Mar 03.10.2006
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MUSICA › NOCHE DE REGGAE EN EL PEPSI MUSIC, QUE TERMINO ANOCHE

Los hijos porteños de Jah

La presencia de Ziggy Marley y la participación de Los Pericos y Los Cafres generaron la jornada más concurrida del festival: 25 mil personas, que se fueron felices después de bailar sin parar.

› Por DANIEL JIMENEZ

Se sabía de antemano que la décima fecha del Pepsi Music 2006 iba a ser una de las más convocantes. Pero nadie imaginó que sería el punto más alto en cuanto a concurrencia de todo el evento. Bajo un cielo oscuro que amenazaba con desplomarse y más allá de una llovizna mágica que se desató durante el show de Ziggy Marley, más de 25 mil personas se acercaron al Club Ciudad de Buenos Aires para empacharse de dub, rocksteady, ska, raggamuffin y, por supuesto reggae, y dejarse absorber por una nube omnipresente de humo dulzón que se evaporó recién entrado el otro día.

Más allá de las valoraciones personales sobre cada artista, este tipo de festivales sirve para demostrar que no siempre el horario de actuación de las bandas va precedido del tamaño de su figura o su performance. Porque si nos dejamos guiar por esta premisa es muy probable que los Skatalites deberían haber clausurado la penúltima jornada del Pepsi.

Momentos después de que Michael Rose abandonara el escenario y durante algo más de media hora, estos legendarios embajadores del dub y el rocksteady fueron un sound system incansable que se llevó las merecidas primeras palmas. Con la adorable voz de la veterana Doreen Shaffer, los jamaiquinos hicieron vibrar a las casi seis mil almas que a media tarde ya copaban el predio y que se quedaron pidiendo más, prometiendo volver pronto para ratificar el romance con sus fans argentinos.

Mientras comenzaban a escasear las hamburguesas y todo tipo de material comestible se convertía en un preciado objeto de valor, Los Pericos pisaron las tablas con Juanchi Baleirón como frontman consumado (se animó a dejar la viola y caminar por la pasarela), adaptando su lista habitual para que no quedara nadie sin bailar. Así pasaron “Planeta de mentiras”, “Complicado y aturdido”, “Pupilas lejanas”, “Home Sweet Home”, Runnaway, “Sin cadenas” –dedicado a Gaby Ruiz Díaz– y “Estallando desde el océano”, aquella vieja joya de Sumo. Como bonus track y ante la sorpresa general, Pato Banton apareció para acompañar al septeto en cuatro temas, incluyendo una versión en inglés-castellano de “Mi resistencia”.

Gracias a una correcta organización que sólo sufrió un pequeño retraso durante el show de Michael Rose, no pasó más de un cuarto de hora para que el proyecto vernáculo más importante de reggae de la actualidad desatara un ejército de brazos en alto y caderas bamboleantes. Porque luego de un largo camino que ya lleva veinte años, Los Cafres han alcanzado, a fuerza de sacrificio y constancia, una legión de seguidores que muchos envidiarían. Con un Guillermo Bonetto suelto y de notable buen humor, el combo porteño fue un excelente aperitivo para esperar a Ziggy, despachándose con un set efectivo: “Aire”, “Sin semilla”, “A pesar”, “Capitán Pelusa”, “Si el amor se cae” y el medley de “Suena la alarma”, “El romano” y “De mi mente” dejaron en claro que a Los Cafres ya les sobra paño para confeccionar un Grandes Exitos de reggae autóctono y que sus fieles aumentan día a día.

Una vez finalizada su faena, buena parte de los que poblaban el campo partieron en raudo éxodo hacia el escenario Popart para presenciar el último concierto de ese espacio que estuvo a cargo de Nonpalidece. Los pibes de Tigre provocaron el baile general con su roots del Delta ante la mayor audiencia que tuvo esa carpa en todo el festival. Cuando se apagaron los acordes de “Reggae en el universo”, estaba todo listo para recibir en la arena principal al hijo de Bob.

Campera militar, jeans impecables y dreadlocks interminables, Ziggy Marley inició con “Into The Groove” un recorrido por toda su historia discográfica a lo largo de una hora y media, logrando conectarse con el público solamente en algunos pasajes. Apoyado por una banda notable, que tuvo en las manos y los pies del célebre Carl “Santa” Davis la pulsión hipnótica necesaria para no dejar a nadie quieto, Marley planteó un show inteligente. Porque en el preciso instante en que la gente comenzaba a sentirse ávida de melodías conocidas, él sacaba del fondo del bolso una canción de papá. Y ya se sabe cómo se reciben los salmos del viejo Bob por estas tierras. Y así fueron llegando “Rastaman Vibration”, “War/No More Trouble” y “Forever Lovin Jah”. Pero, sin dudas, el clímax llegó de la mano de “Jammin”, que como si estuviera programado fue acompañada por una suave lluvia de primavera. Al mismo tiempo, dos pantallas gigantes disparaban imágenes de Jamaica y de su padre, clip que finalizó con una inmensa boca fumándose un porro en 3D para el delirio de los mutantes cadenciosos.

Ziggy Marley no es un tipo que derroche simpatía (ya lo había demostrado en la breve conferencia de prensa) ni tampoco utiliza arengas para ganarse el público. Algún que otro tímido “gracias” cada cuatro o cinco temas es todo lo que se le puede llegar a escuchar. Y esa mezcla de discreción, seriedad y profesionalismo es la que hizo que las piezas de su padre –que ni siquiera presentó– pasaran como propias en el repertorio, evitando realzar su apellido o aprovechar el legado familiar, que ya está inscripto en el timbre de su voz. Si bien el colectivo de nueve integrantes funcionó como una perfecta maquinaria rítmica de pulsión caliente durante toda la noche, el puente entre el artista y la gente fue puramente musical. Circunstancia que se potenció cuando sonaron viejos hits como “Tomorrow People” y “Look Who’s Dancing”, de su etapa con los Melody Makers. Minutos antes de que se extinguiera el domingo, “Love Is My Religion” ofició de cierre ante más de veinticinco mil personas que la corearon como si la conocieran de toda la vida. El “hijo del padre”, a fuerza de canciones, había ganado la batalla.

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