“Este es un disco de rock nacional”, sentencia Claudio O’Connor, sin reparar en bemoles. Su nueva criatura, la décima de un prolífico trayecto solista –y grupal– que comenzó allá por 1999 con Hay un lugar, tiene un nombre en principio ligado a la era (La grieta) y su primera estocada en público será esta tarde a las 19 en el Teatro Vorterix, de Lacroze y Alvarez Thomas. “Es un disco de rock nacional para escuchar, reflexionar y bailar”, retoma el excantante de Hermética, sin que le importe qué dirán las huestes metaleras. Hasta aquí, una primera aproximación al álbum. Una segunda deriva del tenor del los temas: hay una flexibilidad estética que sintoniza con su mirada sobre el disco, pero también un gancho contundente, directo y visceral que lo pone en vereda con sus historias pasadas. “Creo que este trabajo va parejo con toda mi obra y a la vez es más abierto. La verdad es que no estaba planeado, salió de manera espontánea. Todo fue surgiendo durante el año pasado, e incluso tampoco íbamos a grabar en tan poco tiempo. En este disco puedo mostrar otras facetas, es otro canal de expresión”, se empieza a extender este frontman emblema del heavy argentino.

En sintonía con lo dicho, O’Connor hasta se da el lujo de cantar como Gustavo Cerati en el tema que abre el disco, “Diminitudes”, cuyo significado es el mismo que el de hipocresía pero que, al decir de su autor, suena más poético y metafórico. “Puede ser que cante como él en alguna parte del tema, yo mismo dije eso y me lo han dicho varias personas. Tiene que ver con un cúmulo de influencias y experiencias sobre grabar discos, componer y escuchar canciones durante tanto tiempo, y es todo lo que pude absorber, porque escucho mucha música todo el tiempo; no para aprender, sino porque me gusta y la disfruto mucho”, explica O’Connor, acerca de uno de los giros sorpresivo de La grieta, la placa de diez piezas que grabó junto a Hernán García en bajo, Pablo Naydon en batería, e Iván Iñiguez y Fernando Cosenza en guitarras. “Antes de que me lo pregunte, digo que el nombre del disco no tiene que ver con esa grieta de la que tanto se habla y que está de moda. A mí me inspiró algo más espiritual que tiene que ver con el ser humano: la grieta interna entre el bien y el mal”, aclara.

–Ninguna connotación política o ideológica, entonces…

–No tiene connotación política sino espiritual, humana, y si se quiere llevarlo más lejos, cristiana.

–En este plano, y según su óptica, acá entra en sintonía la canción “Cosecha”, entonces: “En la vida hay que elegir, vivir en las tinieblas o ser feliz”.

–Tal vez, sí. Lo que digo es que las tinieblas son muchísimas. Tenés que dedicarte a vivir y ser feliz con eso, tratando de ejercer tu libertad o vivir en las tinieblas del dólar, del terrorismo, de los negros y los blancos. Ser feliz es una elección: podés ser un infeliz que la pasa mal. Podés quedarte en el infierno o no, de eso se trata.

–¿Qué es lo que le marca el cambio en el tono de la voz, en diferentes canciones, e incluso dentro del mismo tema, como es el caso de “Lo que más duele”?

–Es una inquietud personal, querer cantar diferente. Uno de los sentidos de esta propuesta era que cantara y mostrara un timbre de voz distinto para el cual nací. La idea era mostrar la versatilidad. Quería expresarme con otro timbre para fusionarlo y que convivan ambos en una misma canción: la voz repodrida con una más grave o tanguera.

Rock y metal, entonces, combinado con inquietudes tangueras y músicas “para bailar” atraviesan la impronta de La grieta, que tiene como invitados a Yulie Ruth en guitarra acústica y voz; a Willy Piancioli (Tipitos), en piano y teclados, y al ex Rata Blanca Javier Retamozo en teclados y clavicordio. “Si tuviera que elegir un tema del disco, me inclinaría por ‘Jinete del rock’ porque es un homenaje a Black Sabbath. Teniendo en cuenta que es la última gira que van a hacer, creo que está bueno resaltarlo, porque el disco está bastante redondito, tiene temas como ‘Egos en liquidación’ o ‘Espejismos del edén’, que suenan más clásicos, y otros que no tanto”, sostiene O’Connor, presagiando dos shows: el híper esperado de Sabbath y el suyo. “En Vorterix habrá un par de invitados, pero el detalle máximo es la banda tocando y rockeándola en el escenario, eso es lo básico. Lo demás son detalles, son como los globos de un cumpleaños: hay de todos colores, pero lo que importa es el acontecimiento”.

–¿Algún intrépido le pide que vuelva a cantar como en Hermética?

–Sí. Igual, no dejé de hacerlo porque en los shows de Malón canto canciones de Hermética, aunque volver a cantar como hace veinte o treinta años va a ser un poco difícil por una cuestión universal. También habla un poco de evolución, eso: la voz envejece junto al cuerpo. Y si bien en Hermética tenía un caudal más poderoso, en cuanto a interpretación canto mejor ahora.

–¿Qué bandas de acá y de afuera lo influyen hoy?

–Muchísimas. De hecho, ahora paso mucho tiempo escuchando de todo y prestándole atención a la actitud de los artistas, que es lo que importa de todo esto. Cómo se dicen las cosas, de qué manera uno se para frente a eso, cómo se manda el mensaje... Todo aporta para el aprendizaje, como haber tocado antes de Megadeth, de Metallica o compartir escenario con Ozzy. Si bien no hubo un antes y un después de eso, sí hubo un antes… el después ya pasó. Quiero decir que hubo un antes por la noticia de poder tocar con estas bandas, pero el después se diluye como agua entre los dedos, porque la vida continúa. No puedo quedarme pensando en que abrí o no un show, sólo en que toqué con un montón de bandas internacionales de mi gusto y otras que las descubrí en su momento.