MUSICA › RUBEN JUAREZ, BANDONEONISTA, CANTOR Y COMPOSITOR: UN EMBLEMA TANGUERO
“Ahora hago una vida más tranquila”
Con 57 años y 35 de carrera, su hiperkinesis parece desmentir la frase del título. Hoy estrena en el Astral El tango en Broadway. Homenaje, un espectáculo en el que participa su hija.
› Por Karina Micheletto
Rubén Juárez llega a la entrevista con paso acelerado, gesticulando rápido, desplegando ademanes. Lo correcto sería decir que Rubén Juárez irrumpe. Algo similar se percibe al verlo sobre el escenario, cuando cierra los ojos y pulsa las primeras teclas de su bandoneón o cuando acerca su voz honda y rasposa al micrófono. Volviendo a la escena de la entrevista, lo primero es develar el misterio de su celular, ese que pierde con cierta regularidad, para lo cual habla con tres personas a la vez. Enseguida suma a la cronista al debate, hasta que, pasados varios minutos, le pregunta quién es y se entera de que está allí para hacerle preguntas. Entonces se tumba en un sillón y dice: “Me recupero y te cuento”. Con 57 años y 35 de carrera, Juárez forma parte de esa generación intermedia que escasea en el tango, es de los pocos disponibles para pasar la posta. Podría decirse que es uno de los necesarios. En este mismo bar de hotel, el histórico Castelar, en la Avenida de Mayo, pasó largas tardes de charlas y vasos con su padrino artístico, Aníbal Troilo, uno de los que ahora homenajea en el espectáculo que esta noche estrenará en Buenos Aires, El tango en Broadway. Homenaje.
El tango en Broadway está planteado como una producción de gran despliegue que rinde tributo a la música, la danza y las grandes voces del mundo. El espectáculo, que se presentó hace dos años en Carlos Paz, cosechando nueve premios, reúne a Juárez con su hija, la cantante Lucila Juárez, el comediante Raúl Escobar, la compañía de danza Sangre Latina y el sexteto de Cristian Zárate. El ciclo continuará hasta fin de este mes, de miércoles a domingos, en el teatro Astral. “Es una apuesta importante”, acepta Juárez. “En Córdoba gustó mucho, y la verdad es que a nosotros también nos gusta mucho. A futuro queremos llevarlo por todo el país”, adelanta.
Aunque el tango, por supuesto, tiene un papel importante (y estarán los grandes clásicos del repertorio de Juárez, como Tinta roja o Pasional), la puesta transcurre por otros carriles que los de un típico show del género. El espectáculo comienza proponiendo un recorrido por la música del continente: Lucila Juárez tiene a su cargo una imitación de Aretha Franklin, Escobar otra de Frank Sinatra, y se entremezclan copetes de comedias musicales, para luego dar paso a la música de Cuba y México. Además, tras la muerte de la madre de Juárez, el año pasado, sus amigos organizaron un videoclip que recorre la vida del bandoneonista desde su infancia. Entre los homenajes que plantea El tango en Broadway hay tributos a bandoneonistas clave, como Troilo y Piazzolla, y un tema dedicado a Eladia Blázquez, Para Eladia, recientemente compuesto por Juárez, con letra de Chico Novarro. “Con Chico quisimos homenajear a una amiga, una compañera de escenarios. No tenemos nada que ver con los que ahora le organizan homenajes porque se murió. Ella era una grande, una artista, y así la recordamos, con lo que sigue vivo en su música. No nos interesan las necrológicas”, advierte el músico.
–En la Argentina solemos acordarnos de que los artistas están vivos cuando se mueren.
–¡¡Uff!! ¡¿Qué le parece?! ¡Claro que es así! Yo empujo tanto para que a mí me hagan las cosas ahora, que no esperen a que me muera... En ese sentido, mi hija es una guerrera, y mi mujer, Silvia, ni le cuento: ellas empujan más que yo. Hay que hacerlo ahora, no es para joder. Si no te nombran ciudadano ilustre cuando estás vivo, ¿cuándo? ¡Lo quiero ver! ¡Si me quieren premiar, prémienme ahora, déjense de joder!
–¿Cómo está planteado el homenaje a Troilo, su padrino?
–Lo recordamos como lo que fue: un vanguardista. El primer vanguardista del tango se llama Aníbal Troilo, junto con Julio De Caro y Alfredo Gobbi. Después viene Astor. Y yo lo imito un poquito, con esa manera de hablar tan graciosa que tenía. El usaba esas palabras... “vio qué imponente este grupo... qué atrevido me resulta”, decía (lo imita). O: “Sáquese la camisa afuera, pero sea elegante”; “no use corbata si no la va a usar”. Porque a él, que siempre fue tan elegante, no le gustaban las corbatas desprendidas. Cuando empecé a actuar me llevó a su sastre y a su camisero, fue su regalo. Tuve la suerte de compartir cuatro años con él en Caño 14: con las cosas que aprendí ahí, ya estoy mucho más allá de muchos. Aprendí de la música pero también de los personajes, los habitantes del tango. Porque cada palabra del Gordo yo la capitalizaba.
–¿Por ejemplo?
–Yo estaba muy loco de jovencito, yo era esta guerrera (señala a su hija). Estaba desesperado por cantar y le preguntaba al Gordo: “Y, ¿cómo ando?”. “Todavía te falta un poco de pescante”, me decía (lo imita). El pescante es el escalón que hay antes del asiento en el carro. ¡Me estaba diciendo que me faltaba calle! En Caño 14 me armé un camarín en un lugar donde guardaban el botellerío y todo lo que no servía, un nido de lauchas. Lo dejé alfombrado, con calefacción, ventilación, con mi sofá, mi atril, mis partituras, todo. El gordo venía y ahí se tomaba unos traguitos conmigo, eran los momentos nuestros. Una vez me dijo: “Te quiero tanto, sos como el hijo que me hubiera gustado tener”. Me mató. También lo he encontrado muchas veces en una mesa de este bar, porque acá no entraba a sacarlo Zita (la esposa).
–Usted también carga con la leyenda del hombre de los bares, el que para cuidarse se fue a Córdoba.
–Sí, en Carlos Paz me salvé. ¿Sabe qué pasa? El sueño del pibe de cualquier artista es tener tu boliche propio... hasta que lo tenés. De hecho, ahora lo estamos vendiendo (se refiere al mítico Café Homero, aquel en el que brilló Goyeneche). Ojo que ahí también pasé muchas cosas buenas, en lugar de ir a un psicólogo tenía mi recalada con amigos. Era el lugar para hacer lo que no se puede hacer públicamente: jugar al truco hasta la madrugada, no molestar a nadie, no hacer papelones... Pero te corta salud, y te corta la carrera. Así que, sin intentar recuperar el tiempo perdido –que no fue perdido–, estoy haciendo una vida más tranquila. Y trabajando mucho.
–Pero no se lo ve muy tranquilo.
–¡Es que ahora me agarró vencido! (risas)
Pasan los maestros Leopoldo Federico y Atilio Stampone, que a pocas mesas de distancia estaban grabando un programa para el canal Solo Tango, en el que Juárez también participará más tarde. Tras los saludos de rigor, Stampone le suelta, como si nada: “Te ganaste un Konex de Platino. Sos el mejor cantante masculino de tango”. Juárez lo mira incrédulo y Stampone insiste: “Vas a tener que creerme. Soy el presidente del jurado”. Parece que alguien está tomando nota de los reclamos de Juárez: los reconocimientos le están llegando en vida.
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