MUSICA › UN GRUPO EN ALTA ACTIVIDAD
El viaje sin fin de Karamelo Santo
Instalado en una casona comunitaria en La Boca, el grupo que viene girando intensamente por Europa volvió a su Mendoza natal para un festival en el que hubo espacio hasta para un ritual colectivo en ofrenda a la Pachamama.
› Por Cristian Vitale
La mirada siempre calma de Goy no alcanza a ocultar su ansiedad. Está a mil kilómetros del lugar donde nacerá de un momento a otro su primer hijo y la distancia lo inquieta. Es la previa de un show de Karamelo Santo, y mientras el resto de la banda precalienta, él va y viene con el celular en el oído. Cada veinte minutos llama a su chica, en la casona de La Boca donde el grupo se instaló en 1997, pero no hay novedades. Parece que Homero está esperando que papá termine su trabajo. “Si nace, dejo todo y me voy”, dispara con tonada cuyana inevitable. La expectativa de Guillermo Goy Ogalde, fundador de la banda mendocina con mayor proyección nacional e internacional, es la nota saliente de una previa que, en otros órdenes, es similar a las demás. Sus compañeros (Lucas, Diego, Mariano, Piro, Martino, Pablo y Gody) se ponen ropas estrafalarias y hacen ejercicios, algunos acompañados por mujeres e hijos, otros por algún amigo que los visita en tierra propia. Y todos, esperando que concluya el show de Kapanga para cerrar la primera noche del General Rock, festival organizado por la comuna de San Martín (ver recuadro). “Mendoza, como otras provincias, está expuesta al marketing de Buenos Aires... por eso, para nosotros romper esa regla y poder cerrar un festival de este nivel habiendo bandas de allá, es como un sueño. Valoramos que la gente entienda esto”, dirá Goy después de un show de dos horas que dejó pipones a unos seis mil fans llegados desde Junín, Tunuyán, Las Heras, San Rafael y otros puntos de la provincia.
Al anochecer, cuando Karamelo sube a escena, ya pasaron dos créditos locales (Par 23 y Primates), Nuca, Karma Sudaca (la banda más popular de Tucumán) y Kapanga. Una luna redondísima, rodeada de estrellas y un profundo azul, sirvió para que Goy y los suyos rindieran culto a la naturaleza. “Vamos a cantarle a la Pachamama, compadres”, dijo, y el set abrió con Mamina reggae. El Teatro Griego, donde Karamelo filmó el video de Los Cangrejos, parece tronar: banderas flameando, gente de todos los palos bailando, cantando, y una dinámica circense arriba del escenario que pega inevitablemente en los de abajo. El show sigue con temas de la cosecha histórica de Karamelo, que lleva editados cuatro discos (La Kulebra, Perfectos idiotas, Los guachos y Haciendo bulla). Se baila ska con Negro, una licuadora de estilos latinos con El baile oficial o cumbia con Nunca, donde sobresale el acordeón a piano de Lucas Villafañe.
Todo transcurre por los canones normales hasta que un cántico típico y popular (“el que no salta es un porteño”) detona la paciencia de Goy, antes del séptimo tema, Santa María. Se interrumpe el set y el guitarrista da una lección de antirracismo, destacando otra de las características de la banda: su militancia en contra de todo tipo de discriminación. “Unámonos y dejémonos de joder, loco. Así como la policía le tiró un tiro al jugador de San Martín porque pensaba distinto, ustedes pueden hacer lo mismo alguna vez. No nos confundamos.” Un mendocino retando a otros es el momento más tenso de la noche y el dato que Goy y el saxofonista y pianista Pablo Clavijo destacan después: “Me enojé y los reté. No es que nos pongamos en un papel de profetas, pero la misión del grupo es pedir algún cambio. No una transformación política o social, simplemente algo cultural: que los mendocinos no veamos al otro como diferente. La idea fue parar la pelota, porque creemos que la persona es lo más importante, más allá de cualquier Dios o patria”, dice Goy. “Si bien no fue una bajada de línea, ni tratamos de convencer a nadie, fue salir del lugar común y decir ‘por qué nos tenemos que separar y generar fronteras’”, agrega Pablo.
Goy y Pablo vierten conceptos que la banda sostiene desde su origen, pero seguramente las giras que desde hace cuatro años viene haciendo por Europa reforzaron su sentido universalista. La última duró 45 días y pasó por ciudades de Suiza, Dinamarca, Austria y Alemania. Goy compara “ambos mundos” y sostiene que en Argentina persiste un racismo fuerte y marcado. “Al menos hoy, en esos países la gente parece más tolerante.” También remarca el interés de los europeos por la cultura ancestral de los países del tercer mundo. Cuenta que cada vez que tocan Tomate un vino en Europa, los gringos “flashean” y quieren saber quién es la Pachamama. “Cuando me preguntan, les contesto que es algo más fuerte de lo que pensamos, que es el universo.”
Tomate un vino es, precisamente, uno de los últimos temas que suenan en San Martín y es un ritual en honor a la madre tierra. Los músicos arengan a todo el mundo a “agacharse y besar la tierra”: es el momento en el que aparece con más fuerza el rito. “Para nosotros es un cable a tierra”, explica Goy. “En Mendoza somos descendientes de Huarpes, que le rendían culto a la Pachamama, la luna y todas las fuerzas de la naturaleza. Que vengas al palo y, de repente, te frenes para tocar el suelo, es algo fuerte. Los incas les hacían comer tierra a sus niños cuando estaban desnutridos, porque la tierra tiene mucho hierro. Por eso, cuando sos medio tonto, acá en Mendoza te dicen: andá a comer tierra.” “Hay un ritual alrededor de la pacha y de volver a algo muy primitivo, como la siembra”, sigue Pablo. “Algo que en las ciudades está totalmente perdido.”
El bis, después de Tomate un vino y La kulebra del amor, tiene cuatro temas: Joint, un reggae–batucada con notable influencia de Manu Chao –un amigo a quien Karamelo teloneó en Mendoza y Obras en 2000–, Recuerdo tu futuro –junto al Mono y Maiquel, de Kapanga–, Guerrillero y Skalibur. A esa hora todo es fiesta y ya nadie recuerda los cánticos enojosos. Goy lo contempla en el balance. “Cuando volvemos a Mendoza se mezclan muchos sentimientos, el más positivo es que la gente recuerde que lo que estás cantando salió de acá. Volver a nuestra tierra y que la gente diga ‘mató lo que hicieron’, fue como haber cumplido un sueño.”
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