Sáb 27.10.2007
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MUSICA › ENTREVISTA AL TENOR JOSE CURA, TRAS SU EXITO EN BARCELONA

“No vivir anclado en el pasado”

El rosarino protagonizó Andrea Chénier, en el Liceo. Y aquí habla de la necesidad de renovación en la interpretación.

› Por Javier Perez Senz *
desde Barcelona

José Cura nació en Rosario, Argentina, en 1962. Es tenor. Y, también, director de orquesta, compositor, director de escena y propietario de un sello discográfico. No concibe la ópera como una simple exhibición canora y reivindica el derecho a buscar su propia interpretación de un personaje sin doblegarse ante las tradiciones. Protagonizó, hasta el pasado 17, Andrea Chénier, de Giordano, en el Liceo de Barcelona; aunque vive en Madrid, lleva casi siete años sin actuar en el Teatro Real, tras un polémico enfrentamiento con parte del público en una función de Il Trovatore. “No basta con cantar, hay que meterse en la piel del personaje y buscar los matices y colores vocales que definan su estado de ánimo”, afirma.

–En la ópera sigue siendo raro ver a cantantes que, además de cantar, arriesguen y se dejen la piel en la interpretación teatral de un personaje. ¿El culto a la voz sigue vigente en las plateas?

–La resistencia a entrar en la dimensión teatral de la ópera no viene de las nuevas generaciones, sino de la de mi padre, que son los que llenan los teatros ahora. Es un público ciego a la innovación teatral, porque ésa es la forma en que aprendieron a amar la ópera, y viven en el pasado, con una nostalgia melodramática. Lo respeto, pero reivindico el derecho, como cantante, a no hacer eso, a no vivir anclado en el pasado, a no repetir siempre lo mismo. La ópera debe conectar con el presente.

–¿Cómo prepara un personaje?

–Con mentalidad de director de orquesta y, también, de director de escena. Soy compositor y me gusta analizar la partitura hasta encontrar la clave de cada escena, el porqué de cada matiz y de cada color que voy a emplear para plasmar los sentimientos de un personaje. Me gusta documentarme, reflexionar a fondo sobre la personalidad del papel que canto y compartir mis ideas y hallazgos con los directores del montaje y con los otros cantantes que participan. Si tengo confianza con ellos, les sugiero probar cosas nuevas para profundizar en las relaciones que los personajes viven en escena.

–Maria Callas luchó por renovar la expresión teatral del canto y hoy, cuando se cumplen trinta años de su desaparición, no existe un referente similar en el mundo operístico...

–Pero muchos seguimos con ilusión su ejemplo. A veces hay que sacrificar la pura belleza vocal para lograr la veracidad teatral que pide una determinada situación. No se puede morir como Otello, con un puñal clavado en el estómago, cantando como si nada. En el canto tiene que reflejarse esa agonía, con una voz más oscura, con la voz sofocada. Con un personaje solar, en cambio, se tiene otra actitud. La ópera es teatro, regido por un pensamiento musical, pero teatro que obliga al cantante a ser también actor. Por cierto, hoy nadie pone en tela de juicio la revolución interpretativa obrada por Maria Callas, pero conviene recordar que murió sola, amargada y olvidada. Y el público que hoy venera a Maria Callas es hijo directo del público que la denigró.

–¿Cómo puede competir la ópera del siglo XXI, para atraer al público, con los macroconciertos, el cine o las nuevas tecnologías?

–La ópera, el ballet y el teatro puro son las únicos espectáculos en los que el artista actúa solo y sin red. El público puede conectar con aquello que el ser humano puede hacer por sí solo, sin artilugios. Por eso resulta tan cruel ese tipo de espectador que acude al teatro dispuesto a juzgar a un artista por comparación con lo que ha escuchado en un disco en su casa. Hay muchas voces que impresionan en una grabación y después en el teatro ni se las escucha.

–Al ser un tenor famoso, muchas personas no se toman en serio su carrera de director de orquesta. Le pasó a Plácido Domingo durante años y parece ser que con usted se repite la historia.

–He nacido músico y fui guitarrista y director de orquesta antes que cantante. No descubrí las posibilidades de mi voz hasta los 28 años e inicié mi carrera como solista, director y compositor. Sé que hay cantantes que hacen carrera con una mínima formación musical, incluso algunos han triunfado sin saber leer una partitura, y la verdad es que cantan muy bien sin tener más conocimientos. Pero en mi caso, la música es mi pasión y todo lo que hago en escena cuando canto un personaje, por extraño o extravagante que parezca, tiene justificación musical, porque responde a matices e indicaciones que están en la partitura. Como director, tengo el reconocimiento de las orquestas con las que trabajo y que no me contratarían si el resultado musical fuera malo. He dirigido la sesión inaugural de la temporada del Teatro San Carlos de Lisboa, con una gala operística en la primera parte y en la segunda la Novena Sinfonía de Beethoven.

–Por si esto fuera poco, también ha probado fortuna en la dirección de escena...

–Mi actividad fundamental es como tenor, porque estoy en la plenitud de mi carrera. Pero me gusta hacer más cosas, necesito ampliar mi campo de acción, no por capricho, sino por necesidad artística. Me apasiona dirigir orquestas y me tienta cada vez más la dirección de escena. He tenido ya varias experiencias y ahora estoy preparando la escenografía y la puesta en escena de Un ballo in maschera, que dirigiré en la Opera de Colonia en 2008.

–Desde su polémico enfrentamiento con parte del público, al finalizar una función de Il Trovatore, en diciembre de 2000, no ha vuelto a cantar en el Teatro Real de Madrid. Debe ser duro actuar en los grandes teatros del mundo y no pisar el teatro de la ciudad donde vive.

–Sí, es una situación muy rara. Por mi parte es una polémica cerrada y olvidada. Añoro la sensación de cantar en el teatro de la ciudad en que vivo y de poder volver a dormir a casa tras una función. Y espero volver al Teatro Real. Su director artístico, Antonio Moral, vino a verme durante las funciones de Otello en el Liceo, en 2006, y me dijo que me enviaría una propuesta, pero aún no he recibido ninguna. Espero que, un día u otro, llegará. Con el Liceo sí he firmado un nuevo contrato para hacer Cavalleria rusticana e I Pagliacci en 2011. No tengo muchos contratos en España y en mi agenda sólo figura para el año próximo un montaje de Sansón y Dalila en Santander.

* De El País de Madrid. Especial para Página/12.

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