MUSICA › PRIMERA VISITA DE JEREZ LE CAM ENSEMBLE
El grupo está integrado por argentinos, franceses y un rumano. El cóctel funciona.
› Por Karina Micheletto
Tres argentinos radicados en Francia, uno de ellos con apellido ilustre en el tango, franceses con una predilección especial por Cuba y un violinista de los Balcanes se juntan para hacer tango tal como lo sienten hoy, desde Europa. De esta mezcla podría salir algún tipo de engendro experimental, claro está. Quien ponga en su compactera el disco Tango imaginario, de Jerez Le Cam Ensemble, cargando algún tipo de prejuicios al respecto, puede quedarse tranquilo: enseguida se disiparán. Sustentado por arreglos arriesgados pero sólidos, el sexteto propone un tipo de tango que transforma cierta melancolía por el barrio que se dejó atrás (tal vez ese que quedó congelado en la infancia) en una mirada nueva y bienvenida en el tango. Hoy a las 20.30 el ensemble mostrará lo suyo en el Centro Cultural Ricardo Rojas (Corrientes 2038), con Luna Monti, Juan Quintero y Marcelo Massun como invitados.
Gerardo Jerez Le Cam es el compositor y responsable de las letras de los temas. Un músico de Ciudad Evita que reside desde hace veinte años en París y ahora transforma algún trauma de la infancia (el del chico “raro” que tocaba el pianito, mirado mal por los compañeros de fútbol) en un “Tango imaginario” que se nutre de aquellos sonidos guardados en la memoria. El bandoneonista Juanjo Mosalini, hijo de Juan José, vuelca lo que aprendió, dice, “habiendo tenido la suerte de aprender en los escenarios”, tocando junto a su padre. El sexteto se completa con la argentina Sandra Rumolino, los franceses Eric Chalan y Olivier Congar, y el violinista balcánico Jacob Maciuca.
La presentación de prensa del sexteto los define como una unión de la música del Río de la Plata con la de los Balcanes, algo así como un grupo de tangueros a lo Kusturica. Lo que suena, en verdad, son arreglos influidos, entre otras cosas, por la expansiva música popular de los Balcanes, pero no excluyentemente. Gerardo Jerez Le Cam explica que quizás esta definición tenga que ver con un grupo anterior, Translave, en el que también formaba el balcánico Maciuca. Como es lógico, cada integrante define una parte del trabajo. Por eso algunos otros temas suenan con el color afrocubano que aporta Congar, un francés que desde hace veinte años se interesa por la música cubana.
Muchos de los temas de Jerez Le Cam Ensemble funcionan como postales, momentos capturados en los que transcurren relatos de partidos de fútbol, perros callejeros, gritos de la calle, una conversación con cierto pizzero, el voceo de un botellero. El “tango imaginario”, cuenta el compositor, tiene que ver con este peso de la imagen en sus creaciones. Está, por ejemplo, “Almafuerte Club”, que en la explicación de su autor aparece casi cinematográfico. “Es todo tal cual. Describo lo que pasa desde que salgo de mi casa para ir a jugar al fútbol, con los pibes del barrio. Los patoteros de Aldo Bonzi y Laferrère, los pibes que juegan, los vecinos escuchando la radio, todo es real, son planos que van apareciendo como yo me los acuerdo.” El tema tiene un origen puntual: “En determinado momento yo me separé del fútbol y empecé a estudiar música. ¡Todo mal! Para los pibes era el rarito que se iba a tocar el piano”, recuerda el compositor. Mosalini cuenta que hace unos días fue a conocer el famoso potrero de los bosques de Ezeiza, después de haber estado un año y medio tocando el tema que le rinde tributo.
–¿Y era como se lo imaginaba?
Juanjo Mosalini: –Sí, porque está todo tal cual. Los pibes están todavía, son otros pero están. ¡Hasta pasó el tren Buenos Aires-Catán y sonó la bocina, como aparece en el tema!
–¿Cuál es el circuito de trabajo que tienen en Europa?
Gerardo Jerez Le Cam: –Es complicado armarlo, porque lo que hacemos está entre dos sillas, no es tradicional, tampoco es tango electrónico, ni nada que se le parezca. Nos movemos en festivales de jazz, o de lo que llaman “world music”, y sobre todo con centros culturales.
J. M.: –En Europa hay un circuito armado impresionante, pero para el baile de tango, hasta en los pueblitos más chiquitos hay milongas, y todos tienen sus asociaciones de tango. La gente de ese circuito no desea programar lo que hacemos nosotros, es un mundo dedicado al baile donde la música es casi un accesorio. Uno extraña encontrarse con aquellos personajes milongueros que sabían distinguir todos los estilos y todas las orquestas. Los hay, pero son muy pocos. Por eso es muy agradable llegar acá y ver que hay un público entusiasta, abierto a las nuevas propuestas.
–Aquí suele decirse que es al revés: que el público tanguero local es más cerrado que el de afuera.
G. J. L. C.: –No. Lo que hay afuera son más posibilidades para que los músicos nos pongamos a crear, sin tener que trabajar de otra cosa para vivir. Hay un tiempo disponible, un apoyo logístico. Vos sabés que tenés un mes para crear y componer, por ejemplo, y no tenés que preocuparte de nada más. Gracias a esa posibilidad, surgió en mi caso esta música que es mi tango interior.
–¿Cuál es ese tango interior de un argentino radicado hace muchos años en Europa?
–Supongo que el que cada uno se inventa, que tiene que ver con la historia personal de cada uno. En la música no hay equipos, no se puede armar un “música clásica versus música popular”. La música tiene o no energía, sentimiento, fuerza, eso es todo. Y los que la hacemos nos nutrimos de donde venimos, de donde vivimos, y de donde vienen todos los otros músicos que vamos conociendo y con quienes vamos compartiendo cosas.
J. M.: –El tango que se inventa o se recrea en el exterior es lo que cuenta Gerardo en su música, un álbum de fotos del país que se dejó. Es que el tango es una música muy relacionada a los lugares propios: siempre hay una referencia a un café o una esquina que a todos nos dice algo. En nuestra música también. Pero no creo que nosotros tengamos el monopolio de la nostalgia.
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