Sáb 08.12.2007
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MUSICA › LA FAMILIA CARABAJAL Y SU HOMENAJE EN EL TEATRO OPERA

“Es la forma de transformar todo ese dolor en algo lindo”

“Carlos no vino a romper nada: él hizo, nomás”, sostiene la tribu, como prefiere autodenominarse. Esta noche, Peteco, Demi, Roxana y Graciela Carabajal honrarán al “padre de la chacarera” de la mejor manera posible, apelando a sus canciones y al espíritu que campeaba en el legendario patio familiar de Santiago del Estero.

› Por Karina Micheletto

“Por favor, no pongan más que somos un clan”, advierte Peteco Carabajal. “En todo caso, somos una tribu.” Se sabe poseedor de un apellido que involucra a varias generaciones aglutinadas alrededor de un culto común: el de la chacarera. El 24 de agosto del año pasado falleció “el cacique” de esta tribu, Carlos Carabajal, padre de Peteco. Desde entonces, la tribu Carabajal se siente en cierto modo huérfana. Algunos de ellos encontraron una forma de recordar al “padre de la chacarera”, el autor de temas tan populares como “Desde el puente carretero”, “Entre a mi pago sin golpear”. Y esa forma es, claro, musical. Peteco, Demi, Roxana y Graciela Carabajal encararon el Tributo a Carlos Carabajal, un homenaje que se presenta hoy a las 21 en el teatro Opera.

El espectáculo que proponen los miembros de esta tribu santiagueña fue presentado en La Trastienda, y de allí surgió la grabación en vivo del disco doble Tributo a Carlos Carabajal. La “fiesta de la chacarera” que planean despertar en el Opera está dividida en dos partes: “El patio” y “El escenario”. “El patio es una puesta natural de lo que podría ser una guitarreada en el patio de casa, en el patio de la abuela, con todos participando”, explica Peteco. La segunda parte refleja una situación más formal: “Se cambia el escenario, las luces, el sonido, entra la batería, nos cambiamos de ropa, ya estamos parados en actitud escénica, y los temas tienen otros arreglos”.

Peteco también se entusiasma con la película que ya están filmando y que quiso hacer inspirado en Comienza la noche, de Sting. “La película muestra cómo nosotros tomamos el legado de Carlos a través del canto, tiene el mismo sentido que el tributo”, cuenta. En el almuerzo, las anécdotas se acumulan. Demi, Roxana, Graciela y Peteco Carabajal recuerdan cuando Don Carlos vino a probar suerte a Buenos Aires, allá por los ’50, y toda la familia vivió en una casilla en Morón. De la sorpresa que se llevaron Ariel Ramírez y Cátulo Castillo cuando fueron a visitarlo como integrantes de Sadaic y vieron cómo vivía. De su primer éxito comercial, con Leo Dan (también santiagueño) y el tema “A la sombra de mi mama”. De cuando cobró una buena cantidad de plata de Sadaic, y en lugar de comprar una casa agregó un almacén a la misma casilla, para que sus hijos tuvieran trabajo atendiéndola. De cuánto sienten su ausencia en el patio de la casa del barrio Los Lagos en La Banda, Santiago del Estero, el famoso patio de la abuela, donde cada 16 de agosto se recrea una fiesta multitudinaria.

Asado con Carabajal

En su casa de Paso del Rey, Peteco Carabajal ofrece un asado a sus compañeros de tributo. El asador –de lujo– es su suegro. Peteco se entusiasma mostrando los cuadros que desde hace un tiempo pinta uno tras otro, con rapidez. Está el autorretrato que incluyó en su disco doble Chayna cunan, y escenas cotidianas: “Primos mirando tele”, “San Lorenzo campeón”, una tarde de buceo en México, la llegada del tren a una estación atestada. Roxana llega con su hija Loana, de dos meses. Demi se apresura a contar sobre el tributo: “Fue una sugerencia de Peteco, él es el único que podía hacerlo de esta forma. Por ahí yo puedo hacerle un tributo a mi viejo todo el día, todo el tiempo, en un patio o en una peña, pero con esta dimensión, el único que lo podía llevar a cabo era Peteco”. “El mío ha sido un trabajo de producción, yo conozco todos los temas de mi viejo y sé cuáles han sido grabados y cuáles no, por eso pude seleccionar el repertorio de acuerdo a la onda de cada uno, encontrar los temas que le van bien a cada uno”, aclara el hermano mayor. “Pero, antes que eso, empezamos hablando de lo que nos estaba pasando en ese momento, con lo del viejo. Porque esto ha surgido casi inmediatamente después de su fallecimiento.”

–¿Y por qué “casi inmediatamente”?

Roxana: –Era nuestra manera de traerlo, de invocarlo.

Peteco: –Era la forma en que sentíamos que podíamos estar bien, transformando todo ese dolor en algo lindo, en algo bueno para nosotros, para mi vieja, en definitiva para todos los que lo han querido. Cada uno de nosotros somos una parte de él, y él se ha comunicado con cada uno de forma especial, todos guardamos vivencias únicas con él. ¿Quién más lo podía hacer?

–¿Cómo fueron encontrando el repertorio con el que querían recordarlo?

Peteco: –Mi viejo tiene como para hacer tres o cuatro discos dobles como el que grabamos, y de la misma calidad. Zambas he llegado a contar como quince, y todas conocidas: “La callejera”, “Mi abuela bailó la zamba”, “Dónde ha quedado el cielo”, “La del olvido”... Sólo grabamos tres.

Demi: –Hay temas que hasta me hacen dudar, como “Dónde ha quedado el cielo”, porque son tan modernos, y lo que yo conocía de él era tan típico y tan tradicional... Pero él tenía eso: podía ser moderno y tradicional al mismo tiempo. Por eso hay temas que escribió en el ’50 y que los cantan ahora como si fuesen hechos hoy.

Roxana: –La palabra que le cabe es innovador.

Graciela: –Es lo que pasa con la zamba “Y mis sueños”, está pegando ahora, pero cuánto hacía que existía... Es de los ’60, y quedó ahí. Es una zamba actual. Lo que se valora es que él mismo la rescató antes de morir, buscándole una forma, dándole arreglos nuevos: eligió dejarla como legado.

Peteco: –La ha hecho con Leo Dan y está grabada por Santiago Trío, el primer grupo que formé con mi primo y con Shalo Leguizamón. Esa fue la única grabación.

Graciela: –Y ahora, como un recuerdo del público hacia él, en cada festival la cantan. Me emociona mucho escucharla.

El recuerdo de Don Carlos

–¿Sienten que Carlos Carabajal tuvo reconocimiento en vida?

Roxana: –Para mí, no.

Peteco: –En algunos lugares se lo ha reconocido bien: en su propia tierra, que para él seguro es el logro más importante, ha sido querido y reconocido por el pueblo, por sus compañeros y por la parte oficial. Pero por otro lado él ha tenido que sacrificarse muchísimo, sin encontrar eco muchas veces, también por no saber cómo insertarse en todo este mundo.

Demi: –Tampoco le interesaba...

Peteco: –Ha faltado un poco de solidaridad con él de parte de todo este mundo que tardó mucho en darse cuenta de quién era mi viejo. El ha sido una persona muy importante en el desarrollo de la música, santiagueña principalmente, y también de la música nacional. Hoy, cuando discuten sobre la chacarera, yo digo: pensar que hace 25 años nadie hablaba, este género no le interesaba a nadie. Y mi viejo, junto con otros, que son los grandes de Santiago, han hecho chacareras desde hace 50 años, y de primer nivel. El ha cambiado la musicalidad sin que nadie se diera cuenta.

–¿Cómo describiría ese quiebre?

Peteco: –Si hoy escuchás una chacarera suya y la comparás con las anteriores, como las de Chazarreta, te das cuenta de que él ha metido un montón de cosas nuevas. Y, sin embargo, nunca ha confrontado ni lo ha transformado en un pleito, ni ha dicho “vengo con lo nuevo”, o “escuchen esto que es raro”. No vino a romper nada, él hizo nomás. Nunca le ha puesto intelecto a la creación, por eso sus temas pegaban tanto: directo al corazón, salvajes. Y, a la vez, refinados. Ahora se adjudican cosas con la chacarera que causan gracia. Por eso nosotros en este tributo mostramos todo ese mundo, que conocemos de sobra. Uno tiene que decir que hace chacarera con toda la fuerza del rock, aunque la chacarera siempre ha tenido fuerza, pero lo decimos así para que la gente entienda. Para nosotros es un juego... ¡Hacemos la chacarera hasta cabeza abajo! (Risas.)

Roxana: –Con ese tema, los santiagueños solemos agrandarnos un poquito... (risas).

Demi: –¡Porque tenemos la certeza! Sabemos dónde empieza y dónde termina. De chacareras, podemos hablar.

–¿Entonces hacer bien la chacarera tiene que ver con una cuestión de provincianía?

Demi: –Para mí, sí. Por supuesto, todos tienen derecho a hacerla como la saben hacer. Nosotros la sabemos así.

Peteco: –Tiene que ver con que desde hace mucho tiempo la chacarera es algo común para el santiagueño. Para nosotros no es una discusión ni motivo de experimento.

Demi: –Es una cosa natural, que llevamos en la sangre. ¡Si hasta el loro de mi padre silba chacarera!

–Ahí sí que debe estar exagerando...

Demi: –¡De verdad! Silba la melodía de “Entre a mi pago sin golpear”, ¡lo juro! También silba ritmos: chararata-tata-tata... ¡Y los perros de casa ladran con ritmo de chacarera! (Risas.)

–¿Cómo recuerdan el patio que reconstruyen en el espectáculo, qué significa para ustedes?

Graciela: –Mientras estaba mi papi, para mí era todo, fundamentalmente alegría. Porque él era incansable en organizar las reuniones para que todos se sintieran bien y se rieran. Después de su fallecimiento, el patio quedó triste.

Demi: –Para mí es una mezcla de tristeza y alegría. Porque cada vez que volvemos nosotros nos ponemos a cantar en ese patio. Y se percibe la presencia suya a través nuestro.

Roxana: –Se nota mucho la ausencia, porque él era el que organizaba, el que llevaba adelante la reunión, era el primero en agarrar la guitarra.

Graciela: –Lo que pasa es que a mi papi yo lo sentía como un líder total, natural.

Peteco: –El era el cacique.

Graciela: –¡Claro! Y ahora siento que tenemos que buscar en alguien que tome ese rol.

Roxana: –En personalidad, Demi, y en responsabilidad, Peteco. (Risas.)

Peteco: –Cuando él estaba, nosotros éramos hijos. Hasta el último día nos lo hizo sentir así.

–Qué raro, porque hace rato que ustedes tienen un nombre propio en la música.

Peteco: –Pero siempre nos hemos hecho tratar como chicos, hasta el día de hoy, por ahí vamos a casa y dormimos con mi vieja...

Roxana: –No es que vamos y hablamos de música. Mi vieja nos habla de lo importante que es para ella que nosotros podamos trabajar. Ella le reza a San Cayetano, es su santo principal.

Demi: –En el verano era un plato, porque la única pieza que tenía aire –y piensen lo que es Santiago en verano– era la de los viejos. Estaban ellos en la cama y alrededor todos los pichones echados, hijos, nietos, en colchonetas, mantas, lo que hubiera.

Peteco: –Mi viejo ha sido muy marginal en su forma de pensar y vivir. Y nosotros nos hemos criado con eso, después hemos ido de alguna forma acomodándonos, intelectualizando las cosas, cada uno como ha podido. Pero así hemos sido criados: cuando teníamos, también dormíamos amontonados.

Demi: –¡Si hasta hace poco la puerta del baño estaba salida, había que apoyarla! Y nosotros vivíamos felices así.

Roxana: –Aun teniendo, porque él tenía su sueldo de Sadaic, sin embargo no hacía poner la puerta del baño.

Demi: –Recién ahora tenemos puerta de baño, un baño normal. Había todo lo esencial: gas, luz, cable, teléfono, pero la estructura de la casa seguía siendo un descontrol. Vos llegabas y donde encontrabas donde dormir, ahí te tirabas, antes que te lo ocupara otro.

Roxana: –La felicidad de él pasaba por otro lado. Sobre todo, por encargarse de la comida para todos: Estábamos preparando el almuerzo y ya preguntaba qué queríamos comer a la noche. El era el que iba a hacer las compras. En el último tiempo, cuando ya le costaba caminar, iba en auto, daba la vuelta de manzana con el coche. Esa fue su forma de ser feliz.

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