconoce la cantante. “Me gustan tangos de distintas épocas, pero quería cantar los tradicionales y tenían que ser doce, por lo que mucho de lo que hubiese querido cantar quedó afuera. No puse nada de Gardel, por ejemplo”. “‘Cafetín de Buenos Aires’ fue el primero que probamos”, sigue contando. “Apenas empecé a cantarlo se me apareció el recuerdo de mi vieja cantándolo y me acordé de la última charla que tuve con ella, en la que me decía que tendría que cantar tangos. Nunca le había dado importancia a aquellas palabras, hasta que me escuché cantar los primeros versos: De chiquilín te miraba de afuera... Qué sé yo, como que se empezaba a saldar una deuda.”
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