Vie 20.04.2007
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MUSICA › ENTREVISTA A PABLO MILANES, EN UNA NUEVA VISITA A LA ARGENTINA

“No quiero dormirme en mis laureles”

El cantautor cubano sabe del predicamento que tienen aquí sus clásicos, pero subraya la necesidad de renovar constantemente su repertorio. Con más de cuarenta años de trayectoria, el autor de “Yolanda” dice: “Para mí, por suerte, cada disco es una sorpresa que me doy a mí mismo”.

› Por Karina Micheletto

Alguna vez la música de este hombre representó a quienes la escuchaban, alguna vez quienes cantaron sobre sus cassettes se sintieron parte de algo más abarcador que una canción. Eso lo sabe, en 2007, Pablo Milanés, y también sabe que aquellos himnos añosos siguen teniendo sus sentidos, algunos más posibles de definir que otros, y quizá cargándose de otros nuevos. Eso está muy bien, dice, y claro que algo de todo eso se escuchará en los recitales que tiene planeados en la Argentina (ver recuadro). Pero también dice que prefiere no dormirse en aquellos laureles, que lo que más lo motiva hoy es lo que está por venir. Así que una parte de estos conciertos estarán dedicados a esas canciones que todavía no están editadas y que está grabando en su estudio de La Habana. Y también a las de sus últimos discos, el reciente Como un campo de maíz y el más “viejito” Días de gloria.

Milanés no se lleva bien con las entrevistas. Aunque está en Buenos Aires, prefiere afrontar el trámite telefónicamente, desde la habitación de su hotel. “¿Sabes qué pasa? Tengo la mala experiencia de que en las conferencias de prensa se diluye mucho lo que dices”, comienza a explicar, con ese tono caribeño que envuelve fácil la oreja. “Porque de treinta periodistas, hay uno que hace la pregunta y veintinueve que escuchan una respuesta que no va dirigida a ellos. ¿Qué termina pasando? Que se pierde gran parte del sentido en el medio. Me he dado cuenta de que lleva más trabajo, pero es mucho más provechoso tener una charla concentrada como la que estoy teniendo con usted. No es un rechazo al encuentro personal con la prensa, para nada”, se extiende. Sería poco provechoso insistir en la diferencia entre las conferencias de prensa y las entrevistas, así que las preguntas y las respuestas avanzan por teléfono, con toda la amabilidad del caso.

–En su última visita a la Argentina se presentó en un gran escenario como el del Luna Park. Esta vez eligió teatros más íntimos, repitiendo funciones. ¿Fue algo buscado?

–No lo he decidido yo, los músicos no decidimos esas cosas. Los lugares son por lo general combinaciones de los empresarios, ellos escogen en determinadas circunstancias y tú te enteras a último momento adónde vas ir a cantar.

–Lo dice con un tono de resignación.

–(Ríe.) Sí, pero bueno, también tiene su parte positiva. Ahora, por ejemplo, me han dicho que el Ateneo es una pequeña joya, y es muy lindo trabajar en ese tipo de teatros. Esa es la verdadera actuación, en el teatro me siento de verdad actuando. En los grandes estadios, las presentaciones multitudinarias tienen esa cosa de la masa, gente que canta contigo y te aclama, y eso es muy impresionante y muy lindo, pero es muy hermoso también hacer estas actuaciones más íntimas en este tipo de teatros. Eso sí, hay que esforzarse más, porque un teatro de este tipo es como una prueba de cámara: no admite equivocaciones ni errores, todo tiene que estar lo más cercano posible a la perfección.

–Siempre que viene a la Argentina tiene amigos invitados en sus shows: Fito Páez, Pedro Aznar, Juan Carlos Baglietto, Mercedes Sosa... ¿Esta vez va a haber alguna sorpresa?

–No lo puedo saber... ¡Es que aquellos se aparecen aquí realmente de sorpresa, sin avisarme ni decirme nada! Llegan quince minutos antes y ni siquiera lo planeamos. Yo no sé cómo, pero finalmente sale bien. En mi última visita, Mercedes no estaba del todo bien de salud y terminó cantando desde su asiento, fue algo muy hermoso realmente. Siempre que puedo canto “La soledad”, una canción que es suya, porque como le gustó tanto cuando la escuchó, se la entregué. Cada vez que la canto, digo que va dedicada a mi hermana del alma.

–¿Qué otros afectos conserva en la Argentina?

–Tantos, que es algo tremendo. Grandinetti, Susú (Pecoraro), son tantos que voy a omitir nombres y me va a dar pena, así que es preferible que no siga con la lista. Con todos ellos nos encontramos aquí y allá, van a Cuba o nos cruzamos en los viajes, cuando estoy de gira. Nos vemos y nos buscamos siempre que podemos, es una amistad de años que cultivamos de esta forma, aunque no nos veamos.

–En el último tiempo, la música cubana que más sonó en el mercado mundial es el bolero, de la mano de Bebo Valdés, Diego El Cigala y el disco Lágrimas negras. ¿Qué le pareció ese trabajo? ¿Cree que representa a la música de su país?

–Sí, cómo no, creo que cualquier trabajo que se haga rescatando al bolero cubano lo dignifica y lo resucita, y eso tiene un gran valor para mí. En los ’80 yo inicié en solitario una serie de rescate de la música popular tradicional, con dos discos: uno, un homenaje a la trova tradicional, y el otro al movimiento del bolero. Canté con señores músicos como Compay Segundo, hice todos esos boleros que después cantaron todos. Sólo que por entonces me consideraba un solitario, y sin los medios para poder darle continuidad. Por lo tanto, me siento un pionero, y me alegro cada vez que escucho que se hace algo nuevo con la música tradicional cubana.

–La diferencia es que son trabajos ideados por gente que no es cubana, como en su momento lo fue el Buena Vista Social Club.

–Sí, es cierto, y es lógico, encuentran un filón comercial, lo explotan y les va bien. Pero me alegra, porque en definitiva es que los latinos tenemos la costumbre de menospreciar nuestras joyas, nuestras preciosidades. Eso no sucede sólo en Cuba, es un mal que lamentablemente se da en todos los países latinoamericanos. Los europeos defienden mucho más su música. Aquí, si en determinado momento las modas deciden que el danzón, el mambo o el cha cha cha están pasados, pues afuera, fin, los dejamos de lado. Y son preciosidades de modelos, expresiones que podrían estar más vivas que nunca. A lo mejor la enorme riqueza cultural que tenemos es la que nos hace desechar todo tan livianamente, será que estamos mal acostumbrados...

–A la hora del balance, después de haber festejado cuarenta años de carrera, ¿qué sueños conserva y qué sueños le quedan por cumplir?

–Me sigue picando aquello de seguir haciendo cosas novedosas, cosas que me sorprendan y que no me hagan dormir en los laureles. Quiero poder seguir cantando mis canciones, pero las que sigo haciendo. No puedo pensar que todo está hecho. Para mí todavía, por suerte, cada disco es una sorpresa que me doy a mí mismo.

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