MUSICA › SIBELIUS, BARTOK Y KODALY
La Filarmónica de Buenos Aires hará hoy un gran programa, dirigida por Ráth.
› Por Diego Fischerman
La Iglesia había prohibido, en la Edad Media, una de las posibles distancias entre sonidos de una escala. Lo que sucedía, por ejemplo, entre un fa y un si era, según la sacra institución, cosa del diablo. En 1913, a partir precisamente de ese intervalo –entre fa sostenido y do–, Jan Sibelius compuso una obra que contaba la creación de los cielos en clave de saga finlandesa. Luonnotar Op. 70, para soprano y orquesta, está escrita sobre un texto del Kalevala –el antiguo conjunto de poemas épicos finlandeses–, al que Sibelius ya había recurrido en obras como Lemminkäinen o Kullervo. Poco importa que su autor no entendiera ni una palabra de ese idioma. Como la mayoría de los finlandeses cultos, Sibelius, a quien el destino le confirió el papel de compositor nacional de su tierra, hablaba en sueco. Pero esa está lejos de ser la única contradicción. Su música, aparentemente anclada en el romanticismo, es una de las más originales y modernas –aunque en un sentido casi oculto– de comienzos del siglo XX.
“Es como esas estrellas que poseen una inmensa cantidad de masa en el tamaño de una moneda”, lo definió el musicólogo inglés Gerald Abraham. Y es que, en efecto, aunque por caminos sumamente diferentes, el grado de concentración de la información que pone en práctica Sibelius sólo es comparable al de Anton Webern. Y su manera de concebir la orquesta, tan diferente de la norma europea dominante en el siglo XIX –cuerdas coloreadas por los vientos–, con sus grupos herterogéneos y sus bloques tímbricos, sólo podría pertenecer al siglo XX. Tal vez sea por eso que su música no ha gozado de demasiadas oportunidades para ser escuchada en vivo en Buenos Aires. Salvo su poema sinfónico Finlandia, la primera sinfonía y ocasionalmente la segunda o la quinta, Sibelius es todavía un virtual desconocido para los conciertos porteños.
Pero los aniversarios redondos tienen su lado bueno y, aprovechando que en 2007 se cumplen cincuenta años de la muerte de Sibelius, la Filarmónica de Buenos Aires iluminará un poco las sombras que rodean su música cuando hoy interprete Luonnotar. Esta composición, que es una especie de conclusión del período introspectivo y oscuro en el que Sibelius se había internado a partir de 1909, con el Cuarteto para cuerdas Voces intimae, y que incluye la Sinfonía Nº 4 –que también se basa en esa cuarta aumentada que los frailes habían considerado diabolo in musica–, es una de las más bellas e intensas de su producción y, en esta ocasión, será cantada por la notable Virginia Correa Dupuy. Con dirección de György Györiványi Ráth, la Filarmónica actuará a las 20.30 en el Gran Rex (Corrientes 857), tal como sucederá durante todo este año a causa de las reformas que se están realizando en el Teatro Colón. Y el programa se completará con una de las obras maestras del siglo pasado, la Música para cuerdas, percusión y celesta, de Béla Bartók, y otra composición poco transitada, las Danzas de Galanta de Zoltán Kodály.
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