Vie 29.09.2006
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MUSICA › CICLO LOS VIERNES MUSICA

Todos los caminos que conducen a una voz exquisita

Lidia Borda protagonizará hoy el encuentro organizado por Página/12. La cantante está a favor de dinamizar la cultura del tango. “Los tangueros a veces se vuelven un poco talibanes”, señala.

› Por Karina Micheletto

Moviéndose cómodamente entre propuestas muy diferentes, con un estilo que siempre destaca el decir, y por consiguiente hace lo mismo con las letras elegidas, Lidia Borda es una de las intérpretes femeninas que construyeron un nombre propio dentro del tango. Después de su disco Tal vez será su voz, la cantante está preparando otro en el que aborda poemas de autores como Raúl González Tuñón, Juan Gelman, Javier Villafañe o Celedonio Flores, musicalizados por Juan “Tata” Cedrón (“un artista de vanguardia”, definirá ella, “lamentablemente negado durante mucho tiempo por los tangueros”). Hoy, dentro del ciclo Los Viernes Música, organizado por Página/12, Borda adelantará algo de este repertorio y repasará parte del anterior, junto al guitarrista Ariel Argañaraz. El concierto comenzará a las 20.30, en la Sociedad de Distribuidores de Diarios, Revistas y Afines (Belgrano 1732), con entrada libre y gratuita.

Borda acaba de llegar de Europa, donde participó en Roma de un festival de tango en “una especie de maratón” que de alguna manera la define. “Me presenté como solista, y también como invitada de la Orquesta Escuela de Tango, lo cual fue todo un descubrimiento”, cuenta la cantante. “Cuando me lo propusieron no tenía expectativas especiales, pero el día que fui a ensayar con los chicos fue una conmoción. Me encantó estar con ellos y con Emilio Balcarce dirigiendo, y para el público también es emocionante ver a un gran director, un maestro de años, dirigiendo a chicos pelilargos veinteañeros”, detalla. En el maratón de Roma siguieron las participaciones de Borda: con la orquesta Vale Tango y el pianista Andrés Linetzky y con el violinista y compositor Ramiro Gallo.

En Buenos Aires, Lidia Borda sigue trabajando en compañía: junto a Marcelo Mercadante, interpretando letras de Pablo Marchetti, director de la revista Barcelona (“Me sorprendió porque conozco lo transgresora y provocadora que es la revista, y sus letras tienen una dulzura que no se puede creer. No puede ser el mismo tipo”, se ríe Borda). Gustavo Mozzi la convocó para hacer un trabajo sobre antiguos arreglos de Sebastián Piana. La semana que viene estará como invitada de la Orquesta Juan de Dios Filiberto. “Me gusta estar en el medio de diferentes propuestas, no quedarme sólo con la personal. Hoy hay un montón de gente que me está convocando y me pone muy contenta”, dice Borda.

–Se mueve bien en la diversidad.

–Por ahí pasa mi búsqueda, mi desafío. Por eso, por ejemplo, mi nuevo disco será con temas del Tata Cedrón. La suya es una música que me conmueve, por el atrevimiento y el acierto que tuvo al encarar la musicalización de grandes poetas que no escribieron específicamente para el tango. El es un artista de vanguardia y de gran actualidad, y si bien en los últimos años su trabajo está saliendo a la luz, durante mucho tiempo hasta fue negado por los tangueros. Otra de las injusticias del tango.

–¿Cuáles serían esas injusticias?

–Los tangueros a veces se vuelven un poco talibanes. Viendo las cosas desde un punto de vista estrictamente musical, hay algo que puedo llegar a entender en esas posturas cerradas: es un intento de defender algo que ha tenido su desarrollo y que necesita una continuidad. Pero, por otro lado, la dinámica de la cultura tiene que estar todo el tiempo presente, de lo contrario escucharíamos una música moribunda. El tango fue un tiempo atrás una música moribunda. Por eso la diversidad de las propuestas y las ideas para entender la identidad porteña me parecen siempre bienvenidas. Claro que en este momento la masividad del tango no pasa por el desarrollo musical.

–¿Por dónde pasa?

–Por la danza, y por ahora sólo por ahí. Hoy es bastante difícil que la gente vaya a sentarse a escuchar un concierto de tango, tiene que tener algo de baile para que sea masivo. Incluso a los bailarines les cuesta ir a escuchar, la mayoría va a la milonga pero no se sienta en una platea, sólo disfrutan del tango si pueden pasarlo a los pies.

–¿Tiene un tango fetiche, alguno preferido entre todos?

–No, porque la interpretación tiene que ver con estados de ánimo, con lo que te va pasando día a día. Hay algunos que me gustan especialmente como “Yuyo verde” o “Fangal”, entre muchos otros. Pero con la interpretación, yo reivindico una u otra cosa cada día, van apareciendo distintas sensaciones, a veces al momento mismo del concierto: algo que te pasó o algo que ves en el público puede ser el disparador para el cambio.

–O sea que sus conciertos siempre son móviles.

–No sólo eso. Nunca una versión es igual a otra. Y nunca pasa lo mismo en un concierto y en otro, aunque cantes exactamente el mismo repertorio.

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