MUSICA › “ARGENTINA DE PUNTA A PUNTA”, EN SALTA
A pesar de los inconvenientes generados por la niebla, el encuentro itinerante tuvo un fin de semana de gloria en tres sedes salteñas.
› Por Cristian Vitale
desde Salta
Una fuga hacia el maravilloso mundo de Homero Manzi detecta un tango que viene al caso. Se llama “Ay de mí”, la música es de Sebastián Piana y fue colocado en el film Fortín Alto, hecho en 1941. Otra Argentina, pero la misma niebla. “Sombra de pluma/ niebla flotando en el río/ ¡Corazón ay de mí, ay de mí corazón!/ Cerrazón del olvido”, cantó, en su momento, Ignacio Corsini. Como un desatino del destino, esa misma niebla, intensa y obcecada, impidió que un digno émulo de aquel santiagueño devenido porteño lo agasajara a cien años de su nacimiento. El Tata Cedrón jamás pudo volar a Salta, donde el programa motorizado por la Secretaría de Cultura de la Nación (De Punta a Punta) lo esperaba. Fue uno de los datos que gambeteó la grilla... una desazón para los tangueros de poncho y sombrero. ¿El otro?: Ricardo Vilca, puntal del norte, podía llegar en micro, pero un rumor –luego confirmado– congeló la sangre de sus seguidores: está en terapia intensiva por culpa del vino en exceso.
Vilca y Cedrón, por distintos motivos, fueron las únicas manchas en el mojón Salta, la vigésimo sexta provincia visitada por este programa multidisciplinario que ya unió Ushuaia con La Quiaca (ver aparte). Diez días con actividades repartidas en tres regiones (Rosario de la Frontera, Orán y Salta Capital) y objetivo consumado. Unas veinte mil personas se asombraron ante el teatro itinerante que engloban el circo de los sueños, Las aventuras de Juan Moreira, Quien lo probó lo sabe y Made in Lanús, al comando de Rubén Stella, vista por estudiantes de arte ¡que nunca habían visto una obra! Y un plus de actividades que se fueron agregando con el correr de las provincias: charlas sobre el rol del arte para la prevención del sida (“Cultura positiva”), la exposición Territorio Argentino Contemporáneo (TAC) –una selección federal de artistas plásticos– y el Proyecto Yeca, del fotógrafo Luis Abadí. “Gracias a estas fotos, mucha gente de las provincias se entera de cómo es Buenos Aires, cómo es la cara de sus habitantes. La idea madre es tomar fotos de todas las provincias para formar la yeca nacional”, planea Walter Peña, coordinador general del programa.
Cuando Página/12 –víctima también de nieblas y aviones que nunca salen– pisa el suelo de Güemes y sus gauchos retumban ecos inolvidables: la actuación de Miguel Botafogo en la plaza San Martín de Orán, que había nucleado a todas las tribus rockers de la linda, el paso de Virginia Innocenti con Enagua negra y los radioteatros también a cargo de Stella, que hacen confluir actores nacionales y regionales con un mismo fin: la integración cultural. Apenas quedan, y no es poco, la columna vertebral del programa –la muestra 100 años de Humor Gráfico– y los músicos que sí pudieron llegar. Alrededor de la plaza 9 de Julio, frente a la bella y rica –demasiado– catedral de Salta, se levantan historietas como una burla del destino. Las tiras de Boogie el aceitoso, las portentosas mujeres de Grondona White, las ironías de Landrú, Nik y Rep se levantan como resistencia a la moral tradicional, prolija, del salteño medio. Gente en rezo, arrodillada, en la procesión de cada domingo y la voz del sacerdote en altos decibeles no pueden ocultar la risa de los fieles de Fontanarrosa y, menos, los cánticos y las bombas de estruendo de la hinchada de San Lorenzo. Sí, el equipo más porteño del mundo tiene flor de hinchada en Salta.
Descartado Vilca, la grilla musical concluye en otro bello lugar –La Casa de la Cultura– con un encuentro de estilos, geografías y culturas: Ana Issa –crédito local–, el grupo jujeño Chajmiri y la urbanidad consumada del Néstor Marconi Trío. Issa, dueña de una voz penetrante, es folklore de proyección que transita, vía matices pulcros, minimales, por chacareras, zambas –muy buena versión de “La Pomeña”– y anclajes universales (“Como la cigarra”, de María Elena Walsh). Chajmiri, quinteto de música andina de proyección, intercepta violines, flautas, erkes y charangos para pasear por toda la mística del norte profundo (“Mamitay”, “Festivaleando”, “Zamba para Humahuaca”). Y Néstor Marconi imprime la huella del tango en el mismísimo pie del cerro San Bernardo. Acompañado por su hijo Leonardo Marconi en piano y el talentoso Oscar Giunta en contrabajo, repasa –a su manera– el ánima misma de los maestros del bandoneón: Horacio Salgán (“A fuego lento”), Pedro Maffia (“Taconeando”), Agustín Bardi (“La última cita”), Aníbal Troilo (“Responso”), Pedro Laurenz (“Amurado”) y un popurrí piazzolliano –“La muerte del ángel”, “Fuga y misterio”, “Adiós nonino”) que agrega intensidad urbana, gris, al despojo solar, multicolor, de las sierras norteñas. Una fórmula eficaz de derrotar a la niebla.
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