MUSICA › ENTREVISTA A MIGUEL BOTAFOGO Y RICARDO TAPIA
El guitarrista y el cantante de la Mississippi hablan de lo que más saben: el blues. Aquí cuentan sus afinidades y diferencias.
Son las 12 del mediodía. El sol cae derecho al piso y apabulla a los trabajadores ambulantes de Villa Ortúzar. Ricardo Tapia y Miguel Botafogo zafan. Están guarecidos bajo el techo del lujoso estudio del guitarrista. Como en un rito afro, ambos giran alrededor del chiche retro de la sala: un bajo de tina. Pese a que los dos están en los prolegómenos de presentar material nuevo, subyace un interés común atemporal e inevitable: el blues. “Esto lo tocaban –y lo tocan– los negros, porque un contrabajo sale un huevo”, le explica Botafogo a Tapia. Y se zambullen un rato en los misterios del instrumento, un palo largo y una palangana de lata –de esas que usan las lavanderas del Mississippi– como los dos límites de la cuerda. “Algunos lo hacen sonar podrido, pero hay que tenerla clara”, sigue Bota, ducho en pedagogía blusera. Tapia, inquieto, posa un pie en la palangana, agarra el palo y, con la mano izquierda, intenta tocar algo. Pero desiste en breve. No es el sonido que le pondría, por ejemplo, a un disco de heavy-blues como el flamante de Mississippi, Amor y paz, que estrenan hoy y mañana en el ND Ateneo (Paraguay 918).
Botafogo reacomoda el antropológico bajo en su lugar e invita al colega a sentarse. Se llevan seis años (Bota tiene 50 y Tapia 44) y no parece haber problemas entre ellos, pero tampoco una gran amistad. El trato mutuo es correcto. El guitarrista señala la bella estética de la tapa de Amor y Paz (un alambre de púa limitando quién sabe qué) y coincide con Tapia en que White Trash –Edgar Winter, 1971– es “el” disco de la historia del blues. El cantante, por su wing, comenta que la extensa trayectoria de Botafogo “pedía a gritos” un DVD como Blues Maestro –que el barba presenta 17 y 18 de noviembre en el ND Ateneo– y se acuerda bien de Durazno de Gala. La sala del Bota es amplia y luminosa. Está justo enfrente del bunker de Carajo –el grupo de Andrés, su hijo baterista– y a esa hora hay músicos jóvenes –tal vez alumnos– que entran y salen permanentemente. Es la zona fabril de Chacarita, donde se puede tocar música fuerte y a toda hora. “Los pibes en general no le dan bola al blues –apunta Bota–, pero cuando lo descubren les agarra un ataque muy lindo, porque encuentran que es una música genuina, que no tiene nada que ver con el glamour. La historia del blues es una fuente inmensa de conocimiento, que una vez que te picó te dura toda la vida.” “Es cierto –se pega Tapia–, a mi pibe le preguntás cuál es el origen de todo y te dice Ramones. Yo digo que es Cream y, toque lo que toque, mi música responde a una misma columna vertebral de la que es imposible desviarte.”
–¿Incluso en Amor y Paz con sus giros?
Ricardo Tapia: –Sí, porque la raíz de Mississippi sigue siendo blusera.
Este es un disco con muchos watts y temáticas disímiles. Una de ellas es el tema “Amor y Paz”, que está hecho a lo Marvin Gaye, con muchos vientos y eso. Y otra como “Barrio duro”, una historia dedicada a las calles de tierra de Florencio Varela.
–Blues obrero...
R. T.: –Para que escuche la gente que les tiene miedo a las calles de tierra. Que le teme al laburante y a la roña. Hay mucha mentira en todo eso... mi viejo era un obrero de la construcción, y sé lo digno que es ser un obrero. Yo también fui pintor de brocha gorda, incluso cuando ya había formado La Mississippi. Es un tema homenaje a toda la gente que labura y que siempre está vapuleada.
La otra novedad –el DVD de Botafogo– es un repaso de los 33 años de trayectoria de Miguel que incluye backstages, extras, shows en vivo, entrevistas e imágenes extraídas de su colección personal. “Hace tiempo que la idea merodea mi cabeza. Daniel Manzini, un amigo fanático del rock argentino, digitalizó un montón de imágenes que yo tenía perdidas por ahí y quedaron 15 horas de material, que después fuimos achicando y dándole un formato apacible y dinámico, apto para ser mirado.” El próximo paso, en CD, será el sucesor del familiero Don Vilanona que está casi todo compuesto. “Hay varios temas de blues pesado bastante lejos de Muddy Waters”, ríe.
–Muchos lo ven como el mayor difusor del blues ortodoxo en la Argentina, ¿acuerda?
Miguel Botafogo: –Puede ser... pero hay tipos que lo son más que yo. Uno es el monstruo de Fernando Goin, que se pone a tocar Robert Johnson y te destruye. Además, yo siempre traté desesperadamente de que mi música llegue al oído del pibe que escucha La Renga o cumbia, pero nunca tuve suerte.
–¿Mississippi es la renovación?
R. T.: –El dato de los últimos años es hacer discos diversos. Nos gusta salir del blues, jugar con otros estilos. Además, al ser una banda de autores, fluyen ideas distintas. Tenés jazzeros, fanas de AC/DC, rockers clásicos y candomberos. Yo, que vengo del blues acústico, me mezclo con todos ellos. Creo que el quiebre fue Cara o Ceca, que tiene una diversidad rítmica enorme.
–Editaron Buenos Aires Blues con sus primeras grabaciones y nunca lo presentaron. ¿Razones?
R. T.: –Lo editamos porque nos gustó. Fueron los demos que escuchó Gauvry para proponernos hacer Mbugi. Quiere decir que tiene un valor artístico pero no había una razón para presentarlo. Es un disco simpático.
–¿Por qué ruta ingresó cada uno al blues?
M. B.: –Lo primero que recuerdo es a mi vieja vendiéndome a Louis Armstrong como el rey del blues, cuando yo escuchaba a Julio Sosa. Después llegó Oscar Alemán, pero el detonante fue oír la guitarra en “El rock de la mujer perdida”. Escuché a Pappo y dije “¡guau!, le vi la cara al blues”. A través de él descubrí a Clapton, Jeff Beck, Alexis Korner y después a Willy Dixon o Blind Lemon Jefferson. Tuve suerte porque me hice amigo de dos trastornados que se habían ido a vivir a Nueva York, porque eran fanáticos de Johnny Winter, y sabían que el albino nunca iba a venir al país. Cuando volvieron, trajeron cuatro maletas llenas de discos, con todo lo que había en Nueva York de blues. En 1974 –un año después de debutar como suplente en Pappo’s Blues– me encerraba a escuchar a Mississippi John Hurst, Freddie King y Muddy Waters 24 horas por día.
R. T.: –Yo me crié entre discos de Víctor Jara, George Brassens y folk europeo. Lo primero que escuché de blues fue Lightin Hopkins, mirá qué locura. Después pasé a los Stones, John Mayall, pero el disco que me cambió la cabeza fue White Trash. Todos los músicos grosos escuchaban ese disco.
–Pappo era todo eso, acá...
R. T.: –Sin dudas, man. Nadie en esa época tocaba como él. Pero yo recuerdo revistas muy afamadas que lo trataban muy mal. Decían que el “Tren de las 16” no iba a llegar a nada, pero él tenía un arraigo popular enorme en la gente. Fue el primer músico de rock que escuchó la clase obrera.
–Musa indirecta de la balada de “Jimmy Gerli”...
R.T.: –Claro, es como el Jimi Hendrix de Gerli, un barrio obrero lleno de fanas de Pappo. Jimmy es el clásico chupín de barrio, que toca bárbaro pero que nunca llega a nada. Para todos los Jimmy, Gerli su muerte significó perder un eje muy fuerte para el movimiento de blues en la Argentina.
M. B.: –Pappo fue un puntal que no paró nunca. Spinetta me dijo una vez: “Yo estoy enojado con él, pero con una mano en el corazón... él fue el que nos movilizó a todos. Nos decía lo que teníamos que tocar”. También me contó que los metía en un auto a él y a Rodolfo (García), les daba la llave y les decía “tomá, manejá”. Y lo hacían porque era medio malevo... ¡El tipo los llevaba a Mar del Plata a desayunar mirando el mar! O iba de visita a una casa, le asaltaba el ropero a la familia y los hacía actuar a todos.
–El principio motor del rock argentino...
M. B.: –Y humilde además. Pappo descartaba todo tipo de adoración onda semidiós. Además, un músico de raza que iba a los festivales y, mientras cualquiera de nosotros quería tocar 10 o 15 temas para cobrar en Sadaic, él tocaba cinco, porque se colgaba con solos de 25 minutos.
R.T.: –Yo admiraba su manera de escribir. Es la frase del tipo que está debajo de la camioneta arreglando un motor, y mira al mundo desde ahí. “Los hombres crearon dioses / y también la gran ciudad”, de “Longchamps Boggie” no tiene desperdicios. Miles de tipos en la historia se quemaron la cabeza preguntándose por la existencia o no de Dios, y el tipo la mandó así. Genial. “No obstante lo cual, me sigue gustando el cabaret” también es mortal. Cuando uno comete el error de creerse cosas que no son, yo siempre me acuerdo de Pappo.
M. B.: –Lo más grande fue cuando Neustadt le preguntó: “Pappo, usted que es rockero ¿la droga viene por el rock?... y Pappo le respondió: “No Neustadt, la droga viene por aviones”. Dos días después, estalló el quilombo de Southern Winds. Antológico.
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