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Sábado, 3 de marzo de 2007

MUSICA › OSVALDO BERLINGIERI, EN EL TRAMO FINAL DEL FESTIVAL DE TANGO

Para que bailen los oídos

Pieza clave de formaciones de la época de oro, en 2007 el maestro suena tan a guardia nueva como el más moderno, aunque pocos se hayan enterado.

 Por Karina Micheletto

La décima edición del Festival de Tango avanza con sus pros y sus contras: números de calidad, dispuestos en escenarios que quedan grandes para la cantidad de gente que convocan, y seguidos por un público salido en su mayoría de circuitos de bailarines de tango y turistas de hostel de Palermo. El jueves, en La Rural, no llegaban a mil las personas que se acercaron para escuchar –y también bailar– un sonido infrecuente en la ciudad: el del piano del maestro Osvaldo Berlingieri, pieza clave de formaciones de la época de oro del tango, que en 2007 suena tan a la guardia nueva. La misma fecha propuso otro buen momento con el trío del bandoneonista Walter Ríos, con la cantante Mariel Dupetit como invitada.

En el galponazo de La Rural de Palermo hay lugar de sobra para que algunos bailarines practiquen los pasos que les sugiere la música de Ríos y de Berlingieri. En las pequeñas pistas improvisadas hay jóvenes con cuerpo y pinta de bailarines de academia, señores mayores con cuerpo y pinta de bailarines de milonga. Estos últimos son los más requeridos por señoras y señoritas. A unos metros de allí, los vendedores de la feria de productos tangueros (hay zapatos, libros y discos de tango, pero también remeras, relojes, botellas de vino de tango) se aburren en sus mostradores. Hubo noches mejores, confían. El tango electrónico tampoco trajo mucho público. Las noches más llenas, sorprendentemente, fueron las del lunes y miércoles pasado, con El Arranque y Lidia Borda, respectivamente. En un rincón, una muestra de la fotógrafa Ana Morán captura instantes del tango que se baila aquí y en Europa.

En plena actividad, a los 79 años, Berlingieri lleva su música a Europa y Japón con relativa frecuencia. En la Argentina, en cambio, tiene poco trabajo. “Es que no me convocan. A lo mejor piensan que estoy muerto, que me fui de gira”, se rió el pianista en una entrevista con Página/12, a modo de explicación. Eligió rodearse de músicos jóvenes, ésos con los que, dice, se lleva mejor que con los de su generación. Eso sí: eligió bien. Pablo Agri en violín, Horacio Romo en bandoneón y Daniel Falasca en contrabajo, más que secundar al director, conforman un cuarteto en el que cada uno tiene un lugar propio destacado.

El estilo de Berlingieri tiene esa virtud que todos buscan, la de poder ser definido, justamente, como un estilo. Los arreglos conjugan toques modernos, despojados, con algunos pasajes más ampulosos del piano. En el primero de los tangos de Berlingieri, “A mis viejos”, suenan de lo más modernos. En “Tierra querida”, el violín de Pablo Agri se luce en un diálogo con el piano. Llega “Adiós Nonino” y Berlingieri sorprende con su solo, y cabe preguntarse quién dijo que Piazzolla es un camino que se abre y se cierra en sí mismo, cohibiendo futuros desarrollos.

“¡Qué atrevido!”, comenta un chico de veintipico a sus amigos, que se adivinan músicos o estudiantes de música. Para estos chicos que estudiaron a Piazzolla ya como canon, lo de un músico como Berlingieri, formado en orquestas como la de Aníbal Troilo o Roberto Caló, hoy es ruptura sobre ese canon. Rarísimo. Sobre el final, antes del bis con la versión de este cuarteto de “La cumparsita”, el pianista, compositor, director y arreglador abre una improvisación sobre malambo entre “Adiós Pampa mía” y “Sentimiento gaucho”, con tanto ímpetu que termina desparramando las partituras.

Antes, junto a Abel Rogantini en piano y Juan Pablo Navarro en contrabajo, Walter Ríos paseó su repertorio por grandes clásicos como “El choclo”, “Responso” o “Corralera” y temas suyos como “Música por tu sonrisa”. La cantante invitada, Mariel Dupetit, con esa mezcla de rea y señora bien a lo Amelita Baltar (aunque con estilos bien diferentes), impuso su presencia en el escenario en “El corazón al Sur”, de Eladia Blázquez, “Malena” o el estreno de un tema de Ríos con letra de Litto Nebbia, “Tarde de julio”. Ríos y compañía sí pueden escucharse en este último tiempo en locales porteños, presentando estos y otros temas que integrarán un nuevo CD, Ensayo. En La Rural, el bandoneonista aprovechó para tirar el palito: “Esta vez sí me invitaron”, agradeció a las autoridades. “No sé qué habrá pasado, alguien se acordó.” El público –poco, pero entusiasta– se hizo escuchar y llegó el bis con “Balada para un loco”, en la voz de Dupetit.

A la misma hora, el jueves pasado el Festival ofrecía otros platos fuertes en otros escenarios: la despedida del maestro Emilio Balcarce a cargo de la conducción de la Orquesta Escuela de Tango, que llenó el Teatro Alvear (ver nota aparte); Gustavo Mozzi y la Orquesta Matiné cruzando tango con la murga de Los Cometas de Boedo en La Boca, entre otras propuestas. Uno de los desafíos pendientes para las próximas ediciones será, sin dudas, el de lograr que una programación de calidad, como la que se vio y se escuchó, llegue a mayor cantidad de público en todos los escenarios. Y, de paso, el de ampliar la composición de ese público por fuera de los circuitos for export, que seguramente mantienen un contacto fluido con el tango, tengan o no a su alcance megafestivales gratuitos. Así, la “Buenos Aires capital mundial de tango” que publicita el gobierno porteño podrá mostrarse un poco más real.

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En La Rural no llegaban a mil las personas que fueron a escuchar –y bailar– un sonido infrecuente.
 
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