MUSICA › HOY EN PLAZA DE MAYO
El bajista, uno de los mejores del país, aprovechará su show gratuito de esta tarde para mostrar el material de Niño, su quinto disco solista, donde rescata las músicas que escuchaba en su infancia.
› Por Cristian Vitale
“Bebote, no vas a poder.” Javier Malosetti aflauta la voz y recrea el momento en que Luis Alberto Spinetta le advirtió que no podría combinar el rol como bajista suyo y su carrera solista. La edición de Para los árboles coincidía con la de Onix y un show en Obras. “Se me superponían fechas y yo suspendía las mías. Se complicaba el plan de ensayos, hasta que me fui”, cuenta. Y se ríe por el mote. “Hasta Valentino, que es chiquito, me dice bebote. ¡Tengo 41 años y soy inmenso, loco!”, se ríe. El único hijo varón de Walter está desparramado en un sillón de tres piezas y lo abarca completo. “Haberme ido de la banda de Luis me dio aire para concentrarme en mi carrera solista”, sigue. A Onix –ganador de un premio Gardel en 2005– le siguieron sus aportes a Música para soñar y la edición de Niño, quinto disco propio en seis años, que presenta hoy a las 19 en Plaza de Mayo.
Como sus antecesores, Niño mezcla temas compuestos por él –“Advice”, “Varsovia stomp”, “Anvers dune”– con versiones deformadas y decoradas de otros, como Brown Campbell (“Bring me your cup”), Stevie Wonder (“Tell me something good”), The Beatles (“Money”) y Almendra (“Para ir”). “Me puse un poco nostálgico y recordé la música que sonaba en la casa en que vivía con mis viejos en El Palomar. No sólo standards de jazz, también el segundo de Almendra y varios de The Beatles. La tapa iba a ser una foto mía disfrazado de arquero en algún potrero del barrio. Era medio patadura jugando, pero en el arco las sacaba todas”, dice. Finalmente, optó por una foto de su hijo Julián. La polaroid capta una expresión inquieta, una profundidad que, para Malosetti, define su infancia. “En general, cuando se le dedican temas a la niñez, son dulzones, alegres, facilones... Niño no hace referencia a esa parte lúdica sino a momentos más oscuros. Yo tengo recuerdos amargos de mi niñez. Me comí profundas angustias. Cuando sos chico vivís trágicamente lo que después te parece una boludez.”
Niño es otra muestra de la genialidad. Muestra al bajista en un momento clave, en que la experiencia, el ímpetu y la creación parecen en su cenit. Imposible descartar sus genes jazzeros, el amor por la música afro y la energía rockera de su nueva formación, Hernán Jacinto en teclados y Oscar Giunta en batería. Si en “Wild West III” le hace honor a su herencia paterna, en “Varsovia stomp” desarrolla enormes dosis de groove, apoyado en el swing y las deformidades vocales de Rubén Rada. Pero hay algo más central: la impronta beatle que subyace todo el disco. “Son mi amor musical más temprano. De chico, te pasa que escuchás cosas que después descartás: yo escuchaba tanto Louis Armstrong como Kiss, y hoy sólo rescato a Armstrong. Y Los Beatles me siguen acompañando. Ellos y cosas que descubrí después.”
–¿Cuáles?
–Tango y folklore. Mis viejos no escuchaban eso, les gustaba el jazz y obras de guitarra clásica. Tampoco había blues: mi viejo lo toca, pero del lado de Joe Pass, no B.B. King. No le daba pelota, pero contra Los Beatles no podía hacer nada, porque se metían por la radio, la tele, las disquerías, las revistas.
–¿Le gustaban a él?
–Prefería que yo los escuchara a ellos y no cualquier boludez, pero no los disfrutaba como ahora. Cuando yo era pendejo, él escuchaba a B.B. King y lo despreciaba, decía que tocaba tres notas, que no existía. Ahora lo escucha y llora de emoción con esas mismas tres notas.
–¿Le duele haber despegado de la banda de Spinetta?
–Emotivamente sí. Pero me vino bien porque ahora puedo ser su fan y no su músico a sueldo. Al ser amigos, no me gusta tener una relación que en definitiva también es económica. Así es mejor: cada uno en su proyecto. Además, la formación que tiene ahora –Claudio Cardone, Sergio Verdinelli y Nerina Nicotra– es espectacular. Me arranca la cabeza.
–¿Qué diferencias percibe entre ambas bandas?
–La nuestra, con el Tuerto Wirtz en batería, era más rocker, pero Luis ya no es un músico de rock, el rock le queda corto. Con el Tuerto habíamos armado un tándem asesino, pero Luis se quiso apartar de ese sonido y el Tuerto ya no fue la mejor opción. Spinetta es un rebelde, el marketing le chupa un huevo: es un artista fiel a su propia dirección artística.
–De colega a colega, ¿cómo define a Nerina?
–Ella toca muchos temas que grabé yo, pero no hace un cover, le pone su toque y un buen sonido. No quiero ser machista pero las minas, por lo general, no pueden con el bajo. Es un instrumento árido: es como poner a una mina a perforar el asfalto con un taladro. En Nerina no se nota: es chiquita pero fuerte. Le hace honor a su marido, Guillermo Vadalá, que es el número uno del bajo.
–¿Su carrera solista empieza con Spaghetti Boogie o con Javier Malosetti, el disco que editó en 1993?
–No. El primero ni lo cuento, porque fue muy loco. El productor y yo estábamos todo el tiempo fumando porro, sin saber qué hacer. Nunca se lo dimos a un sello. ¡Ni siquiera tiene código de barras!
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