Vie 08.12.2006
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MUSICA › ENTREVISTA A JOSE CARBAJAL, EL SABALERO

“Ahora mis canciones son de la gente”

El cantautor uruguayo vivió más de la mitad de su vida artística fuera de su país, pero es un emblema de la música popular rioplatense. Viene a Buenos Aires a mostrar su nuevo material, basado en temas del poeta Higinio Mena.

› Por Cristian Vitale

Desde Montevideo

En Montevideo, a una cuadra de la Plaza Cagancha y frente al Hotel California, donde alguna vez vivió Rubén Rada, está Lobizón. El cartel que cuelga en el frente reza: “Casa de comidas”, pero el interior es mucho más que eso. En el pasillo angosto que divide la vereda de la barra prolifera un rústico marrón madera. De las paredes penden jaulas añejas, aparatos de radio pretelevisión, damajuanas de veinte litros, afiches culturales y muchos cuadros. Dicen que es la taberna donde para buena parte de la bohemia montevideana. José Carbajal, el Sabalero, está sentado a la mesa más cercana a la puerta y se mueve como pez en el agua. “Jimena –le grita a la mesera–, traeme un café.” Y anda a los abrazos con cualquiera: un empleado del juzgado que fuma un cigarro tras otro; un habitué que se acaba de pelear con la mujer porque ella no le cosió el botón de la camisa; la mesera y un yorugua pro Botnia, exacerbado por el litigio. Carbajal se ríe de todo y le da lo mismo la prohibición de fumar: hace tiempo que no pita ni toma, porque lo operaron del corazón. Pero accede a la vereda cada vez que un cigarro interrumpe la charla. “Es coloquial esto de no fumar adentro, porque te junta afuera”, dice y ríe otra vez. Afuera, sobre la calle San José, no hay ser que no lo salude. “Yo soy como la ruda acá... me conoce todo el mundo”, dispara.

Es notorio que, pese a haber vivido más de la mitad de su vida artística fuera del país (ver recuadro), el autor de “A mi gente” y “Chiquillada” aún juega muy de local. La excusa de su enésimo retorno –hace catorce años vive en Holanda– es la presentación de un nuevo disco, que en Argentina será hoy y mañana en el ND/Ateneo (Paraguay 918). Se llama La Viuda y, exceptuando dos canciones (“Blues de los pequeños deshollinadores” y “Labo lekaike”), está basado en temas del poeta errante argentino Higinio Mena, muerto en Copenhague hace ocho años. “El no creía mucho en sí mismo... siempre te mostraba cosas de otros. Le tuve que exigir que me pasara sus textos un 14 de julio de 1989, antes de subirme a un avión. Los grabé en cinta mientras él cantaba. Algunos fueron a parar al disco Entre putas y ladrones (1991) y los otros están acá”, dice.

Mucho se sabe de El Sabalero, una de las voces más reconocidas de Uruguay con casi veinte discos editados, trabajos con Hugo Fattorusso, Jaime Roos, Canario Luna, y una trayectoria trotamundos –en parte, obligada por razones políticas– que lo transforma en un genuino embajador musical montevideano. Pero muy poco de su enigmática musa. Apenas, que nació en Ranchos, Buenos Aires, en 1947. Que se exilió en Francia en 1973. Que era poeta, novelista, y le decían el Loco Argüelles. Que editó un par de novelas. Y que a su primera mujer, militante como él, la mataron los militares. “Lo conocí en 1970, en Ciudad Evita –cuenta Carbajal–. Su mujer era anarquista y él también, porque coincidíamos bastante. Pero por sus canciones, creo que militaba en el PRT. Igual, era un hombre de muchas dudas. No era incondicional con nada y por eso manejaba un lenguaje universal y atemporal.”

–La música de “El padrino Sardo”, el primer tema del disco, suena muy Sabina...

–Yo creo que lo antecede, porque las canciones son muy viejas. Cuando conocí a Sabina, en el ’73, era rockero. Tenía un grupo casi punk. Además, con ese violín y mis gritos, se parece más a Kusturica. Festivo y loco.

Raro, por su sangre, que al Sabalero no se le escape un solo “bo” en más de 60 minutos. La muletilla es loco. Mejor dicho, “el loco”. La utiliza para explayarse casi obsesivamente sobre los atributos humanos y estéticos de su amigo poeta. Dice que fue su compañero de ruta durante muchos años. Que, luego de conocerse en Buenos Aires, se reencontraron en Barcelona ¡en un tren! y que la vida no los separó hasta la muerte. “Ibamos y veníamos. En España vivimos en el mismo hostal hasta que la policía de Franco lo metió preso y a mí me echó del país. Después, cuando murió el dictador, él salió de la cárcel y nos vimos en París, en Holanda y en Montevideo. Siempre nos reencontrábamos”, evoca.

–¿Por qué lo echaron de España?

–Me habían contratado para tocar en peñas folklóricas y todo bien hasta que duró el trabajo, pero una vez “me faltó el saco” con los documentos y me metieron en cana por indocumentado. Cuando fui al consulado uruguayo a pedir que me hicieran otro, el cónsul me dijo “vaya a pedirlo a Rusia” (risas). Tuve que ir a las Naciones Unidas para que me dieran el pasaporte azul de la Convención de Ginebra, que me duró hasta 1984. Ah... y en México, para entrar a Estados Unidos, me dieron un pasaporte de apátrida.

–¿Cuál fue el momento más duro en el exilio?

–1978, cuando murió mi viejo. Me enteré y no podía venir. Ahí escribí “El Viejo”. En realidad, estaba escribiendo una canción que hablaba de las plantas y los animales de acá. Cuando iba a cantar a los países fríos del norte, no podía creer que una gallina era una caja congelada de supermercado. Entonces, pensé en contarle a esos botijas europeos cómo era mi tierra, poblada de muchos seres de la naturaleza que allá no había. ¡En Suecia no ves un pájaro cantando! Todo ese cuento sobre la naturaleza se transformó en un cuento sobre mi viejo.

–Una historia que ancla con la atmósfera descriptiva de “Chiquillada”. ¿Lo sorprendió el éxito que tuvo aquella canción?

–Fue muy raro. Yo era muy joven cuando la hice. Había ido a un concurso en Colonia y de repente... pegás una canción así. Me faltaban un par de dientes, no tenía pilchas, nada. El éxito me desubicó.

–¿Qué opina de las versiones que popularizaron Jorge Cafrune y Leonardo Favio?

–Favio tenía una manera de cantar muy especial. Su versión es muy tierna, y la del Turco también pero más agauchada. Favio la cazó como una canción de barrio. Después hay otra del Topo Gigio, que no sé cómo mierda encontrarla. Creo que la hacía Pinocho Mareco. Yo tengo la tapa del simple que también traía “De boliche en boliche” de Francis Smith. Que el Topo Gigio grabe una canción tuya es lo más raro que te puede pasar.

–¿Lo de sabalero es por el pez?

–Sí. En realidad, se les dice así a todos los nacidos en Lacase, que es una colonia de pescadores. Es muy loco, porque cuando fui a tocar a Rosario vino un montón de gente a verme. ¡Eran hinchas de Colón! Claro, después me enteré que le dicen los sabaleros. Ese día, Fossati, que después fue técnico de la selección uruguaya, me encajó una virgen. Nadie tenía idea de lo que yo cantaba, pero el lugar se llenó. Y mató, porque la bandera de los hinchas era roja y negra. Igual que la anarquista.

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