MUSICA › ENTREVISTA A IGNACIO COPANI
En su nuevo CD el cantautor vuelve a filtrar el humor entre temas de tono testimonial.
› Por Karina Micheletto
Ignacio Copani recuerda el momento exacto en que conoció la popularidad: fue una tarde en que llevó a su hija a la calesita y escuchó que sonaba “Lo atamo con alambre”. Hasta ese momento, Copani sabía el nombre y apellido de cada persona que tenía un disco suyo. Pero el del calesitero, no lo sabía. Aquello fue por el ’88, cuando aparecía como el compositor que había sabido atrapar en esa frase a una parte del ser argentino. A la sensación de aquella tarde en la calesita, dice Copani, la guarda como un trofeo, más importante que el de haber escuchado sus canciones en la cancha. Además de haber sabido sintetizar con humor al argentino medio en frases cortas (“lo atamo...”, “cuántas minas que tengo”, “soy un rebelde sin igual”), Copani compuso una serie de temas donde describe la realidad que lo rodea asumiendo un compromiso social. De eso va, en gran parte, su último disco, Hoy no es dos de abril, que hoy a las 21 presentará en el ND Ateneo (Paraguay 918).
En Hoy no es dos de abril hay lugar para que Copani haga lo que le sale tan bien: capturar las frases-slogan que circulan y que hablan de nosotros. “No me peguen, soy Giordano”, por ejemplo, es una de las que aparecen aplicadas aquí. “Todos los temas fueron compuestos este año. Por eso este disco tiene un poco más de luz que los anteriores, hechos durante el cacerolazo, por ejemplo. Ahora me permití un par de canciones con más humor, aunque se trate de un disco muy serio”, explica el cantautor.
–¿Y cómo establece cuáles son los momentos para el humor?
–Es algo espontáneo, no es elaborado ni premeditado. Yo no podría haber hecho un disco divertido en el 2002. Ahí me salió Resistir, que hasta en la tapa, hecha sobre papel madera, es oscuro. En otros momentos, como éste, me sale permitirme alguna risa más. Pero las cosas hechas con humor terminan siendo una declaración de principios. Un típico tema Copani de este disco es “Chiquitaje”, muy del estilo de “Lo atamo’ con alambre”. Esa es, digamos, la especialidad de la casa, un tipo de tema, un juego de palabras y de rima del que nunca quise abusarme.
–¿Esos son los que menos le gustan?
–El tema es que no podría defender un repertorio íntegro de ese estilo. No podría hacer un recital con 25, 30 temas, si fueran todos con ritmo e ironía. Nadie dice “me voy a morir de risa con Copani”. Ese no es mi carácter ni lo que yo quiero dar, ni como artista ni como amigo.
–¿Por qué escribió “María Eva”, dedicado a Eva Perón?
–Porque hacía mucho que quería hacer esa canción y no lo hacía, a lo mejor por pudor. Me la debía. Este año se volvió a hablar de Evita a raíz de la ópera que se está haciendo en Londres. Y pensé que tengo tanto o más derecho que un coreógrafo inglés a mostrar los pasos de Evita y su costado de ternura que Madonna jamás podría descubrir. Vengo de familia peronista y tengo toda la liturgia encima; mi vieja fue muy pobre y siempre nos habló de Evita y de los regalos que recibió de ella. Con el paso del tiempo mis hermanos y yo nos dimos cuenta de que los mejores regalos que había recibido fueron las leyes que impulsó Evita.
–¿Por qué se centró en Malvinas en otro tema?
–También es un tema de los que me debía: a veces nosotros mismos establecemos campeonatos de dolores, como si hubiese dolores menos estelares que otros. En ese plano, los más perjudicados son los viejos chicos de Malvinas, a los que recordamos el 2 de abril y después no les damos bolilla. Ni siquiera reflexionamos que ya hay más ex combatientes suicidados que muertos en el Belgrano. Yo no quiero estar pendiente de las efemérides para que me dicten la emoción de cada día. En esa misma canción me animé, con muchísimo pudor, a tocar el tema de Cromañón, aunque me paraliza y no podría dedicarle una obra entera.
–¿Cuáles son puntualmente los temas que lo paralizan?
–Muy pocos, en mi repertorio me referí a cosas muy dolorosas. Pero el tema Cromañón es tan especial, conlleva un dolor tan inmediato, que no me sale una reflexión. Tampoco me sale por fuera de la composición, cuando discuto sobre el tema no tengo una opinión determinante como sí la tengo en casi todos los temas sociales. En un aniversario fui a leer los nombres de los chicos muertos y pude ver a los familiares de frente. Vi sus caras, sus ojos, y me hicieron acordar a las caras y los ojos de los familiares de los desaparecidos, pero en los mismos ’70, cuando todavía se buscaba “aparición con vida” y ellos tenían esas caras de desconcierto, de quien busca respuestas y no las encuentra. No voy a olvidar esas caras. Por lo demás, no hay muchas cosas que me paralizan.
–También escribió “Perdedor”, un tema sobre todo un tipo masculino. ¿Es un modelo con el que se siente identificado?
–Es un ejercicio masculino que da buenos resultados. También es parte de mi identidad, porque soy varón, y hacernos los perdedores a todos nos ha acercado alguna caricia. Ahí lo tiene a Sabina clavándose mil puñales. Pensándolo bien, Arjona es más ganador e igual tiene éxito. Así que no hay ninguna fórmula probada. Tengo una saga escrita sobre hombres perdedores.
–¿Y le dio resultado?
–Algunas más que otras. Podés hacer una canción creyendo que va a ser un golazo y no la conoce nadie, y viceversa. Yo jamás pensé que me iba a hacer conocido con “Cuánta mina que tengo”. Es muy difícil para un músico popular tener una que se sepan todos, o que queden las frases de tus canciones como si fueran tuyas. A mí me halaga mucho cuando escucho: “como diría Copani, lo atamo con alambre”. Yo no inventé esa frase, la escuché y la tomé. Nada más.
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