Viernes, 1 de diciembre de 2006 | Hoy
MUSICA › FERNANDO KABUSACKI, EL PRIMER TRABAJADOR DE LAS GUITARRAS ARGENTINAS
Formado en el Guitar Craft de Robert Fripp, Kabusacki puede generar una química particular con Charly García, musicalizar películas mudas con la National Film Chamber Orchestra y girar por Europa y Japón con grupos de alta energía: “Por más que suene a cliché, es verdad que en la música no hay fronteras. Un día puedo tocar con Liliana Herrero y al siguiente con Vernon Reid”.
Por Roque Casciero
Fernando Kabusacki no puede estar mucho tiempo sin una guitarra en las manos. No es que se le note la ansiedad, ni nada de eso: su estampa alta y sonriente irradia una calma poco frecuente entre los músicos, especialmente cuando está cerca de su hija Uma, de dos años. Pero no hay más que leer el blog que mantiene como una especie de diario personal (“para desmitificar un poco la figura del músico”) para notar que no pasa un día sin que el ex Gauchos Alemanes participe de alguna grabación, zapada o concierto, tanto propio como de alguno de sus amigos. Una rápida mirada al presente de Kabusacki: acaba de publicar un disco doble, The Flower + The Radio (uno de ambient y otro más “rockero”, pero grabados en la misma época); le pone música en vivo a películas mudas al frente de la National Film Chamber Orchestra; gira por Europa y Japón, donde toca seguido con miembros de los ruidosos Boredoms, y participa de conciertos de Charly García, Flopa y Francisco Bochatón. “Hay gente que sale a cenar a la casa de uno o va al cumpleaños de otro, pero yo no hago eso”, explica el guitarrista. “Lo que hago es tocar todo el tiempo: mi contacto con la gente es ése. No soy una persona muy social, salvo con la gente con la que toco. No es algo que haya buscado, pero me di cuenta de que es así. Es que siento que muchas veces puedo comunicarme mejor a través de la música que con las palabras. Sobre todo si uno toca con músicos genuinos, no de yeites o muletillas. Es verdad que en la música no hay fronteras, por más que suene a cliché. Un día puedo haber tocado con Liliana Herrero y al siguiente con Vernon Reid, porque para la música es una sola. Para mí Bartok es rock and roll, mucho más rock and roll que Callejeros. Me interesa la esencia de la música.”
–¿Por qué se conoce más su trabajo fuera de la Argentina que aquí?
–Es coherente, de alguna manera, porque afuera hay una apertura a ciertas músicas que encuentro muy poco en la Argentina. Además tengo mucha afinidad con músicas de afuera, cosa que no me pasa con músicos ni con públicos argentinos. Cuando salgo de la Argentina siento que estaba en una burbuja y que me estaba perdiendo montones de cosas. Hay todo un mundo que en la Argentina no conoce más que un número limitado de gente. Y en la burbuja cerrada que es la Argentina no me encuentro, en general, por eso es coherente que pasen más cosas afuera que acá. Acá todo está muy fragmentado: está el rock, la vanguardia, la electrónica... Pero la música, así, en general, no está... Y a mí me gusta moverme por la música: ése es mi territorio.
–Pero usted se considera un guitarrista de rock.
–Sí. Es que a mí me gustan los Who... No soy un músico experimental, por más que haga cosas raras o distintas. Pero no me siento cómodo con los músicos experimentales argentinos ni creo que la música tenga que ser rara para ser distinta. Sólo tiene que tener algo de novedoso, de original. Y en general me siento más cómodo con el rock. La mayoría de los músicos argentinos con los que toco son de rock: Flopa, Bochatón, Charly... Y afuera también: Yamamoto y Yoshimi (Boredoms), con quienes voy a tocar en Japón, hicieron giras con Nirvana.
–Igual, por más que toque con bandas de rock, jamás hace un riff o un solo de pentatónica.
–Es que no me salen... (risas) O sea, sé hacerlo, busco un sonido distorsionado y puedo tocarlo, pero no es lo mío. No me siento cómodo. Charly lo sabe: cuando hay que hacer un solo, lo hace Kiuje (Hayashida), que es un campeón en eso.
–Su complicidad con Charly García es altamente impensada.
–Sí, pero también es sumamente coherente. Charly es “la” amplitud, tiene una cabeza sumamente abierta. Y el respeto que le tengo es infinito. A veces me aterra que, con respecto a él, sea tan condenable la desprolijidad en el rock y no sea más condenable la insipidez. Todo el rock que hay ahora, con el que no pasa nada, está totalmente muerto, y nadie condena eso en los medios. Pero sale Charly haciendo bardo en un concierto de rock y dicen que está loco, desprolijo.
–¿Tan insípido le parece el rock argentino?
–No encuentro nada que me parezca real, verdadero.
–Pero toca con algunos rockeros argentinos.
–Sí, sí. Para mí, Flopa y Bochatón son de las cosas más importantes que están pasando en el rock argentino. Tampoco es que salgo todas las noches ni que investigo, pero cada vez que voy a ver algo, incluso cuando me lo recomiendan, nunca me mueven.
–¿Cómo surgió el contacto con García?
–A través de María Gabriela (Epumer). Charly es principalmente un amigo. Qué sé yo, a Charly nunca voy a mentirle, nunca voy a hacer algo con él por dinero... Y tal vez él lo valore. Además, tenemos muchas coincidencias musicales: a ambos nos gustan los Who, entre otras bandas. Y algo que él siempre dice es que tenemos muy buena química. Para este disco interminable hemos hecho sesiones los dos solos y nos prendíamos fuego. Pensaba: “Nunca en mi vida toqué esto”. Era una combustión, pasaba algo: es química.
–Incluso en los temas en los que él participa en The Radio, están en una confluencia: usted más encendido y él más ordenado.
–Sí. Sin ponerme esotérico, hay una química importante con él. Y a él también le pasa, me lo ha dicho. En muchas sesiones del disco nuevo de Charly él grabó un montón de sesiones de teclados conmigo tocando, porque decía que así se arengaba. Eso, más allá que hay dos millones de guitarras mías que desaparecieron (risas). Pero para él estaba bueno tocar conmigo. Y eso es inexplicable.
–Desde su época en Los Gauchos Alemanes, su imagen quedó muy ligada a la de Robert Fripp, que había sido maestro de los tres. Sin embargo, su presente es muy diferente.
–Sí, sí. Para mí Fripp fue y es muy importante en mi vida, aprendí muchísimo de él y logré cosas con la guitarra que no habría logrado sin él. Pero me llevó muchos años despegarme musicalmente. Antes sentía que tenía que imitarlo tanto en su forma de tocar como en la de hacer las cosas, hasta que encontré mi propia voz. Para mucha gente soy el Fripp argentino o algo así. Es gracioso, porque hace un par de años estábamos en el Luna Park y me presentó a Joe Satriani, y en chiste le dijo: “Yo soy el Kabusacki inglés” (risas).
–Con Los Gauchos Alemanes hasta se vestían parecido a Fripp.
–Claro, yo tenía una identificación total. Fripp era mi “ejemplo”, de quien aprendía. Además, estaba mucho con él, así que era natural que eso sucediera. De todos modos, hay un aspecto de Fripp que mucha gente no conoce y que sigue siendo ejemplar para mí: él tocaba con los Damned, con Blondie, con los Talking Heads, tocó en G3, con las Roches. No era King Crimson y chau. En ese aspecto sigue siendo un ejemplo de apertura, de amplitud, de no ser un guitarrista de música de vanguardia o de jazz o de rock, sino un guitarrista de música.
–Usted estudió en los seminarios Guitar Craft de Fripp en Inglaterra. ¿Por qué se fue para allá?
–Porque en Rosario, donde vivía, me sentía un marciano y porque necesitaba encontrarme con la gente que venía escuchando. Entre otras cosas, Fripp, Phil Manzanera (guitarrista de Roxy Music), Brian Eno... Pensé: “Tengo que ir a conocer a esta gente, no puedo quedarme en Rosario pegando posters en mi pieza de estos tipos si lo que quiero es tocar con ellos”. Y en 1988 me fui a buscarlos. Incluso probé si podía hacer algo en Buenos Aires y no tenía por dónde entrar. Entonces decidí irme a Inglaterra, a conocerlos directamente a ellos. A los cinco días tenía una carta de Fripp que decía que se había enterado de que estaba buscándolo, y a la semana me había hecho amigo de Phil Manzanera. El me prestó una guitarra para que pudiera tocar y me invitó a tocar con él en un disco. Me sabía todos los solos de Manzanera y él no lo podía creer. Y resulta que el hermano de Manzanera es tucumano...
–¿Cómo fue que le pasó todo eso tan rápido?
–Fui de caradura total. Copié la dirección de los sellos de los discos, fui y toqué el timbre. En EG Records dije: “Miren, llegué ayer de la Argentina, vine a buscar a Robert Fripp”. ¿Qué podía perder? En Rosario no tenía nada para hacer, en Buenos Aires eran todos pop stars... Por eso me fui a buscar a los tipos y me di cuenta de que ellos no eran así. O sea, son más rock stars que cualquiera, pero no tienen la pose. Con Manzanera fue así: tocaba en un show chiquito, en Londres, y con mi astucia argentina fui al camarín, preguntando por Phil como si fuera amigo (risas). Y cuando pude hablar con él me invitó a su estudio, donde agarré la viola y le tocaba todos los temas de él. Para mí el tipo es una gloria, sus discos solistas son alucinantes.
–¿Cuánto tiempo estuvo en Inglaterra?
–Volví recién en el ’92, porque me enganché con los cursos de Fripp. La atracción que sentía por esa música era más allá de lo normal, por eso tenía que ir a conocerlos. Fui sin un mango, así que no tenía para comprar discos. Escuchaba el programa de John Peel: ahí descubrí a PJ Harvey y a Björk, no lo podía creer. Estaba ilegal, viviendo con unos brasileños en un cuartucho. A la mañana repartía diarios, después hacía las camas y limpiaba en un hotel, y a la noche era mozo en Pizza Hut.
–Todo un ejemplo de determinación.
–Sí, creo que hay que ir para adelante con las cosas. Supongo que ahora debe estar más difícil, pero cuando uno ve algo claro, hay que hacerlo.
–En su página web figuran todos los músicos con los que trabajó. Y al lado de Charly García y Fripp figura... ¡Pablo Granados!
–A los 18 años, cuando vivía en Rosario, tocaba en una banda pop llamada Hola y el tecladista era Pablo Granados. Después fui violero suyo cuando salió como solista. En una época éramos amigos. Incluso llegó a ofrecerme hacer un programa juntos. Quería hacer un programa de cachadas a la gente. Le dije que no porque no tengo cara para eso, pero él era un caradura que iba al frente. El tenía una onda medio Fito, porque era muy fan de Fito y Charly. Estaba bueno lo que hacía. No sé si tengo grabaciones, pero fotos sí: él cantando y yo tocando la guitarra... ¡al re palo!
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