Sábado, 14 de octubre de 2006 | Hoy
MUSICA › ROBBIE WILLIAMS
El cantante británico actuará esta noche y mañana en la cancha de River.
Por Roque Casciero
Dicen que Robbie Williams está deprimido y que volvió a subir de peso, que se lo pasa jugando con la X-Box y que apenas sale de su habitación en el hotel Faena, que pidió que le sacaran el chocolate y el alcohol de su vista para no tentarse, que su producción insistió para que Amalia Granata (autopromocionada “novia argentina” después de la visita anterior del cantante) no pueda ni pisar la vereda del hotel de Puerto Madero, que busca contactarse con su admirado Diego Maradona... Y dicen cien, mil cosas más, por supuesto, porque la usina de rumores está a full desde que el británico llegó a Buenos Aires tras su paso por Chile. No es para menos: el bueno de Robbie es una de las más grandes estrellas de la música pop de los últimos años, lleva vendidos 60 millones de discos (500 mil en la Argentina) y su último contrato le reportó 80 millones de dólares. Hace poco argumentó depresión y exceso de trabajo para cancelar sus presentaciones en China, pero no iba a perderse su viaje a América del Sur: en su visita promocional de 2004 se sorprendió de la magnitud del fanatismo que despertaba entre las argentinas. Y para ellas el gran momento ha llegado, porque hoy y mañana Robbie Winner (perdón, es Williams, pero el tipo no para de ganar) se presentará ante un estadio de River repleto igual que en las mejores noches de Los Rolling Stones y U2.
La mención de estas dos grandes bandas en una nota sobre Williams no es una herejía incluso para rocke-
ros de ley, porque por más que transite los caminos del pop, el cantante abreva en la tradición sonora del rock inglés, desde Los Beatles y los Kinks hasta sus ex amigos de Oasis. Y además, sin ser un experimentador ni mucho menos (vamos... ¡es una estrella pop!), el tipo corre riesgos: se animó con el swing y le fue bien, presenta videoclips jugados y sus baladas están más cerca de Freddie Mercury que de la cursilería de Ricardo Arjona. Todo esto, por supuesto, lo coloca varios pasos adelante de sus melosos colegas, especialmente los latinos. ¿Quién se lo hubiera imaginado en los tiempos en que Robbie era el más gordito y quilombero de los Take That? Cuando dio el portazo en aquella boys band nadie le auguraba una carrera decente y aquí está, a punto de llenar dos River como apenas un mojón más entre tantas conquistas.
La referencia del show que Williams ofreció en el estadio Nacional de Santiago de Chile, donde lo vieron 50 mil personas, sirve para imaginar los conciertos en el Monumental. La infraestructura incluye dos pantallas gigantes comunes y una de alta definición, efectos especiales (llamaradas, explosiones, cascadas de agua) y un arsenal de iluminación que pesa más de veinte toneladas. La comitiva que acompaña al cantante es de 96 personas (que ocupan 27 habitaciones del Faena, incluida la Suite Imperial para la estrella, claro), entre las que se cuentan un cocinero y un fisioterapeuta, pero sobre el escenario lo acompañan “apenas” seis músicos, seis coristas y el cantante invitado Jonathan Wilkes. Junto a éste, Robbie protagonizó uno de los momentos más comentados del show de Chile: ambos se bajaron los pantalones y le mostraron el culo al público.
Otro de los gags del Payaso Buena Onda (eso es Williams sobre el escenario, además de un buen vocalista) fue durante la canción “Monsoon”, que dice: “Estoy orgulloso de que haber pasado una noche conmigo/ te asegurará fama”. “¡Amalia Granata!”, gritó el cantante, y desató la risa de todo el estadio. Pero hubo más. Muchos “fuck”, dedos índices alzados, bajarse un poco el pantalón para mostrar un tatuaje en la pelvis, y un comentario irónico cuando el público chileno chifló a los argentinos: “¿En serio?”, se rió Robbie. “Voy a decirles que ustedes les envían todo su amor.” En el set hubo lugar para algún viejo tema de Take That, para adelantar algo de su próximo disco Rudebox y para la catarata de hits (“Rock DJ”, “Radio”, “Let me entertain you”, “Feel”) que lo hizo tan importante. El final, como en los miniconciertos televisivos que ofreció aquí en 2004, fue con la balada “Angels”, para delirio cuasi orgásmico de las fans chilenas. Las argentinas, ansiosas, ya esperan por su porción de Robbie, seguras de que, incluso si les toca verlo desde una popular muy distante, obtendrán una satisfacción Monumental.
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